jueves, 18 de febrero de 2016

EL AGUA



EL AGUA.

Estamos aprendiendo a preocuparnos de nuestros alimentos, de aquello que desayunamos, almorzamos, comemos, merendamos, cenamos, cada día de nuestras vidas. Comenzamos tímidamente a mirar las etiquetas de los productos que compramos, incluso a veces seleccionamos productos procedentes de agricultura o ganadería biológica. Rechazamos las sopas con glutamato monosódico, o las olivas cargadas de conservantes “E…”. Azúcares y colorantes frecuentemente son motivo para dejar en la estantería un apetitoso bollo, o una vistosa mermelada. Sin embargo, ¿quién se preocupa por el agua que bebemos cada día por litros, el agua donde nos bañamos y duchamos nosotros y nuestros pequeños, el agua que utilizamos para cocinar esos alimentos escogidos cuidadosamente? Sorprendente líquido, el agua, del cual depende la vida misma. El agua es, con gran diferencia, el componente más abundante de los organismos vivos. El contenido en agua en nuestro organismo varía desde una pequeña proporción del 22 al 34 % en los huesos y los tejidos adiposos, un 70-80% en las diferentes vísceras y hasta un 82-94% en los tejidos nerviosos. El agua, tal como la encontramos en la naturaleza, no es utilizable directamente para el consumo humano, porque, salvo en raros casos, no es suficientemente pura. A su paso por el suelo, por la superficie de la tierra o>>

incluso a través del aire, el agua se contamina y se carga de materias en suspensión o en solución: partí- culas de arcilla, residuos de vegetación, organismos vivos (plancton, bacterias, virus), sales diversas (cloruros, sulfatos, carbonatos de sodio, calcio, hierro, manganeso….), materias orgánicas (ácidos húmicos, fúlvicos, residuos de fabricación) y gases.

Así se originan las diferentes identidades del agua. Su composición la determina e identifica. La proporción de minerales le dará un sabor característico. También lo hará la presencia de contaminantes químicos. En las aguas de suministro público, su sabor estará directamente relacionado con el tipo de tratamiento que se utilice para convertir las aguas contaminadas en aguas aptas para el consumo humano. El primer tratamiento al que se somete el agua de suministro público, en su proceso de potabilización, es la cloración. El cloro es el desinfectante más utilizado para eliminar la posible presencia de microorganismos, virus o bacterias. Es un sistema muy efectivo, aunque no el único. Si se utilizan aguas de fuentes públicas sin tratar, manantiales, pozos privados, ríos, etc., es importante que sean filtradas y potabilizadas previamente. Las impurezas más frecuentes son materiales en suspensión, microorganismos, materia orgánica, color, sabor y olores extraños. Existen en el mercado novedosos equipos que aseguran la potabilidad microbiológica del agua a través de diferentes tecnologías y permiten beber con seguridad agua de fuentes públicas, ríos y pozos. Incluso son equipos fáciles de transportar y nos pueden acompañar en nuestros viajes a lugares donde no existe posibilidad de acceso a agua potable. Todos sabemos como es necesario hoy en día cuidar nuestras aguas. No debemos perder de vista su vital importancia, aprendamos a conocerla y protegerla, ya que de ella depende nuestra existencia y ella será nuestra herencia para las próxima generaciones. Purificar un agua contaminada químicamente no es tarea fácil, y según sea el tipo de contaminación, el coste siempre es, incluso en el mejor de los casos, elevado. La recomendación es y será siempre utilizar en los consumos domésticos los productos más biodegradables que encontremos en las tiendas; reciclar y recuperar aquello que nuestra región nos permita y ser conscientes que todos los productos que echamos por el fregadero, el water o la basura aparecen luego en nuestros ríos, fuentes, manantiales, pozos y mares, y su agua vuelve nuevamente a nuestros grifos después de haber atravesado sofisticados y caros sistemas de purificación. Debemos utilizar detergentes sin fosfatos/ polifosfatos o con un porcentaje reducido de ellos. No utilizar indiscriminadamente sprays insecticidas. Evitar echar por los desagües cera de coche y de suelos, quitamanchas, aceites de alimentación o de coche, pinturas o cualquier producto químico de toxicidad sospechosa


Cortesía: La Eco.

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