sábado, 17 de julio de 2010

La Era del Petróleo*

Los avances de los dos últimos siglos están conectados con el aumento masivo de la energía generada por la quema de combustibles fósiles. No sólo es significativa la cantidad de petróleo que reste extraer, sino también la velocidad de explotación y consumo. De acuerdo con la curva de Hubbert, de 1859 a 1969 se consumieron 227.000 millones de barriles de petróleo. La mitad de ese petróleo fue extraído en los primeros cien años, pero la segunda mitad, en sólo 10 años (de 1959 a 1969). De continuar esta tendencia, las reservas existentes se habrán explotado hasta su agotamiento en muy breve tiempo. El problema crucial no es realmente hasta cuándo habrá reservas de petróleo, sino considerar los conflictos y contradicciones inherentes a la civilización del petróleo, lo cual nos hace dudar de la viabilidad de una civilización que requiere enormes flujos de energía.

Con sólo el 5 % de la población mundial, EE.UU. consume el 26 % del petróleo mundial. Si China e India quisieran tener el mismo nivel de vida, necesitarían 50 % más que el total de la demanda mundial. La industria del petróleo, con ganancias de 2 a 5 billones de dólares anuales, es la más poderosa del mundo. Comprende no sólo los yacimientos, sino también productos petroquímicos, plásticos y medicinas. La agricultura, por ejemplo, depende en gran medida del petróleo: no sólo para el combustible de los tractores, sino también por los fertilizantes, herbicidas, insecticidas. En 1910 había 25.000 tractores en EE.UU., en 1960, ya había cuatro millones y medio. El uso de fertilizantes aumentó de 13 millones en 1950 a 130 millones de toneladas en 1990 y el uso de pesticidas pasó de 90.000 kilos a 2.900 millones de kilos.

Los enormes costos y la estructura que gira en torno al petróleo tienden a configurar economías de escala con gran concentración de poder, lo que genera tensiones económicas, políticas, sociales y ambientales. En 2000, el valor de las fusiones y adquisiciones corporativas alcanzó 15 billones de dólares, superando el PNB de 182 países. Pero como el control del flujo energético y de la infraestructura económico-tecnológica de la era del petróleo exige también invertir cada vez más en equipamiento militar, la política de defensa es el polo industrial más importante en Estados Unidos. El Departamento de Defensa absorbe el 90 % del presupuesto de investigación aplicada en ingeniería electrónica, y el 88 % de la investigación en informática.

La civilización del petróleo generó una cosmovisión, pautas de comportamiento, creencias y valores desde los que se interpreta el mundo y se canaliza la energía colectiva. Estas coordenadas y valores reflejan las exigencias de las máquinas: precisión, velocidad, exactitud, calculabilidad. La humanidad ya no se concibe como formando parte de la naturaleza y el progreso se redujo a un subproducto del avance tecnoindustrial y del crecimiento del capital.

Hay que tomar conciencia acerca de que, aunque es necesario ahorrar energía, reemplazar paulatinamente las energías fósiles por energías renovables será insuficiente si no modificamos nuestra visión del mundo, nuestra percepción de los problemas y de sus verdaderos alcances. Aún siendo sumamente importante un recambio del sistema energético, lo más urgente es un cambio radical de nuestro sistema de valores. Es necesario re-definir el concepto de progreso. El ideal de progreso ilimitado deberá ser reemplazado por una conciencia enfocada a la necesidad de imponer límites al consumo desmedido de las reservas naturales y el despilfarro de recursos.

También será necesaria una re-formulación de la ética. A los conocidos criterios de valoración propuestos por la ética de la intención y la ética de la responsabilidad deberemos agregar el encuadre de la ética de la precaución, que requiere prudencia con respecto a avances tecnológicos cuyos efectos a largo plazo son difíciles de evaluar. Será necesario elaborar una nueva antropología, en la que el hombre no se considere dueño, sino parte de la naturaleza, y tome conciencia del destino común de la humanidad.

Estos criterios no configuran un programa ni son exhaustivos. Simplemente, muestran que la superación de la crisis actual no se limitará a un recambio energético y tecnológico. Implicará cambios muy profundos que modificarán totalmente nuestra manera de percibir el mundo, la sociedad, la economía y la política. Y, sobre todo, modificarán la forma de percibir nuestra propia condición humana y nuestro lugar en el planeta.?

María J. Regnasco
Editora Invitada
Profesora Titular de Problemática del Mundo Actual
Universidad Abierta Interamericana

*Las ideas, afirmaciones y opiniones expresadas no son necesariamente las de la OEA ni de sus Estados miembros. La responsabilidad de las mismas compete a sus autores.

fuente> Portal Educativo de Las Americas

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