domingo, 23 de abril de 2017





El origen del sello postal

A principios del mes de mayo de 1840 se emitió el primer sello postal de la historia, por lo que se entraba en una nueva era dentro del sistema de correos, pues a partir de ahora los envíos se cobrarían al remitente y no al destinatario como venía siendo norma (en función de los kilómetros recorridos por el sobre).

La idea la tuvo Rowland Hill, quien al parece estaba descansando en una posada cuando llegó un cartero con un sobre para la dueña del local, quien tras examinar atentamente el sobre dijo que no tenía suficiente dinero como para hacer frente al pago de la carta.

Hill, como buen caballero británico no dudó un segundo en hacerse cargo del coste del sobre y se lo entregó a la muchacha, algo que agradeció amablemente la destinataria, pero sin prestar mayor atención al mismo, algo que intrigó a nuestro protagonista hasta que la chica se le acercó y le dijo que no debía haber hecho tal acción, pues en el interior del sobre no había nada escrito.

Esto se debía a que por lo visto había llegado a un acuerdo con su familia (que vivía lejos), por el que cada miembro de la misma escribiría una línea de la dirección, así simplemente leyendo el sobre y comprobando que estaban todas los estilos de escritura sabía que estaban bien y no tenían que pagar ni un céntimo.

A raíz de este hecho, Hill inventó el sistema de sellos, de manera que no sólo los menos pudientes pudieran recibir cartas sin tener que pagarlas ellos mismos, sino que el servicio postal cobraría y obtendría beneficios por todas y cada una de las cartas enviadas.

De este modo se crearon 2 tipos de sellos, uno de color negro (llamado penique negro) y por valor de un penique y otro de color azul de 2 peniques, ambos con el perfil de la Reina Victoria.

Tuvo tal éxito su idea que en el primer año se vendieron 68 millones de unidades, siendo Rowland nombrado al poco tiempo Director de Correos y posteriormente "Sir" del Imperio Británico.


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