viernes, 28 de octubre de 2011

LECTURA PERMANETTE















La frontera dominico/haitiana: los espacios para el entendimiento
Prevención y resolución de conflictos
Haroldo Dilla Alfonso



A principios del siglo XVII los habitantes de toda la parte occidental de la empobrecida colonia de Santo Domingo recibieron la extraña orden de marchar urgentemente con todos los enseres y propiedades muebles hacia una pequeña franja de terreno en torno a la capital colonial. La razón era evitar el contacto de los criollos con los contrabandistas de otros países europeos.
No sucedió únicamente en La Española. También en Cuba se barajaron políticas similares que pudieron ser evadidas por los habitantes "de la tierra". Lo hicieron mediante una combinación de ruegos, amenazas y otras acciones, incluyendo el primer poema escrito en la isla, una pieza aburrida y kilométrica que intentaba justificar los contactos con supuestas hazañas épicas en defensa del catolicismo y la hispanidad. Los protodominicanos tuvieron menos suerte: enfrentaron con menos recursos a un gobernador particularmente terco y finalmente tuvieron que despoblar toda la parte oeste de la isla. Y es precisamente en este punto donde comienza la historia de la frontera.
Los despoblados occidentales fueron paulatinamente ocupados por colonos franceses que inauguraron Saint Domingue, la colonia de plantaciones europea más rica del siglo XVIII, mientras que la parte oriental -el Santo Domingo Español- continuó viviendo un aletargamiento a toda prueba, solo alterada por la llegada de los situados mexicanos o por el comercio con los ricos vecinos franceses.
En 1697, mediante el tratado de Ryswick, España reconoció la legitimidad del asentamiento francés, lo que reiteró en 1776 en Aranjuez. En 1795 la cuestión fue aún más lejos y España cedió a Francia sus derechos sobre la colonia de Santo Domingo, lo que fue enarbolado como razón legitimadora por los revolucionarios haitianos en 1801, 1806 y 1822. En este último año ocuparon la desguarnecida parte oriental por 22 años, hasta que en 1844 los dominicanos proclamaron su independencia, libraron 12 años de guerra contra sucesivas invasiones haitianas y entre 1863 y 1865 libraron otra guerra contra España hasta obtener la independencia definitiva.
Desde entonces, y hasta bien entrado el siglo XX, la frontera fue una línea porosa, mal delimitada y en constante movimiento hacia el este, donde la densidad demográfica era muy baja y el estado era incapaz de hacer valer sus propias jurisdicciones. Como había sucedido a lo largo del siglo XVIII, la parte occidental, ya constituida en la República de Haití era más dinámica económicamente, más poblada y con una capacidad militar mayor que República Dominicana, y de hecho sometía a ésta a un proceso de intercambio desigual.
La situación en el siglo XX
Esta situación comenzó a cambiar en el siglo XX, cuando República Dominicana inició un proceso de modernización capitalista como consecuencia de su inserción al mercado mundial como agroexportadora azucarera, mientras que Haití limitó su inserción a la provisión de mano de obra barata y desprotegida a las plantaciones cañeras de Cuba y RD. Ello se reflejó en la relación binacional y transfronteriza. Tras una limpieza étnica que costó la vida a miles de haitianos y dominico/haitianos, el dictador Trujillo cerró el borde. Sus puertas fuertemente vigiladas se abrían solamente para permitir el paso de un escuálido comercio de bienes de muy pocos millones de dólares y de los contingentes de braceros haitianos en dirección a los centrales azucareros.
Muchos dominicanos nunca han visitado la franja fronteriza y la asumen como aquejada por diversos males producto del contacto con Haití
Desde entonces para República Dominicana la frontera quedó erigida como "barrera épica", como una construcción ideológica contra "el otro" -negro, africano, pagano- y en defensa de una falsa identidad asumida como blanca, hispánica y católica. Como parte de esta construcción, la frontera aparece como una zona de peligros y mitos que la alejan del dominicano común. Muchos dominicanos nunca han visitado la región y consumen una infinidad de falsas informaciones que tienden a presentar la franja fronteriza como aquejada por males diversos producto del contacto con Haití y que por consiguiente requiere de una protección especial que solo pueden dar los organismos centrales y en particular los militares. Es lo que llamamos la "satanización" de la frontera.
La apertura parcial y fragmentada. Desde los 90s la frontera ha experimentado una apertura paulatina, motivada principalmente por el incremento de los intercambios económicos y migratorios, que en el 2006 ha ascendido a cientos de millones de dólares en bienes, un proceso incipiente pero vigoroso de inversiones y creación de un mercado laboral al nivel insular. La isla va quedando paulatinamente configurada como un espacio económico surcada por corredores transfronterizos y hegemonizada por el capitalismo dominicano. El concepto de interdependencia da cuenta de la intensidad de estos relacionamientos siempre que se haga notar su contenido asimétrico, con un lado haitiano más débil y vulnerable.
La apertura, sin embargo, se caracteriza por su carácter parcial y fragmentario, lo que le distingue en alguna medida de otras experiencias fronterizas:
Más que una apertura formal, con un marco legal e institucional adecuado, se trata de una intensificación y diversificación de los intercambios donde es difícil distinguir lo ilegal de lo legal, lo informal de lo formal. El marco legal/institucional sigue siendo el que fue creado hace medio siglo cuando la frontera fue cerrada. Ello es el espacio ideal para la proliferación
La apertura opera sobre ideologías nacionalistas de ambas partes, de manera que cada una tiende a definirse en oposición a la otra. Ello está inducido por la manipulación que de la historia y la cultura han hecho grupos chovinistas a ambos lados.
Como parte de este entrampamiento ideológico, ambas partes han sido incapaces de razonar sobre los beneficios mutuos de la relación, enfatizando los peligros supuestos sobre los beneficios tangibles.
En consecuencia el esquema económico vigente se caracteriza por la acumulación cortoplacista, la explotación indiscriminada del medioambiente, la exclusión social y la pobreza. Del lado dominicano la pobreza abarca a cerca del 60% de la población. Del lado haitiano se encuentra en situación de pobreza casi la totalidad de ella.
La franja fronteriza dominico/haitiana, es decir las cinco provincias dominicanas y las cerca de treinta comunas haitianas que son limítrofes, y cuyas economías dependen esencialmente del intercambio comercial, albergan hoy a unas dos millones de personas. La mayor parte de ellas están ubicadas en la franja haitiana cuya población absoluta es unas cuatro veces la que hay en el lado dominicano y cuya densidad demográfica es más de cinco veces superior.
Estas comunidades han logrado desarrollar una percepción mutua muy pragmática, lejos de la hermandad solidaria que imaginan algunos observadores, pero también distante de la hostilidad manifiesta en otros puntos de la geografía insular. Se trata de un pragmatismo erigido sobre la base del reconocimiento de la imprescindibilidad mutua, que asume tanto la vecindad como el contacto como necesarios pero al mismo tiempo se esfuerza por distinguir al "otro" como diferente y no deseable en los contactos mas íntimos.
La frontera no es la totalidad de la relaciones binacionales, y de hecho muchos problemas de la relación binacional se expresan aquí de manera muy peculiar, como es el caso, por ejemplo, de la migración. Por ello, si bien en algunos casos la relación binacional muestra aquí síntomas de auspicio (por ejemplo la propia intensificación del intercambio comercial) y en consecuencia de superación de viejos traumas, en otros casos expone situaciones altamente conflictivas relacionados con temas como el respeto a los derechos humanos, el uso de los recursos naturales compartidos y los tráficos criminales (personas, armas y drogas). Ambos gobiernos tienen serias responsabilidades en el mal manejo de una situación, sea por la aplicación de políticas negativas o por la carencia total de ellas.
El grupo Ciudades y Fronteras
Es en este contexto en que aparece el grupo Ciudades y Fronteras (CyF) (http://www.ciudadesyfronteras.com/), como un grupo de pensamiento y acción sobre temas fronterizos y que ha sido sistemáticamente apoyado por diversas instituciones internacionales (muy particularmente por la Fundación Ford) y nacionales. En la actualidad el grupo engloba la actividad de unos 18 expertos y expertas organizados en redes regionales de intercambio, y un equipo operativo muy sencillo de solo tres personas.
Aunque la finalidad de este grupo no es únicamente la frontera haitiano/dominicana -de hecho aborda otras situaciones de fronteras además de las fronteras internacionales, y en todos los casos lo trata de hacer en una dimensión continental- es indudable que su campo de acción privilegiado es precisamente esta franja, y en lo que concierne también la relación binacional.
Al respecto CyF centra su visión del desarrollo fronterizo en cuatro pivotes claves:
Es necesario superar la visión tradicional de la frontera como "problema". Como toda frontera, esta implica numerosos problemas, pero no menos oportunidades. De lo que se trata es de implementar políticas inteligentes e innovadoras que manejen y reduzcan al mínimo a los primeros y amplifiquen a las segundas. En otras palabras, una optimización del sistema de administración y gestión fronterizo.
No existe espacio para un desarrollo sostenible de la frontera si este no tiene lugar en ambos lados de la línea. Por consiguiente, el desarrollo debe ser concertado en la doble perspectiva binacional y transfronteriza.
El desarrollo de la frontera no podrá generarse desde acciones fomentalistas aisladas y tradicionales, sino que debe partir del reconocimiento de las tendencias actuales de la zona. Por consiguiente el desarrollo debe basarse en el aprovechamiento de las condiciones propiamente fronterizas, tales como el comercio binacional y el turismo ambiental y cultural. Al mismo tiempo, debe aprovechar la condición fronteriza para el fomento de acciones cooperadas en temas económicos, ambientales y sociales.
El desarrollo de la frontera deberá ser el resultado de un plan estratégico de desarrollo cimentado por la alianza de los estados, las comunidades, la sociedad civil, el sector privado y la cooperación internacional. Pero donde sean el estado y las comunidades las dos piezas claves de la planificación, ejecución y concertación.
Para avanzar hacia estas metas, CyF ha desarrollado acciones en cuatro direcciones:
Investigaciones, capacitaciones y debates teóricos con el objetivo de producir conocimientos nuevos acerca de la frontera y su evolución futura. En el año 2007 se materializarán un taller teórico internacional sobre fronteras y dos libros. Y tendrá lugar el primer curso de postgrado sobre desarrollo fronterizo dirigido a activistas sociales, comunicadores, profesionales y funcionarios vinculados al tema.
Acciones de sensibilización de la opinión pública sobre la frontera y la relación binacional. Aquí se incluye la presencia de los miembros de CyF en la prensa nacional -escrita y televisiva- incluyendo dos columnas habituales, la celebración de varios foros de desarrollo fronterizo sobre temas relevantes para la zona y otras acciones de impacto público.
Acciones de relacionamientos de actores de ambos lados, lo que ya comenzó con el establecimiento de contactos entre los legisladores fronterizos haitianos y dominicanos, y debe continuarse en este año con un esfuerzo similar dirigido a los síndicos.
Asesorías a organismos estatales e internacionales con presencia en la frontera o interesados de alguna manera en ella.
Crear un clima de mutua confianza y de entendimiento entre funcionarios, activistas sociales y habitantes de ambas partes de la frontera es una condición sine qua non para que ambas naciones y sus comunidades fronterizas puedan superar los atavismos chovinistas que han alimentado la separación por años
Crear un clima de mutua confianza y de entendimiento entre funcionarios, activistas sociales y habitantes de ambas partes de la frontera es una condición sine qua non para que proyectos como este puedan prosperar. Y por supuesto, para que ambas naciones y sus comunidades fronterizas puedan superar los atavismos chovinistas que han alimentado la separación por años.
Ciertamente hay una historia traumática, notables diferencias culturales entre ambas sociedades y una no menos notable desigualdad socioeconómica, que parece agrandarse con la persistente crisis haitiana. Pero no creo que esta desigualdad sea mayor que la que existe entre México y Estados Unidos, ni que la historia traumática dominico/haitiana supere a la franco/alemana. Y en ambos casos se han adoptado políticas conjuntas y acciones que han llevado a entendimientos considerables e incluso a la difuminación de la frontera.
Esta frontera no debe ser excepción y hay acciones previsibles que pudieran tener un impacto muy positivo como pudiera ser la regularización del régimen comercial, la profesionalización de la custodia del límite, el establecimiento de un clima de respeto a los derechos humanos de los migrantes y la estructuración de un plan perspectivo de desarrollo. En otras palabras la modernización del régimen de administración fronteriza.
Entonces serán otros los problemas que requerirán nuevas políticas. Y en todos los contextos la frontera seguirá siendo un lugar de encuentros y desencuentros, de diferencias y comparticiones que seguirán cautivando la imaginación de sus visitantes.


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