sábado, 7 de junio de 2014






Se puede frenar la expansión de virus transmitidos por insectos?

 

 “Pequeñas picaduras, grandes amenazas”, se centra en las enfermedades transmitidas por vectores como el dengue o la malaria

Más de la mitad de la población mundial está en riesgo de adquirir estas enfermedades.

En medicina, los vectores (del latin vector, vectoris, ‘que conduce’), son aquellos agentes, en su mayoría insectos, que pueden transmitir una enfermedad de una persona (o animal) a otra. Las picaduras o mordeduras de los vectores pueden propagar una gran variedad de patógenos, incluyendo bacterias, parásitos y virus. Bacterias como la Borrelia burgdorferi (causante de la enfermedad de Lyme), parasitosis como la malaria o la enfermedad de Chagas y virus como el dengue son algunos de los ejemplos más importantes.

Las enfermedades transmitidas por vectores (ETV) son conducidas por mosquitos, moscas, garrapatas, chinches o incluso caracoles. Representan un problema de salud mundial de primera magnitud, hasta el punto de que más de la mitad de la población mundial está en riesgo de adquirir estas enfermedades. Además, son las áreas más desfavorecidas y con menos recursos económicos las más afectadas. Como ejemplo del impacto de las ETV, se calcula que la malaria causa la muerte de más de 600.000 personas al año, la mayoría niños en África sub-sahariana.

En los últimos años, considerables esfuerzos se han realizado en el estudio y prevención de las ETV, logrando reducir la incidencia y mortalidad de algunas de ellas. Sin embargo, otras ETV no solo no han disminuido sino que se encuentran claramente en expansión. Debemos destacar aquí a los virus transmitidos por artrópodos (arbovirus), un amplio grupo de virus con más de 100 especies que pueden afectar al hombre. Entre los arbovirus de importancia se encuentran la fiebre amarilla, la encefalitis japonesa, la encefalitis transmitida por garrapatas, el virus West Nile o el virus chikungunya. El más importante de todos los arbovirus es el dengue, cuya incidencia se ha multiplicado por 30 en el último medio siglo, llegando a ser la enfermedad vectorial de mayor crecimiento en el mundo. Su expansión geográfica hace posible que actualmente el 40% de la población mundial viva en un área con riesgo de contraer dengue. El comercio internacional, los viajes, la urbanización y los cambios medioambientales son algunos de los factores determinantes en la re-emergencia de este virus, que actualmente circula en más de 100 países del mundo.

El espectro clínico del dengue incluye desde infecciones asintomáticas hasta síndromes febriles y cuadros graves de dengue hemorrágico. El virus se transmite por picaduras de mosquitos infectados del género Aedes. Aunque el principal vector de la enfermedad es la especie Aedes aegypti, el mosquito tigre (Aedes albopictus) también la puede transmitir y constituye una preocupación para muchos países del mundo (incluyendo España) donde se ha introducido y asentado. Una persona que ha viajado a un área endémica y vuelve a su país con dengue puede ser picada en los primeros días de la enfermedad por un mosquito Aedes, que podría infectarse y transmitir la enfermedad a otras personas. Es lo que denominamos una transmisión autóctona, para subrayar que la transmisión ha tenido lugar en el país donde la enfermedad no estaba presente. Mosquitos potencialmente transmisores existen ya en Italia, Francia o España y la amenaza ya se ha hecho realidad en los últimos años, habiéndose detectado casos autóctonos de dengue en Francia (2010 y 2013), Croacia (2010) o Italia (virus chikungunya, 2007). Afortunadamente, la frecuencia con la que esto puede ocurrir se considera bastante baja.

Los datos, sin embargo, indican que a día de hoy estamos perdiendo la batalla contra los arbovirus. No disponemos de tratamiento específico y solo contamos con vacunas contra unos pocos (fiebre amarilla, encefalitis japonesa y encefalitis transmitida por garrapatas). Dadas las características de los artrópodos transmisores, el control de los vectores es extremadamente complicado y su eliminación prácticamente imposible. Para poder frenar la expansión de esta amenaza para la salud global son imprescindibles un incremento notable en investigación, campañas de prevención, esfuerzos coordinados entre diferentes disciplinas científicas y el desarrollo de enfoques novedosos para poder combatir las ETV. En la base de estas acciones, se necesitan profesionales con una sólida formación, clara vocación y firme determinación.



Miguel J. Martínez es médico especialista del Servicio de Microbiología del Hospital Clínic de Barcelona, profesor asociado de la Universidad de Barcelona e investigador de ISGlobal

domingo, 1 de junio de 2014

CIENCIAS AL DÍA:


Resucita un bosque arrasado en la Guerra de Vietnam.

 
El manglar Can Gio era un desierto de arena y sal por los defoliantes que le lanzaron en la guerra
El bosque de manglar de Can Gio en Vietnam quedó convertido en un desierto de arena y sal por los defoliantes usados en la guerra, pero volvió a la vida gracias a la reforestación. (EFE/Eric San Juan)
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Ciudad Ho Chi Minh, Vietnam - El bosque de manglar de Can Gio, convertido en un desierto de arena y sal por los defoliantes usados durante la guerra de Vietnam, ha vuelto a la vida gracias a un programa de reforestación y la atención de sus cuidadores.
"La biodiversidad actual es casi la misma que antes de la guerra. Esto era difícil de pensar cuando comenzamos a replantar en 1978: las 40,000 hectáreas del bosque eran un desierto y apenas quedaba un árbol en pie", rememora Le Duc Tuan, secretario ejecutivo de la reserva de la Biosfera de Can Gio, reconocida por la UNESCO por su alto valor ecológico.
Este bosque pantanoso en el que se mezclan agua dulce y salada y donde conviven 700 especies animales ejerce de pulmón para Ho Chi Minh (antigua Saigón), situada apenas a 50 kilómetros y la urbe más poblada del país con siete millones de habitantes, al tiempo que la protege ante la subida del nivel del mar.
Peces, moluscos y crustáceos pueblan sus aguas y coexisten con reptiles, aves y mamíferos, como los macacos, hasta hace poco confinados en una zona adecuada para el turismo y hoy presentes en casi todo el bosque.
Durante la contienda, los guerrilleros comunistas del Viet Cong construyeron una base en la reserva natural y Estados Unidos, para deshacerse de ellos roció la zona con 2.4 millones de litros de Agente Naranja y 1.5 millones de litros de otros defoliantes menos potentes entre 1965 y 1970.

"Después de la caída de Saigón en 1975, el gobierno municipal estaba decidido a recuperar los espacios verdes y especialmente Can Gio, que es el más grande. En los tres primeros años se replantó a un ritmo de 4.000 hectáreas al año; elegimos una variedad de árbol particularmente resistente y que crece con facilidad", recuerda Le Duc Tuan.
El Gobierno reclutó a jóvenes voluntarios para ir a la provincia de Ca Mau, 400 kilómetros al sur de Ho Chi Minh, para recolectar las simientes.

"Traíamos 2.000 toneladas todos los años desde los manglares de Ca Mau. Se tardaba dos semanas en ir en busca de las semillas y volver", afirma el científico, que apenas tenía 23 años en aquel entonces.
A partir de 1981, el ritmo de replante bajó a 2,000 hectáreas anuales y en 1990 incluyeron otras especies para aumentar la biodiversidad.

En el año 2000, se dio por finalizada la reforestación, el mismo año en que la UNESCO reconoció Can Gio como reserva de la biosfera.

El mayor reto de los guardas forestales es ahora reducir la densidad del bosque para permitir que los árboles crezcan hasta alcanzar su altura máxima, de unos 30 metros.
"En los primeros años plantamos mucho porque no sabíamos cuántos árboles sobrevivirían y la prioridad era revivir el bosque. Pero después tuvimos que sacrificar árboles cada cinco años para permitir el buen desarrollo del resto, no había espacio para todos", explica Le Duc Tuan.

El científico lamenta que en los últimos años los esfuerzos de las autoridades para mejorar el bosque han disminuido y se han abandonado las talas controladas.
"El gobierno municipal nos pidió que esperáramos, que quizá el problema se resolvía de forma natural con las talas ilegales", revela el científico.
Otra de las amenazas es la progresiva invasión de especies de árboles provenientes de otros manglares situados en las costas de Malasia o Filipinas.
"Con la subida del nivel del mar, muchas semillas de esos países terminan expandiéndose por el océano y llegan a Vietnam, de la misma manera que semillas vietnamitas llegan a otras costas. Quizá en el futuro todos los manglares del mundo sean iguales", vaticina.

Pese a estos problemas, Le Duc Tuan se muestra satisfecho con la evolución de la reserva natural y se congratula al ver cómo los lugareños han aprendido a cuidar de ella, conscientes de que es una gran fuente de riqueza.
El responsable de la biosfera espera que el ejemplo de Can Gio sirva para conservar otros manglares del país muy deteriorados por el desarrollo incontrolado.
Según datos del Gobierno, sólo sobreviven en Vietnam 157,000 de las 400,000 hectáreas de manglar con que contaba el país en 1943.
 
 
 
FUENTE:SCIENCE