Quince Puntos sobre La Restauración
1. - En 1861 todavía la conciencia sobre nación entre las masas dominicanas
se encontraba en un estado débil e incipiente, como se puede inferir por la
facilidad con que Pedro Santana y su camarilla antinacional entregaron la
soberanía a España.
Esta situación no era ajena a la posición mayoritaria de la clase
dominante, carente de conciencia nacional. El grueso de este sector dirigente
de la política y la sociedad veía la existencia del Estado dominicano como una
solución temporal hasta que resultara factible materializar el componente
central de su programa : entregar la soberanía a una potencia extranjera, lo que
nunca dejaron de tratar de hacer, incluso desde antes del 27 de febrero de
1844, cuando los “afrancesados” pugnaban por un protectorado de Francia a
través del Plan Levasseur.
Estos sectores dirigentes anteponían sus intereses particulares a una
realización nacional colectiva. Creían que el “progreso” –con el que ampararan
sus intereses- solo podría alcanzarse por medio del dominio directo de una
potencia. Dada la visión excluyente que tenían grandes sectores de ellos, no se
sentían todavía partícipes de un conglomerado dominicano integrado. Percibían a
los sectores humildes del campo (ampliamente mayoritarios) como una masa
bárbara incapaz de sostenerse en el ordenamiento independiente. Veían esta masa
con rasgos innatos de inferioridad, sobre todo por motivos raciales.
2. - A pesar de lo anterior, estos sectores logran reciclar una hegemonía
sobre las masas, en cuyo origen tenían profundamente arraigados los mecanismos
patriarcales de la dominación social que provenían de la colonia. La amenaza constante
de los gobiernos haitianos, materializada en varias invasiones, reafirmó esta
capacidad hegemónica, que tuvo por principal manifestación el liderazgo de
Pedro Santana, cuya presencia en la presidencia se consideraba indispensable
para la salvaguarda de la independencia.
Todo esto explica la facilidad con que los trinitarios, dirigidos por Juan
Pablo Duarte, de orientación liberal, los gestores de la constitución del
Estado dominicano, fueron vencidos en el conflicto desencadenado entre junio y
julio de 1844. El liberalismo se mantuvo como una propuesta marginal desde
entonces hasta 1861.
Esto no tenía nada de raro en razón de la estructura social existente en el
país, caracterizada por la primacía de una masa campesina independiente y
dispersa, alejada de las relaciones de mercado. Los campesinos por sí mismos no
tenían las condiciones para generar conciencia nacional, y se inclinaban a
aceptar las propuestas de los conservadores en el poder, basadas en el orden,
la autoridad, la tradición y la religión.
3. – Aún así, hubo conatos relevantes contra la implantación del orden
anexionista por Santana. En varias ciudades, personas, en su mayoría de origen
modesto, armaron tentativas insurreccionales. Entre estos movimientos
sobresalió el dirigido por José Contreras en Moca.
Pero fue Francisco del Rosario Sánchez quien encabezó la oposición más
importante a la anexión, con apoyo del gobierno haitiano y de la mayor parte de
los jefes políticos que seguían a Buenaventura Báez. Si bien Sánchez y muchos
de sus compañeros fueron fusilados, quedó el eco de la vibrante protesta
nacional y de la forma bárbara en que fue aplastada.
4. - Pero hubo que esperar a que el orden anexionista se manifestara en su
esencia. El objetivo del progreso que prometían sus seguidores y los españoles
en el poder solo vendría a ser posible sobre la base de la extorsión a la masa
campesina. Proliferaron los impuestos y la protección de las mercancías
importadas de la metrópoli.
Por otro lado, gran parte de los sectores dirigentes fueron afectados en
sus intereses. Los peninsulares españoles llegados de Cuba desplazaron a la
camarilla conservadora de Santana, sobre muchos de cuyos miembros cayó también
el estigma del racismo. Este conflicto culminó con la renuncia de Pedro Santana
a la condición de capitán general y su posterior muerte ante el asedio de los
jefes españoles.
También los comerciantes, en su mayoría extranjeros, fueron afectados por
el proteccionismo metropolitano, por lo cual una parte de ellos fue retirando
el apoyo a la anexión, que había inicialmente otorgado, por compartir el
criterio conservador de la inviabilidad del Estado dominicano, puesto que
buscaba seguridad y garantías a sus intereses.
5. - El desencadenamiento de la oposición armada a la anexión, desde febrero
de 1863, puso de relieve la forma defensiva con que los dominicanos humildes
hacían valer sus intereses. El estado opresivo generalizado y la práctica del
racismo condujeron a muchos dominicanos “de color” a la conclusión de que se
preparaba el restablecimiento de la esclavitud, puesto que todavía existía en
Cuba y Puerto Rico. En cualquier caso, la opresión que se implantó resultaba
intolerable para un pueblo con cuarenta años de vida republicana independiente.
En tal situación, la oposición a la anexión resultaba ser un asunto de vida
o muerte. Los dominicanos se fueron identificando cada vez más en su postura de
rechazo al orden extranjero. Este, en vez de rectificar, profundizó sus
ejecutorias de explotación y opresión. Las masas estaban dispuestas a sumarse a
una nueva hegemonía política.
6- . En agosto de 1863 se inició la guerra de la Restauración, como un
levantamiento del pueblo. Era diferente a todos los movimientos anteriores, que
habían sido gestados por personas urbanas de clase media o alta. Esta novedad
fue advertida ya en aquella época. Fue gracias a la potencia de la
efervescencia popular que se sumaron otros sectores de clase media urbana
principalmente o de medios rurales dirigentes, los cuales se sentían lesionados
en sus intereses por las políticas públicas de la anexión o bien actuaban
movidos por un sentimiento de conciencia nacional.
Los sectores “arrastrados” a la insurrección, que incluían burgueses de las
escasas ciudades, clase media, propietarios rústicos prósperos e incluso
integrantes de la burocracia gobernante, suplieron la incapacidad del
campesinado para gestar un ordenamiento político distinto. Los campesinos
simplemente se resistían y pugnaban por el retorno al pasado con el fin de que
continuara el esquema de su independencia social. Los urbanos de clase media y
clase alta se plantearon un cambio político que coincidía con el instinto
campesino : la Restauración, esto es, el retorno al sistema republicano
independiente los unificaba a todos, tanto en el terreno de la emergencia de un
ideal nacional como de los intereses particulares.
7. - En la Guerra de la Restauración hizo aparición un sector político de
orientación nacional y liberal. Representaba una generación nueva de la
política, que estaría parcialmente en el origen del llamado Partido Azul. El
núcleo principal de este nuevo sector tenía su asiento en Santiago y en menor
medida en otras ciudades del Cibao. Algunos de sus integrantes eran ya
políticos o intelectuales reconocidos, como Ulises Espaillat, Pedro Francisco
Bonó y Benigno Filomeno de Rojas. Otros eran personas desconocidas, como
Gregorio Luperón, José Antonio Salcedo o Benito Monción. Algunas figuras del
viejo régimen también participaron, como el general Gaspar Polanco, de la Línea
Noroeste.
Entre los adalides en cuestión había dos orientaciones básicas. Por una
parte, los que enarbolaban un ideario liberal de nuevo tipo, como Ulises
Espaillat, Belisario Curiel, Gaspar Polanco y Manuel Rodríguez Objío, entre
tantos otros. También se encontraban presentes antiguos partidarios de
Buenaventura Báez, éstos identificaban la anexión con Pedro Santana. Operaron
con cierta autonomía respecto a su líder, quien no tardó en pactar con España
con la esperanza de desplazar a Santana.
8.- La Restauración fue una guerra invencible de los dominicanos, no
obstante el esfuerzo desplegado por España para mantener su dominio. Los
españoles enviaron grandes contingentes de tropas y gastaron enormes sumas de
dinero. La aventura colonialista terminó siendo contraproducente para sus
intereses como potencia. Se obcecaron a causa de la estrategia geopolítica que
asociaba el dominio sobre el país con la perpetuación de las colonias en Cuba y
Puerto Rico.
Los patriotas se beneficiaron con el apoyo masivo de la mayoría del pueblo.
No hubo reparos para armar las tropas necesarias para la guerra nacional. Cerca
de diez mil dominicanos estuvieron enrolados en el ejército dominicano.
Tuvieron éxito al enfrentar tropas enemigas superiores en número y dotadas de
disciplina y armamentos modernos. La clave de esta capacidad fue la táctica de
la guerra de guerrillas, esbozada por dos de los adalides de la guerra : el
antiguo trinitario Matías Ramón Mella y Ulises Espaillat, quienes ocuparon la
vicepresidencia de la República.
9.- De acuerdo con esta táctica, los dominicanos estaban preparados para
retirarse ante fuerzas superiores cada vez que fuera necesario. Atacaban solo
en condiciones ventajosas. Se disolvían en cantones donde coexistían pocos
cientos o decenas de guerreros “mambises”. Operaban además mayormente de noche.
Estaban habituados al medioambiente, por lo que sometieron a los españoles a la
defensiva.
De paso, no está claro el origen del denominativo que se adjudicaron los
insurgentes : “mambises”. A inicios del siglo XIX, tuvo protagonismo un oficial
llamado Juan Mambí, perteneciente originalmente a las tropas auxiliares. No se
sabe en realidad por qué se denominaron así los combatientes patriotas, pero
esto se produjo desde los primeros días de la contienda. Lo interesante es que
no se mantuvo tras la salida del ejército español y que en Cuba, tres años
después, los insurgentes contra el dominio español asumieron tal denominativo,
tal vez a instancias de numerosos dominicanos que participaron en la guerra de
independencia de Cuba.
Las condiciones naturales fueron el mayor aliado de los restauradores. Tal
aprovechamiento es normal en resistencias de este género, como aconteció en
Rusia contra Napoleón Bonaparte. El calor, los mosquitos, la falta de sueño, el
paludismo y otras enfermedades más mortíferas, como el cólera, causaron el
fallecimiento de muchos más españoles que las balas o los asaltos con machetes
y lanzas.
10. - Esta guerra pudo ser librada únicamente gracias al apoyo material de
la población rural trabajadora. Para sostener las tropas, el gobierno
restaurador impuso un severo régimen impositivo al tabaco y a la caoba. Para el
tabaco, que se exportaba a través de la frontera haitiana, se implantó incluso
un sistema de monopolio. Se puede decir que durante los dos años de guerra, los
campesinos dominicanos trabajaron para sostener a los mambises. En verdad, casi
todos los mambises en pie de guerra eran campesinos, quienes, al abandonar a
sus familias, las dejaban en condiciones harto precarias. La Restauración fue
exitosa porque se sustentó por la enorme disposición al sacrificio de casi
todos los dominicanos. Aun quienes no estaban en los combates tuvieron que
llevar una vida muy dura. El pueblo dominicano prefería seguir siendo pobre a gozar
de un “progreso” en condiciones de sometimiento.
Los jefes restauradores preferían destruir las ciudades para erosionar la
capacidad de las tropas españolas. De ambas partes hubo actitudes destructivas
que dejaron el país en ruinas.
11. - El lugar de inicio de la Restauración fue la Línea Noroeste, lo que
se puede atribuir a la cercanía con Haití y a que los campesinos de esa zona
sentían en carne propia las políticas públicas del régimen anexionista. Pero la
verdadera cuna de la guerra nacional fue Santiago y sus alrededores. Sobre las
cenizas de la capital cibaeña se instaló el gobierno restaurador. Los
productores de tabaco, que en su mayoría se hallaban localizados hacia el
noreste de Santiago, fueron quienes en mayor medida cargaron con el peso material
de la lucha. En Santiago se congregaron los principales núcleos de patriotas
que dirigieron las actividades gubernamentales y le confirieron contenido
ideológico a la campaña.
Desde Santiago, donde se libró una crucial batalla en los primeros días de
septiembre, la insurrección se extendió hacia las demás demarcaciones del
Cibao. En cada lugar surgieron jefes que arrastraron a las masas. Casi todos de
inmediato se autoproclamaban generales, como fueron los casos en Moca de Manuel
Rodríguez (El Chivo) y Pedro Salcedo (Perico). En pocos días el Cibao en su
totalidad quedó en manos de los patriotas, con excepción de un reducto español
en Puerto Plata, reducida a escombros.
Desde La Vega Gregorio Luperón, uno de los jefes más connotados, recibió la
misión de extender la insurrección a la banda sur. Despachó una tropa por
Jarabacoa y Blanca hacia Ocoa, y él mismo dirigió un contingente nutrido para
invadir los confines de las tres regiones del país, en las cercanías de Monte
Plata y Yamasá, donde le tocó enfrentar a la tropa anexionista comandada por el
mismo Pedro Santana.
En la región oriental, los anexionistas lograron resistir más a la causa
del prestigio consuetudinario de Santana. Sin embargo, al cabo de unos meses se
produjeron insurrecciones locales, como la de Hato Mayor en julio de 1864,
dirigida por Antonio Guzmán y Pedro Guillermo, el primero con anterioridad
amigo de Santana, y el otro, partidario de Báez.
12.- En pocos meses las huestes de mambises se acercaban a la ciudad de
Santo Domingo, casi sometida a un cerco desde San Cristóbal. A mediados de
1864, el general José de la Gándara desencadenó una ofensiva general del
ejército español. En pocas semanas, los anexionistas españoles y dominicanos
quebraron la resistencia en el sur que dirigía el general Pedro Florentino,
otro de los generales del viejo ejército dominicano quien practicó una política
de terror sobre los lugareños urbanos de piel clara quienes se mantenían
solidarios de los españoles. Las tropas anexionistas llegaron hasta la frontera
haitiana, por lo que dejaron el movimiento nacional en condiciones difíciles en
el suroeste.
Al mismo tiempo, se produjeron una invasión masiva desde Santiago de Cuba
sobre Monte Cristo. El propósito consistía en llegar hasta Santiago y liquidar
la Restauración en su misma cuna. Aunque aplastaron las defensas dominicanas en
la costa, los españoles no pudieron avanzar más de diez kilómetros tierra
adentro, por lo que la operación fracasó y no se reiteró lo que acontecía en el
suroeste. Aun así, la situación seguía tensa, pues parecía a muchos que la
guerra nacional iba a saldarse con la derrota.
13.- Esta posición ofensiva de España dio lugar a disensiones en el
interior en el colectivo dirigente de la guerra nacional. El inconsistente
presidente José Antonio Salcedo consideró prudente entablar negociaciones con
representantes españoles, al tiempo que secretamente preparada el terreno para
el retorno a la presidencia de Buenaventura Báez.
Ambos lineamientos de Salcedo fueron recusados por otros prohombres
militares y políticos, encabezados por Gaspar Polanco, general en jefe. No
pocos de esos jefes habían sido partidarios de Santana, por lo cual no
aceptaban a Báez. Polanco dio un golpe de Estado en octubre de 1864 y ordenó
poco después en secreto la ejecución de Salcedo.
En la presidencia, Polanco estableció una dictadura revolucionaria cuyo
principal propósito fue mantener la guerra a toda costa. De la misma manera, se
propuso consolidar una orientación nacional y liberal a la contienda, en contra
de la posición de Salcedo y otros numerosos jefes. Polanco renovó su función
militar decisiva, que de acuerdo con Alcides García Lluberes lo hizo la primera
espada de la Restauración. Desde el gobierno de Santiago se esbozaron los
principios del Partido Nacional, que con posterioridad recibió el calificativo
de Partido Azul. Entre los dirigentes se dieron cita figuras relevantes como :
Ulises Espaillat, el venezolano Candelario Oquendo y Manuel Rodríguez Objío,
entre otros.
14. - Si la guerra no fue perdida por los dominicanos se debió a la acción
enérgica e intransigente de la dictadura revolucionaria de Polanco. Empero,
este régimen carecía de sostén entre la mayoría de los generales de origen
santanista baesista, tornados de hecho en caudillos locales, ya que cada uno
dirigía una tropa en condiciones de amplia autonomía. Cada tropa debía procurar
autoabastecerse, y su jefe respectivo se hizo un ídolo para los soldados. Gran
parte de los “generales” y sus soldados terminaron a la postre como partidarios
de Báez, a causa de que en aquellas condiciones sociales y culturales no podían
asimilar los principios nacionales y liberales. Se habían vuelto caudillos que
pasaron a privilegiar sus intereses particulares. Algunos incluso tenían
facetas que los acercaban a la topología del bandolero, como Perico Salcedo y
Pedro Guillermo.
Se explica, entonces, que cuando desapareció la amenaza militar española y
que en las Cortes de Madrid se iniciaron los debates que culminaron con la
resolución de que España se retirara del país, varios prominentes generales de
la Línea Noroeste se unieran contra la dictadura revolucionaria de Polanco. En
pocos días se produjo un cambio de gobierno que cambió la política, aunque en
medio de vacilaciones tuvo que mantener la beligerancia a favor de la retirada
unilateral de España.
15. - El 11 de julio de 1865 abandonaron el país los últimos soldados que
quedaban concentrados en Santo Domingo, Azua, Monte Cristo y Puerto Plata. De
inmediato se encendieron las pasiones por el mando. En lo inmediato, cobraron
fuerza las posiciones regionalistas, ya que en el Cibao se perseguía mantener
la capital en Santiago, lo que fue cuestionado por generales del sur
encabezados por Eusebio Manzueta, quien promovió un movimiento en contra del
presidente liniero Pedro Antonio Pimentel y a favor de que José María Cabral,
jefe restaurador del sur, ocupara la presidencia de la República y de que la
sede del gobierno volviese a la ciudad de Santo Domingo.
En la medida en que los restauradores con mayores condiciones personales se
dividieran, ganaron los generales carentes de principios políticos definidos,
orientados por los intereses pequeños y la demagogia. Algunos promovieron un
motín en Hato Mayor, encabezado por Pedro Guillermo, quien, a nombre de la
denuncia de los comerciantes ricos, encabezó una hueste desordenada que exigía
el retorno de Buenaventura Báez.
En poco tiempo la política se escindió entre liberales y baecistas
conservadores. Mientras los segundos estaban unificados en torno al único
líder, los primeros se encontraban divididos, aunque Cabral logró cierto
reconocimiento como primus inter pares de Luperón y Pimentel. La masa campesina
siguió a los caudillos, antiguos jefes restauradores, quienes en su gran
mayoría se tornaron partidarios de Báez. El influjo de Báez se hizo todavía
mayor que el ganado por Santana.
Los liberales quedaron confinados a pequeñas influencias locales y, sobre
todo, a los de clase media urbana. Incluso éstos se encontraban sometidos a una
presión creciente de los campesinos. El baecismo, sin embargo, no podía dar
lugar a un esquema estable de poder, pues no creía en un proyecto nacional cuya
viabilidad ya se había mostrado en la Restauración. Al cabo de una década se
prepararon las condiciones para que los liberales tomaran el poder, sustentados
en el hecho de agrupar en torno a ellos a casi todos los intelectuales y
representar la única opción de un orden estable frente al caudillismo.
En consecuencia, a pesar del fracaso inmediato de los planes de los
verdaderos adalides de la Restauración, éstos pudieron mantener una enconada
resistencia frente al conservadurismo baecista, con el fin de hacer valer el
programa de un ordenamiento autónomo que debía regirse por la democracia.
La restauración dio lugar así a un cambio decisivo de tendencias
históricas, a pesar de no transformarse en lo inmediato la realidad social del
país. El hecho de que fuera un movimiento nacional protagonizado por la masa
del pueblo lo hizo el acontecimiento de mayores relieves y consecuencias que
hasta entonces había producido el pueblo dominicano.
Fuente: Cassá, Roberto (2010). Quince puntos sobre
la Restauración. Memorias de Quisqueya.
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