José Miguel Soto Jiménez - 2/20/2010
FUE INOBJETABLE PARA LLEGAR HASTA DONDE LLEGÓ Y LOGRÓ PASAR EL CEDAZO DEL “JEFE”
Santo Domingo.- Sabemos sin lugar a dudas que ascendidos todos en 1951, Trujillo recibió en su despacho la promoción del cuarenta y nueve en dos grupos, como ya he dicho, y que habló con todos y cada uno de los tenientes haciendo gala de que conocía casi a todos por sus referencias familiares:
A Pérez y Pérez lo conocía bien pues había sido alistado en la famosa “28 compañía” de “armas auxiliares” de la que después seria prestigioso comandante. A Cristian Valdez por ser de San Cristóbal le preguntó por “Pancho” su padre. A Hermon Meléndez le preguntó por su familia de Ciudad Nueva.
A “Tunti” lo saludó como un familiar no solo porque era amigo de Ranfis, sino porque su padre el general Fernando A. Sánchez había sido su hombre de confianza en los cuarteles desde el principio del régimen.
A Ramiro Matos recomendado por el general Ernesto Pérez de quien era pariente, encontrándoselo demasiado delgado le ordenó engordar lo más rápido posible.
Con Herasme Batista habló largo y tendido sobre Neiba y sus cruces.
Con Osiris Perdomo conversó sobre conocidos de la Vega y de deportes, y con Amadito después de hacerse el que desentrañaba su origen y sus parentescos pretéritos, supuestamente impresionado por su corrección y su estampa, lo trasladó a la “Guardia Presidencial”.
El caso del teniente Hermon Meléndez, compañero de Amadito, ilustra esa manera peculiar de manejar las disidencias y las faltas. De servicio en la puerta de entrada en “Fundación”, comete la falta de no mandarle la debida ¡atención! al auto del “Jefe”, al no reconocerlo.
Arrestado y en grave aprieto, uno de sus superiores intercede ante Trujillo, bajo el alegato de que siendo recluta no lo reconoció, el airado señor entonces ordena su traslado inmediato a la “Guardia Presidencial”, para que así lo conozca.
Las fuentes
Dos eventos pintorescos, recuerda el general Matos del día que visitó a Trujillo a Palacio con motivo de su ascenso. Un capitán, oficial de tropa, reconocido por Trujillo, es recriminado por el generalísimo por lo “acabado y envejecido” que está, el capitán responde, con firmeza: “de beber romo malo con usted en el Seíbo, señor”. Trujillo repite incrédulo la observación, solo para que el capitán repita sin inmutarse la respuesta, ante la sonrisa de su hermano “Negro” que está a su lado y la risa indulgente del propio Trujillo el capitán sale de lance con expresiones de aprecio. Otro oficial medico, al que se le pregunta cuál es su profesión, responde: “medico señor”, Trujillo se voltea hacia su hermano, como diciéndole con un gesto recriminador, que el oficial no sabe su profesión. Trujillo repite inquisitivo la pregunta y el oficial responde: militar señor, solo porque se lo ha soplado el mismo “Negro”.
Por dos fuentes invaluables podemos conocer como llegó el teniente Amado García a la conspiración y a la conjura. La primera es el testimonio de los oficiales superiores y compañeros de García Guerrero en el Cuerpo de Ayudantes Militares, uno de ellos documental, como es el caso excepcional de uno de sus compañeros de trabajo, el ex teniente Pantolín de Castro Beras, en su libro: “Trujillo y mis Vivencias”, o el testimonio oral y calificado del general Marcos Jorge Moreno, quien fuera su “jefe” y hasta cierto grado su protector.
La otra fuente también de valor excepcional la constituye el trabajo de su pariente Luis Salvador Estrella Mueses, en su libro: “Salvador Estrella Sahdala. Del complot a la gloria”.
Los datos arrojados por su ficha militar son bastantes convencionales: Fue tirador muy bien calificado con varias armas. Tiene las condecoraciones propias de su graduación y antigüedad, no tiene faltas disciplinarias graves. Tiene también la condecoración de Constanza, Maimón y Estero Hondo.
Pero sobre todo, antes de llegar al “CAM” prestó servicio en La “Guardia Presidencial”, una especie de “unidad elite” que exigía no solo buena presencia, corrección, espíritu militar, disciplina y buenas costumbres, sino confiabilidad extrema, confianza a toda prueba y lealtad probada.
En esta unidad que tiene a su cargo la seguridad de la “casa de gobierno” y todo el ceremonial presidencial, el primer teniente Amado García se desempeña como instructor y llega alcanzar notoriedad como tal, además de que es todo un estilista en el manejo del sable de mando y en el desempeño de las ordenanzas correspondientes al orden cerrado y abierto.
Sabemos que llega después al “Cuerpo de Ayudantes del Generalísimo” en 1958, estación de servicio que exige de una depuración profunda y una recomendación muy especial, lo que quiere decir que ahí no llegaba cualquiera, ni tampoco llegaba el que quería sino el que podía.
García Guerrero fue inobjetable para llegar donde llegó, y sobre todo, logró pasar el cedazo escrutador del “Jefe”, que presumía de conocer la intima convicción de las personas con tan sola una mirada, y que a su decir, le desnudaba el alma al “más pintado”. La gente de su entorno decía que el “jefe” conocía “al cojo sentado y al tuerto durmiendo” y en realidad, acostumbrado a bregar con la gente, hacía gala de buena intuición con relación a la naturaleza humana.
Pienso que en cuanto Amadito, su intuición no se equivocó, porque cuando Trujillo lo trató era eso mismo: un correcto oficial disciplinado, de buen vestir tal como le agradaba al dictador, trabajador, cumplidor, esbelto, con carácter, postura marcial, reservado y bien parecido. Su mirada limpia no albergaba las dudas que en ese momento no tenía, ni siquiera por asomo.
Fuente: Lisitin Diario
A Pérez y Pérez lo conocía bien pues había sido alistado en la famosa “28 compañía” de “armas auxiliares” de la que después seria prestigioso comandante. A Cristian Valdez por ser de San Cristóbal le preguntó por “Pancho” su padre. A Hermon Meléndez le preguntó por su familia de Ciudad Nueva.
A “Tunti” lo saludó como un familiar no solo porque era amigo de Ranfis, sino porque su padre el general Fernando A. Sánchez había sido su hombre de confianza en los cuarteles desde el principio del régimen.
A Ramiro Matos recomendado por el general Ernesto Pérez de quien era pariente, encontrándoselo demasiado delgado le ordenó engordar lo más rápido posible.
Con Herasme Batista habló largo y tendido sobre Neiba y sus cruces.
Con Osiris Perdomo conversó sobre conocidos de la Vega y de deportes, y con Amadito después de hacerse el que desentrañaba su origen y sus parentescos pretéritos, supuestamente impresionado por su corrección y su estampa, lo trasladó a la “Guardia Presidencial”.
El caso del teniente Hermon Meléndez, compañero de Amadito, ilustra esa manera peculiar de manejar las disidencias y las faltas. De servicio en la puerta de entrada en “Fundación”, comete la falta de no mandarle la debida ¡atención! al auto del “Jefe”, al no reconocerlo.
Arrestado y en grave aprieto, uno de sus superiores intercede ante Trujillo, bajo el alegato de que siendo recluta no lo reconoció, el airado señor entonces ordena su traslado inmediato a la “Guardia Presidencial”, para que así lo conozca.
Las fuentes
Dos eventos pintorescos, recuerda el general Matos del día que visitó a Trujillo a Palacio con motivo de su ascenso. Un capitán, oficial de tropa, reconocido por Trujillo, es recriminado por el generalísimo por lo “acabado y envejecido” que está, el capitán responde, con firmeza: “de beber romo malo con usted en el Seíbo, señor”. Trujillo repite incrédulo la observación, solo para que el capitán repita sin inmutarse la respuesta, ante la sonrisa de su hermano “Negro” que está a su lado y la risa indulgente del propio Trujillo el capitán sale de lance con expresiones de aprecio. Otro oficial medico, al que se le pregunta cuál es su profesión, responde: “medico señor”, Trujillo se voltea hacia su hermano, como diciéndole con un gesto recriminador, que el oficial no sabe su profesión. Trujillo repite inquisitivo la pregunta y el oficial responde: militar señor, solo porque se lo ha soplado el mismo “Negro”.
Por dos fuentes invaluables podemos conocer como llegó el teniente Amado García a la conspiración y a la conjura. La primera es el testimonio de los oficiales superiores y compañeros de García Guerrero en el Cuerpo de Ayudantes Militares, uno de ellos documental, como es el caso excepcional de uno de sus compañeros de trabajo, el ex teniente Pantolín de Castro Beras, en su libro: “Trujillo y mis Vivencias”, o el testimonio oral y calificado del general Marcos Jorge Moreno, quien fuera su “jefe” y hasta cierto grado su protector.
La otra fuente también de valor excepcional la constituye el trabajo de su pariente Luis Salvador Estrella Mueses, en su libro: “Salvador Estrella Sahdala. Del complot a la gloria”.
Los datos arrojados por su ficha militar son bastantes convencionales: Fue tirador muy bien calificado con varias armas. Tiene las condecoraciones propias de su graduación y antigüedad, no tiene faltas disciplinarias graves. Tiene también la condecoración de Constanza, Maimón y Estero Hondo.
Pero sobre todo, antes de llegar al “CAM” prestó servicio en La “Guardia Presidencial”, una especie de “unidad elite” que exigía no solo buena presencia, corrección, espíritu militar, disciplina y buenas costumbres, sino confiabilidad extrema, confianza a toda prueba y lealtad probada.
En esta unidad que tiene a su cargo la seguridad de la “casa de gobierno” y todo el ceremonial presidencial, el primer teniente Amado García se desempeña como instructor y llega alcanzar notoriedad como tal, además de que es todo un estilista en el manejo del sable de mando y en el desempeño de las ordenanzas correspondientes al orden cerrado y abierto.
Sabemos que llega después al “Cuerpo de Ayudantes del Generalísimo” en 1958, estación de servicio que exige de una depuración profunda y una recomendación muy especial, lo que quiere decir que ahí no llegaba cualquiera, ni tampoco llegaba el que quería sino el que podía.
García Guerrero fue inobjetable para llegar donde llegó, y sobre todo, logró pasar el cedazo escrutador del “Jefe”, que presumía de conocer la intima convicción de las personas con tan sola una mirada, y que a su decir, le desnudaba el alma al “más pintado”. La gente de su entorno decía que el “jefe” conocía “al cojo sentado y al tuerto durmiendo” y en realidad, acostumbrado a bregar con la gente, hacía gala de buena intuición con relación a la naturaleza humana.
Pienso que en cuanto Amadito, su intuición no se equivocó, porque cuando Trujillo lo trató era eso mismo: un correcto oficial disciplinado, de buen vestir tal como le agradaba al dictador, trabajador, cumplidor, esbelto, con carácter, postura marcial, reservado y bien parecido. Su mirada limpia no albergaba las dudas que en ese momento no tenía, ni siquiera por asomo.
Fuente: Lisitin Diario
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