Letrina de ladrillos
Allen Ginsberg, el desafiante poeta de la generación “beat”, escribió un poema titulado “Aullido”. De este poema dijo el autor: “fue construido como una letrina de ladrillos”. Todas las aberraciones del tormentoso tiempo que le tocó vivir a Ginsberg, están descritas en esa famosa composición: drogas, miseria, promiscuidad sexual, crímenes, injusticias, mentiras políticas, guerras asoladoras. Dicha suma de sufrimientos va a parar, “en un llanto de saxofón”, al estremecedor “eli eli lamma sabacthani”. Las grandes religiones del mundo son abatidas por la inmundicia moral, el dinero, la sexualidad delirante. Dios parece habernos abandonado, sollozaba el saxo de aquellos “hippies” norteamericanos.
Los dominicanos no hemos podido escapar de la “letrina de ladrillos” que fue la dictadura de Trujillo. Hemos levantado una tupida red de complicidades, vergüenzas familiares, sentimientos de culpa. En algunos casos se trata de “compromisos de sangre”, de nexos creados por el crimen.
Otras veces, nos ata el simple sometimiento a la voluntad del déspota, la aceptación sin sonrojo de la arbitrariedad y el abuso. Treinta años de brutalidad no se borran con “promulgar una ley”. Es imprescindible llevar a cabo una profunda reforma escolar. Los dominicanos necesitan un “despojo” educativo que les permita ver su pasado sin refracción deformante.
La catarsis de los griegos consistía en un fuerte purgante psíquico que los libraba de sus propios demonios. Y esa era una de las funciones básicas del teatro clásico: desalojar las pasiones malsanas del fondo del alma. En la República Dominicana, algunos políticos, en contubernio con periodistas e historiadores, se han dedicado a “falsificar el pasado”. Una tarea de tergiversación que nos hunde más en “la mala conciencia”. Pero esta clase de farsa no es catártica. Al contrario, incrementa nuestra culpa, nos sumerge en total ilegitimidad.
Sólo después de cincuenta años de la desaparición de Trujillo se ha podido organizar un museo que nos muestre algunos horrores de la represión política “practicada” entre 1930 y 1961. Pero ese no es el mayor daño que nos causó el régimen tiránico de Trujillo. Lo peor ha sido el envilecimiento colectivo, el fomento de unos hábitos que conducen a iguales o parecidos resultados. La abyección es la más poderosa retranca a nuestro desarrollo económico, social y cultural.
Fuente: El HOy Digital
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