sábado, 20 de marzo de 2010




LA PRIMERA REPÚBLICA

1844 a 1861.

Nacida en 1844, con la instauración del Estado Dominicano, tras el levantamiento del 27 de febrero, la declaración de Independencia, el inicio de la Guerra de la Separación de Haití (1844-1856), con cuatro campañas militares que concluyen victoriosas jornadas en Sabana

Larga en 1856. La constituyente del 6 de noviembre de 1844 y la instalación del general Pedro Santana como primer Presidente de la República, sintetizan desde el punto de vista político los inicios de la Primera República, fue una época matizada por la lucha entre conservadores y liberales, que no logran construir un Estado burgués en la República Dominicana.

La clase hatera, sustancia de la clase conservadora, asaltó durante la revolución reformista de 1843 el proyecto liberal de la independencia, para perpetuarse mediante el poder político como clase dominante, ya que habiéndolo sido por varios siglos había perdido su poder económico. El primer ejército de la república estaba constituido por los generales del Presidente Santana, que eran los dueños de los hatos; sus oficiales que eran sus capataces; y sus peones, que eran los soldados, se adueñaron de esta Primera República, que nació con la estampa de las reses de los hateros.

Los conservadores dominaron este período, mediante el despotismo de dos de sus caudillos, que se disputaron el poder: Pedro Santana y Buenaventura Báez. Ninguno de esos caudillos antinacionales ni sus respectivas camarillas militares y civiles, tenían fe en la República. La sacrificaron a sus despropósitos, a pesar de la lucha, el martirologio y los sacrificios del partido liberal de la independencia, el de Juan Pablo Duarte, el ideólogo y fundador de la República y sus filorios, que siempre creyeron en la Independencia pura y simple. La traición de Pedro Santana y su camarilla que gestionaron y lograron la Anexión a España en 1861, puso fin a la Primera República.

LA SEGUNDA REPÚBLICA

1863 a 1916.

Comienza la Segunda República con el inicio de la Guerra Restauradora, el 16 de agosto de 1863, y con el Grito de Capotillo. Tuvo como antecedentes: la revolución santiaguera de 1857 contra Báez; la invasión de Francisco del Rosario Sánchez llegado desde Haití y capturado en El Cercado con muchos de sus parciales, todos personajes del partido liberal que creían en la independencia pura. Su fusilamiento en San Juan el 4 de julio de 1861 fue un glorioso precedente al patriotismo. El levantamiento en Moca del 2 de mayo de 1861, liderado por el general José Contreras no logró encender la tea de la revolución. Los conjurados fueron fusilados en la Villa Heroica, el 19 de mayo de 1861. El levantamiento de Santiago del 24 de febrero y la insurrección militar en la línea noroeste fracasada y terminada con los fusilamientos del 17 de abril de 1863, llamada por los españoles como la "Zaragata" y que creó las condiciones para la insurrección nacional. La Guerra de la Restauración siendo sin lugar a dudas la más grande gesta del pueblo dominicano, es una guerra compleja que debe ser estudiada en sus tres grandes vertientes vertientes: En lo militar, como la guerra de liberación nacional más gloriosa de nuestro pueblo, librada exitosamente por las capas más humildes de nuestra sociedad contra el ejército español, uno de los más grande poderes militares de su época, y sus aliados locales, el ejército de las reservas comandados por el general Pedro Santana.

En lo político, como una guerra civil entre Liberales y Conservadores. Los conservadores anexionistas de Santana y los liberales partidarios de la independencia pura. De hecho los tres Padres de la Patria estuvieron de alguna forma involucrados en el proceso. Sánchez en El Cercado. Mella como ministro de guerra del gobierno restaurador y Duarte que vino a ponerse a disposición del gobierno de Santiago convirtiéndose en comisionado del gobierno ante Venezuela. En lo social y económico, como duelo amuerte entre los hateros que hicieron la anexión y los cosecheros de tabaco del norte, clase emergente que no pudo cuajar sus aspiraciones políticas en la revolución de 1857. La Segunda República realmente se establece de manera formal, después del éxito militar coronado por la batalla de Santiago del 6 de septiembre de 1863, con la instauración del gobierno de Santiago presidido por el general José Antonio Salcedo.

Lograda la Restauración de la República en 1865, tras la desocupación militar española con su aparatosa derrota militar, se inaugura un período de inestabilidad política que, tras 50 años perdería también la Segunda República, con la pérdida de la soberanía nacional. Los horrores que pusieron punto final a la Segunda República son: la inestabilidad política, el caos, la montonera, fenómenos ocasionado por las luchas por el poder, primero por los líderes restauradores y después por las guerras entre conservadores y liberales agrupados en el partido azul de los restauradores y el partido rojo de Buenaventura Báez, rehabilitado por las contradicciones del mismo partido azul, aliado con los remanentes del santanismo para combatir al caudillo antinacional por excelencia.

Estas contradicciones, el continuismo, el despotismo de Báez, la guerra de los seis años, las luchas democráticas del soldado de la democracia, el general Gregorio Luperón, la dictadura del general Ulises Heureaux (1884- 1899), líder del partido azul, su ajusticiamiento en 1899, las luchas del movimiento liberal del 26 de julio, la revolución de los presos de 1903, la Unión, la Desunión, las guerras entre los partidos Horacista y Jimenista, el gobierno de Mon Cáceres, su reelección, la convención dominico americana de 1907, su asesinato en 1911. La cruenta guerra del 12 y el desperdicio del heroísmo dominicano enloquecido en el despropósito de la montonera, el caudillismo y la inviabilidad y debilidad del Estado que no podía cumplir con sus compromisos comerciales acabaron con la Segunda República que finalizó en 1916, sumida en el caos con la oprobiosa intervención norteamericana de 1916 que tal como pasó con la Primera República, perdió de nuevo su soberanía nacional.

LA TERCERA REPÚBLICA

1924 a 1965.

Con las elecciones de 1924, efectuadas tras ocho años de ocupación estadounidense y posibilitadas por el acuerdo Hughes-Peynado en el marco de la resistencia guerrillera de los llamados gavilleros y las jornadas cívicas persistentes del partido nacionalista bajo la orientación de don Américo Lugo. Estas elecciones llevadas a cabo entre el fervor nacionalista y la paulatina desocupación del territorio nacional por las fuerzas militares extranjeras tuvieron un resultado, que aunque claro, consideramos contradictorio ya que resultó ganador de este torneo electoral el general mocano Horacio Vásquez que siendo el líder del movimiento 26 de julio aparentemente liberal fue por su marcada y recurrente ambición de poder una de las causas de la tragedia nacional que nos condujo a la pérdida de nuestra soberanía.

La corrupción de su gobierno, la politización del ejército y su actitud continuista crearon las condiciones para el advenimiento de Rafael Leonidas Trujillo Molina que emerge en el poder tras unas elecciones en 1930 en las que la oposición encabezada por Federico Velázquez, víctima de la represión, se vio forzada a retirarse.

Las reelecciones sucesivas o la ocurrencia de una serie de presidentes títeres, resumen con Rafael Leonidas Trujillo la permanencia de un régimen despótico de 31 años, que finalizó en 1961 con el ajusticiamiento del dictador el 30 de mayo y el derrocamiento del presidente Joaquín Balaguer en diciembre de ese mismo año.

La instauración de un régimen de facto en medio de una transición imperfecta hacia la democracia produjo las elecciones de 20 de diciembre de 1962 en las que terciaron el Partido Revolucionario Dominicano y la Unión Cívica Nacional, resultando ganador el profesor Juan Bosch, candidato del Partido Revolucionario Dominicano, siendo derrocado siete meses después por un golpe militar en septiembre de 1963.

Las consecuencias de este golpe de Estado, que cercenó el primer ensayo democrático en la República Dominicana fueron la llamada guerrilla de Las Manaclas, aunque se escenificó en otros lugares del país, bajo el liderato de Manolo Tavarez Justo, líder del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, y la instauración del llamado Triunvirato, Gobierno de facto de la ultraderecha que después de la eliminación de los brotes guerrilleros y de la ejecución en masa de la mayoría de sus participantes, quedó reducido a una sola persona, el doctor Donald Reid Cabral quien gobernó hasta que fue derrocado por un movimiento popular, cívico-militar que pedía la vuelta a la Constitución de 1963 y el retorno al poder del presidente Juan Bosch.

Este movimiento llamado también Revolución Constitucionalista del 24 de abril de 1965, se convirtió en una guerra de liberación nacional a partir del 28 de abril del mismo año, cuando una nueva intervención militar norteamericana puso fin a la tercera república, con una nueva pérdida de la soberanía nacional


CUARTA REPÚBLICA

1966 a 2O12.

La Cuarta República comienza con la elección del Presidente Joaquín Balaguer en 1966. Fueron unas elecciones bastante reñidas y plagadas de incidentes. El país se hallaba parcialmente ocupado y la población civil armada, los efectos y secuelas de la postguerra se manifestaron a partir de la Constitución de 1966. Los antecedentes de la Cuarta República explican en gran parte su actual crisis. La transición tortuosa acaecida a raíz de la muerte del déspota de San Cristóbal en 1961, fue, en realidad, un tránsito desde el trujillismo unipersonal hacia un trujillismo plural, fruto de un acuerdo que favorecía a los elementos fácticos del poder. La burguesía nacional, relegada, contenida y humillada por el déspota, después de ser sometida, tomó o retomó parte de la herencia de ese régimen neo-patrimonialista, cuando el Estado y los poderes fácticos, con la anuencia de una clase política inexperta, se repartieron sus empresas, concesiones y facilidades, apareciendo varios de sus miembros representados en el Consejo de Estado.

La Iglesia Católica, aliada del régimen por décadas, recibió a cambio de su papel de elemento de presión, muchas edificaciones y facilidades, enemistándose con el régimen en sus postrimerías de forma oportuna, estuvo representada también en el Consejo de Estado por uno de sus prelados.

Las Fuerzas Armadas, coto privado del dictador, su sostén primordial y elemento fáctico más retardatario para los cambios, tras una tala conveniente de los jerarcas de primera línea, participó en el trato del trujillismo plural, recibiendo su cuota de poder, tras el florecimiento de liderato fundamentalmente trujillista en su funcionalidad.

El poder extranjero, con la injerencia de los Estados Unidos, catalizó todo el proceso y le dio dirección, en medio de la Guerra Fría, la invasión de Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles y el temor de que la crisis dominicana degenerara en una nueva Cuba, guardando atención al origen y naturaleza de ambos procesos.

En este caso, los Estados Unidos articularon los poderes fácticos para la lucha anticomunista y, en tal virtud, los esgrimieron como armas para abortar la Constitución liberal y democrática del 1963, auspiciando el golpe de Estado contra el profesor Juan Bosch e interrumpiendo el proceso democrático en el país bajo la acusación de que era comunista. La participación de la Iglesia, las FFAA, la oligarquía y el poder extranjero manifiestan claramente el acuerdo aquí denunciado.

La Constitución del 1963, la del profesor Juan Bosch, fue la Constitución más liberal y democrática del país, la cual sentaría las bases de una verdadera democracia en el país, satisfaciendo las expectativas de la población, su sed de libertad y sus derechos.

El otro antecedente importante de la Cuarta República es el Gobierno Constitucionalista del coronel Caamaño Deñó, quien juró sobre la Constitución del 63 representando la parte del país que estaba en armas contra la invasión extranjera. La misma oprobiosa intervención militar norteamericana, es otro antecedente indeseable junto a la participación de aquellos políticos que la auparon y la aplaudieron hasta lograr que la misma fuera la segunda de nuestras revoluciones burguesas inconclusas.

Debemos recordar que las guerras civiles no las gana nadie, las pierde el pueblo, porque con ellas se quebranta seriamente la cohesión nacional, condición imprescindible para mantener su defensa y su desarrollo.

El gobierno surgido en 1966 de las urnas humeantes por la guerra civil, no hizo otra cosa, en medio de las circunstancias del resultado de la Guerra de Abril que favorecían su proyecto político, que adecuar de manera oportunista la funcionalidad trujillista del Estado, fruto anterior del acuerdo de conveniencia de los poderes fácticos, dándole legitimidad a un neo trujillismo plural, cuyo liderazgo recayó en Balaguer que se convirtió en el líder indiscutible de la clase conservadora del país.

Para ello, apoyado en las llamadas condiciones externas, el descalabro político de las articulaciones de la clase oligárquica del país en las elecciones de 1963 frente a Bosch, la represión de los sectores retardatarios y sus indiscutibles habilidades y destrezas políticas, reflejo de su experiencia trujillista, Balaguer guardando las apariencias convenientes de la hora ensambló meticulosamente una especie de despotismo ilustrado que dejó intacta la funcionalidad trujillista del Estado, pero que ponía distancia aparente en la forma de su gobierno civil, no solo con el antecedente odioso de la tiranía a la que había servido por 31 años, sino también a la epidemia de dictaduras militares de América Latina durante la Guerra Fría, estado de excepción articulado por el poder extranjero en su guerra geoestratégica, bajo el argumento de defender los Estados dependientes, ocupándolos militarmente, contra la amenaza de la llamada subversión comunista internacional. Balaguer lo hizo, bajo la cobertura democrática, con el mismo rigor reaccionario de otras latitudes, disfrazando el antiguo régimen neo-patrimonialista de Trujillo, con un modelo neo-desarrollista basado en las obras públicas, la expansión de la llamada clase media, el fomento industrial industrial, la infraestructura turística, parapetado en la realidad de un país todavía rural, donde sobrevivía el modelo de la vieja dictadura, sobre el control de la población y sus recursos. Lo que quiere decir que Balaguer no solo cimentó su régimen continuista sobre los escombros de la desparecida dictadura, sino que la revistió de los elementos y los afeites que le permitirían perpetuarse en el tiempo frente a las nuevas condiciones existentes.

Sus leyes agrarias, no solo sirvieron a ese propósito de hábil golosina política, sino que fueron una respuesta vigorosa e inteligente a la estrategia de organizaciones como el MPD que se plantearon como táctica el trabajo en el campo.

La Cuarta República

se inició en la post guerra, con otra guerra clandestina que desangró una parte importante de la juventud revolucionaria dominicana enfrentada al gobierno de Joaquín Balaguer, sobre todo después de asumir la tesis del golpe de Estado revolucionario.

La guerra armada de los sectores revolucionarios contra el gobierno balaguerista, capítulo de nuestra historia poco estudiado, resume como referente insoslayable de este período, la vigencia del viejo heroísmo dominicano presente en las cuatro repúblicas, con figuras destacadas como la de Amaury Germán Aristy y sus Palmeros, el Coronel Francisco Alberto Caamaño y sus compañeros de guerrilla, Otto Morales, Amín Abel, Orlando Mazara, Maximiliano Gómez, Homero Hernández y muchos otros caídos, muertos no como mártires inválidos de acción, sino como combatientes de una guerra planteada en sus convicciones y acciones revolucionarias.

Por los efectos de esa arritmia histórica de la que han hablado Bosch y otros de nuestros pensadores, la Guerra Fría, en su versión militar, terminó en la República Dominicana, a pesar de algunos remanentes como los de Ruborosa Fermín en 1973 con la derrota militar de la llamada Guerrilla de Caracoles y políticamente hablando, 5 años después, en 1978, con el triunfo del Partido Revolucionario Dominicano y el cambio de mando político que puso fin al llamado régimen de los doce años. Como pasaría después en toda América Latina, la victoria militar sobre la izquierda revolucionaria, no se tradujo en victoria política y los sectores conservadores de los países a la vuelta de algunos años sucumbieron en las urnas frente a las coaliciones de las fuerzas liberales y progresistas del sistema. A pesar de los cambios democráticos indiscutibles fruto de los cambios de gobierno y de partidos en el mando político y el trujillismoo el balaguerismo como expresión renovada y remozada del mismo, siguió vivo en la funcionalidad del Estado, garantizando su permanencia en el escenario tras cada elecciones y relevos de partidos del sistema en la dirección del Estado.

La llamada partidocracia que ejerce el poder en la República Dominicana, no ha resuelto los problemas básicos de la población porque ha estado prisionera por conveniencias de la funcionalidad trujillista de un Estado secuestrado desde hace más de cuarenta años por una pandilla antinacion antinacional que solo piensa en sus propios intereses.


FUENTE: Revista VRepublica

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