El legado de Umberto
Eco
Saber que
Umberto Eco (1932-2016) falleció recientemente en Milán hizo que padeciera una
especie de “efecto Proust”, esto es, una irrefrenable búsqueda del tiempo
perdido, aunque haya sido más bien tiempo ganado. La memoria huyó 50 años
atrás, cuando la influencia de su obra comenzaba a llegar a nuestras costas.
Eran los primeros años ‘60. Recordamos al menos tres de sus libros traducidos
que cayeron como piedra en el estanque, expandiendo ondas (esta metáfora es muy
usual en italiano). Se trata de Obra Abierta. Forma e indeterminación en el
arte contemporáneo (1962/1965) –el primer año es el de su publicación en
italiano; el segundo, en castellano); Diario mínimo (1963/1965); y
Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas (1962/1965). Ninguna de las
tres son unitarias sino recopilaciones de artículos y ensayos. No obstante,
fueron muy apreciadas y crearon un ámbito de seguidores.
Eco era
filósofo (1954, Universidad de Turín) con una tesis de título “El problema
estético en Santo Tomás de Aquino”. Este trabajo fue mejor conocido años más
tarde de su publicación (1956). Pero a partir de ese inicio, ya promisorio, su
obra se expandió en un amplio abanico de intereses, materias, temas y
disciplinas realmente excepcional. La suma que nos ha legado –el “nos”
comprende a italianos, europeos y otras culturas, como la nuestra, que han
recibido su producción proficuamente– es vastísima, sin exagerar. Y el placer
que provoca, al menos en algunos de sus seguidores, ha sido siempre feliz. El
regreso a los originales mencionados justifica esta alegría. Lástima que
ocurriera con motivo de su partida.
umberto_ecoSin
pretender abarcar toda la amplitud y riqueza del legado, veamos algunos de sus
pináculos. En la ensayística y en los tratados están algunas de sus mayores contribuciones
a la lingüística y la semiótica, y por supuesto, también a la filosofía. Como
introducción a la semiótica, está La estructura ausente (1968/1972), un tratado
imprescindible para los estudiosos pero de no fácil lectura para neófitos o
adeptos, aunque siempre disfrutable. Es esa una característica que sucede a
menudo en la lectura de Eco: uno puede disfrutarla, aun no alcanzando la
comprensión plena de lo que lee. Una real paradoja. El Tratado de semiótica
general (1976/1985) es todavía más complejo, pero no menos disfrutable.
Semiótica y filosofía del lenguaje (1984/1990) sigue en la línea del goce
razonador, aunque incompleta comprensión, y Los límites de la interpretación,
una obra renovadora, audaz, sumamente gozable (con menor incomprensión incluida).
Le forme del contenuto (1971) –ensayos y artículos especializados en
colecciones–, Sugli specchi (1985) y Dalla periferia dell´Impero (1977) pueden
considerarse la obra filosófico-científica central del pensador italiano. Hay
varios títulos más, por cierto, como Lector in fabula (1979/1981). Merece
destacarse, más cercano en el tiempo, Kant y el ornitorrinco, que se adentra en
mayor profundidad en las dificultades de la semiótica. Aun no siendo un libro
fácil, insistimos, es de grácil y gozable lectura.
Pero Umberto
Eco no saltó a la gran fama –verdaderamente vasta y universal– por todas estas
encomiables obras, dignas de un pensador de primer orden, sino por otras de
diferente categoría: la novelística. Claro que un tipo de novela especial, no
fácil de encuadrar. El nombre de la rosa (1980/1981) lo llevó al estrellato del
best seller como ninguna otra de sus obras. Hasta fue llevada al cine en
razonable aunque imperfecta versión. Por harto conocida, no es el caso hacer
aquí una recensión de ella, salvo recordar que fue un felicísimo logro,
plenamente disfrutable, sin ambages. Es recomendable para aquellos que, por su
juventud, aún no la leyeron. Y tiene un bonus: la “conexión argentina”, la
referencia a Borges, que no es ni lateral ni irrelevante. La siguiente novela,
El péndulo de Foucault (1988/1989), arrastrada por la gran fama de la anterior,
fue también un best seller. Existe, para ambas, sendos Diccionarios (de otros
autores), que explican las palabras, nombres, personajes, lugares, doctrinas,
sectas, mitos, libros, que aparecen en las novelas. Para más, también se
publicaron libros con variados ensayos de otros autores dedicados a ellas. Un
verdadero archipiélago literario.
Varias otras
novelas escribió Eco –La isla del día anterior (1994/1994), Baudolino
(2000/2000), La misteriosa llama de la reina Loana (2004/2004) y El cementerio
de Praga (2010/2010), con diversa suerte y calidad literaria, algunas como
divertimento, otras como provocación, pero en todos los casos no alcanzó el
alto nivel de las dos primeras, aunque con permanente éxito comercial. No
obstante cierta crítica al respecto, cada una tiene valores propios harto
rescatables. Históricamente, sobran los dedos de una mano para contar los
escritores que mantuvieron en toda su obra la perfección alcanzada por Eco.
Su producción
filosófica, intelectual, literaria, ensayística, profesoral y demás no se agota
con estos asuntos, temas y títulos. Es mayor aún, inabarcable en el escaso
espacio de este obituario. Pero no dejaría pasar la mención de otros trabajos
muy felices del pensador piamontés (provenir de esa región italiana no es un
dato menor). Para sus discípulos y para todo estudiante de materias
humanísticas, dedicó una obrita ejemplar: Come si fa una tesi di laurea, o Cómo
se hace una tesis (1977/1980). Cualquier maestrando o doctorando debiera
repasarla. Es casi perfecta. Luego tenemos sus trabajos sobre lingüística y
traducción. Dire quasi la stessa cosa – Esperienze di traduzione (2003/2004) es
uno de sus libros más graciosos porque su alto nivel cualitativo no sólo no
desdeña, sino que incorpora una alta cuota de humor. Quienes lo lean sonreirán
a menudo por las ocurrencias y contrastes revelados. En Interpretazione e
sovrainterpretazione (1993/1995), que es un debate con Richard Rorty, Jonathan
Culler y Christine Brooke-Rose, original en inglés, se alcanza un altura
filosófica poco común y por fin, en La ricerca della lingua perfetta
(1993/1993), Eco nos lleva a honduras de estudios lingüísticos de gran fineza y
calidad. Un verdadero disfrute.
Desde el
inicio del presente siglo Umberto Eco publicó libros en colaboración con otros
escritores. Son ediciones de gran belleza visual por sus imágenes elegidas,
además del valor de su texto. Creo que deben figurar en esta limitada reseña:
Historia de la Belleza (2002/2004), Historia de la Fealdad (brutezza)
(2007/2009), El vértigo de la lista (2009/2011) e Historia de tierras y lugares
legendarios (2013/2014). Tampoco podría prescindir de las siguientes menciones:
La memoria vegetal y otros escritos de bibliofilia (2006/2008) y Nadie acabará
con los libros (2009/2010), cuyo título en italiano es mejor: Non sperate di
liberarvi dei libri. Eco, según se sabe, fue un gran bibliófilo. Su biblioteca
personal contaba con más de 50 mil ejemplares, muchos de inestimable valor.
Entre los libros de ideas y luchas ideológico-políticas, que son varios, se
destacan A passo di gambero- Guerre calde e populismo mediatico (2006) y uno de
los últimos, Número Cero (2015/2015).
Muchas cosas
se han dicho y escrito por su muerte, recordando no sólo su sabiduría (palabra
bien aplicada para él) sino también su riquísima personalidad, capaz de ser
académica, literaria, crítica, política, ideológica, filosófica y varias
cualidades más, con una inusual cuota de ironía y humor. Un hombre del
renacimiento, se dijo. También un provocador, uno que no eludía la
confrontación, si era necesaria. Muchas veces personalidades destacadas y
queridas de la vida italiana son despedidas en sus funerales con un encendido,
prolongado, sublime aplauso. El gran Umberto Eco por cierto lo merece.
Cortesía:
Criterio Digital.
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