Sin lugar para los débiles.
Es la única película que los hermanos Cohen han filmado juntos. Es una obra amarga, implacable. Las alas del mal rozan cada una de sus imágenes y erizan el corazón de los espectadores. Aunque sucede en los Estados Unidos de los años 80, refleja el país de ahora, en el que agonizan las tradiciones de tolerancia, igualdad y justicia que se forjaron hace más de dos siglos.
Sin lugar para los débiles expande los horizontes del género y le añade una figura tan compleja como arriesgada, la del asesino serial, de la que también M fue un ejemplo precursor. El guión de los Coen respeta con extrema fidelidad la novela de Cormac McCarthy sobre la que está basada, cuyo título en inglés, No Country for Old Men, fue tomado de un poema de W.B. Yeats, Hacia Bizancio: “Aquél no es un país para hombres viejos”.
Los personajes:
Llewelyn Moss (Josh Brolin), un veterano de Vietnam que malvive de la caza de antílopes en una casa rodante, halla en un páramo, al oeste del estado de Texas, un cargamento de heroína y una valija con más de dos millones de dólares. Alrededor yace una docena de cadáveres. El lamento de un mexicano malherido que pide agua interrumpe su retirada. Supone que es el chofer de la camioneta en la que han llevado la droga de un lado a otro de la frontera. Toma el dinero y abandona al hombre agonizante en el desierto. A la noche, el remordimiento no lo deja dormir y comete un error de perdición. Regresa al lugar de la matanza para entregar el agua que por codicia había negado antes.
Llewelyn Moss está condenado a la fatalidad de la culpa y a la ansiedad por lavarla. Hace lo que hace para que los espectadores se pregunten si su error fue robar un botín de traficantes o soñar con una vida mejor en un país implacable con la gente, donde no hay ya lugar para los sueños. “Este país es duro”, se lamenta uno de los personajes. “Duro e insensato. Se le ha metido el demonio y nadie parece darse cuenta.”
El sheriff Ed Tom Bell (Tommy Lee Jones), un veterano de
Anton Chighur (Javier Bardemun sicario y psicópata que trabaja solo– es el más obstinado. Uno de los hombres que compiten en la búsqueda del botíne, presenta gran peligro. ¿Comparado con qué –le responden–, con la peste bubónica? La peste, el mal absoluto, el vacío de la conciencia: Anton es peor que todo eso.
El dinero y la violencia están en el centro de la trama: ésa es una regla del género que los Coen han respetado también en sus otras películas negras. En De paseo a la muerte (Miller’s Crossing), el dinero enfrenta a dos gangsters (uno irlandés, el otro italiano) por el control de las apuestas y el alcohol en la década de 1930. En Fargo, un hombre planea el secuestro de su esposa para que el suegro pague el rescate.
Una señal de estilo de los Coen es el humor absurdo, que deriva de la pasión con que observan los desvíos de la realidad. Aunque Sin lugar para los débiles es su película más oscura.
Continuen en You Tube.
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