domingo, 3 de abril de 2016

LITERATURA


El legado de Umberto Eco

Saber que Umberto Eco (1932-2016) falleció recientemente en Milán hizo que padeciera una especie de “efecto Proust”, esto es, una irrefrenable búsqueda del tiempo perdido, aunque haya sido más bien tiempo ganado. La memoria huyó 50 años atrás, cuando la influencia de su obra comenzaba a llegar a nuestras costas. Eran los primeros años ‘60. Recordamos al menos tres de sus libros traducidos que cayeron como piedra en el estanque, expandiendo ondas (esta metáfora es muy usual en italiano). Se trata de Obra Abierta. Forma e indeterminación en el arte contemporáneo (1962/1965) –el primer año es el de su publicación en italiano; el segundo, en castellano); Diario mínimo (1963/1965); y Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas (1962/1965). Ninguna de las tres son unitarias sino recopilaciones de artículos y ensayos. No obstante, fueron muy apreciadas y crearon un ámbito de seguidores.

Eco era filósofo (1954, Universidad de Turín) con una tesis de título “El problema estético en Santo Tomás de Aquino”. Este trabajo fue mejor conocido años más tarde de su publicación (1956). Pero a partir de ese inicio, ya promisorio, su obra se expandió en un amplio abanico de intereses, materias, temas y disciplinas realmente excepcional. La suma que nos ha legado –el “nos” comprende a italianos, europeos y otras culturas, como la nuestra, que han recibido su producción proficuamente– es vastísima, sin exagerar. Y el placer que provoca, al menos en algunos de sus seguidores, ha sido siempre feliz. El regreso a los originales mencionados justifica esta alegría. Lástima que ocurriera con motivo de su partida.

umberto_ecoSin pretender abarcar toda la amplitud y riqueza del legado, veamos algunos de sus pináculos. En la ensayística y en los tratados están algunas de sus mayores contribuciones a la lingüística y la semiótica, y por supuesto, también a la filosofía. Como introducción a la semiótica, está La estructura ausente (1968/1972), un tratado imprescindible para los estudiosos pero de no fácil lectura para neófitos o adeptos, aunque siempre disfrutable. Es esa una característica que sucede a menudo en la lectura de Eco: uno puede disfrutarla, aun no alcanzando la comprensión plena de lo que lee. Una real paradoja. El Tratado de semiótica general (1976/1985) es todavía más complejo, pero no menos disfrutable. Semiótica y filosofía del lenguaje (1984/1990) sigue en la línea del goce razonador, aunque incompleta comprensión, y Los límites de la interpretación, una obra renovadora, audaz, sumamente gozable (con menor incomprensión incluida). Le forme del contenuto (1971) –ensayos y artículos especializados en colecciones–, Sugli specchi (1985) y Dalla periferia dell´Impero (1977) pueden considerarse la obra filosófico-científica central del pensador italiano. Hay varios títulos más, por cierto, como Lector in fabula (1979/1981). Merece destacarse, más cercano en el tiempo, Kant y el ornitorrinco, que se adentra en mayor profundidad en las dificultades de la semiótica. Aun no siendo un libro fácil, insistimos, es de grácil y gozable lectura.

Pero Umberto Eco no saltó a la gran fama –verdaderamente vasta y universal– por todas estas encomiables obras, dignas de un pensador de primer orden, sino por otras de diferente categoría: la novelística. Claro que un tipo de novela especial, no fácil de encuadrar. El nombre de la rosa (1980/1981) lo llevó al estrellato del best seller como ninguna otra de sus obras. Hasta fue llevada al cine en razonable aunque imperfecta versión. Por harto conocida, no es el caso hacer aquí una recensión de ella, salvo recordar que fue un felicísimo logro, plenamente disfrutable, sin ambages. Es recomendable para aquellos que, por su juventud, aún no la leyeron. Y tiene un bonus: la “conexión argentina”, la referencia a Borges, que no es ni lateral ni irrelevante. La siguiente novela, El péndulo de Foucault (1988/1989), arrastrada por la gran fama de la anterior, fue también un best seller. Existe, para ambas, sendos Diccionarios (de otros autores), que explican las palabras, nombres, personajes, lugares, doctrinas, sectas, mitos, libros, que aparecen en las novelas. Para más, también se publicaron libros con variados ensayos de otros autores dedicados a ellas. Un verdadero archipiélago literario.

Varias otras novelas escribió Eco –La isla del día anterior (1994/1994), Baudolino (2000/2000), La misteriosa llama de la reina Loana (2004/2004) y El cementerio de Praga (2010/2010), con diversa suerte y calidad literaria, algunas como divertimento, otras como provocación, pero en todos los casos no alcanzó el alto nivel de las dos primeras, aunque con permanente éxito comercial. No obstante cierta crítica al respecto, cada una tiene valores propios harto rescatables. Históricamente, sobran los dedos de una mano para contar los escritores que mantuvieron en toda su obra la perfección alcanzada por Eco.

Su producción filosófica, intelectual, literaria, ensayística, profesoral y demás no se agota con estos asuntos, temas y títulos. Es mayor aún, inabarcable en el escaso espacio de este obituario. Pero no dejaría pasar la mención de otros trabajos muy felices del pensador piamontés (provenir de esa región italiana no es un dato menor). Para sus discípulos y para todo estudiante de materias humanísticas, dedicó una obrita ejemplar: Come si fa una tesi di laurea, o Cómo se hace una tesis (1977/1980). Cualquier maestrando o doctorando debiera repasarla. Es casi perfecta. Luego tenemos sus trabajos sobre lingüística y traducción. Dire quasi la stessa cosa – Esperienze di traduzione (2003/2004) es uno de sus libros más graciosos porque su alto nivel cualitativo no sólo no desdeña, sino que incorpora una alta cuota de humor. Quienes lo lean sonreirán a menudo por las ocurrencias y contrastes revelados. En Interpretazione e sovrainterpretazione (1993/1995), que es un debate con Richard Rorty, Jonathan Culler y Christine Brooke-Rose, original en inglés, se alcanza un altura filosófica poco común y por fin, en La ricerca della lingua perfetta (1993/1993), Eco nos lleva a honduras de estudios lingüísticos de gran fineza y calidad. Un verdadero disfrute.

Desde el inicio del presente siglo Umberto Eco publicó libros en colaboración con otros escritores. Son ediciones de gran belleza visual por sus imágenes elegidas, además del valor de su texto. Creo que deben figurar en esta limitada reseña: Historia de la Belleza (2002/2004), Historia de la Fealdad (brutezza) (2007/2009), El vértigo de la lista (2009/2011) e Historia de tierras y lugares legendarios (2013/2014). Tampoco podría prescindir de las siguientes menciones: La memoria vegetal y otros escritos de bibliofilia (2006/2008) y Nadie acabará con los libros (2009/2010), cuyo título en italiano es mejor: Non sperate di liberarvi dei libri. Eco, según se sabe, fue un gran bibliófilo. Su biblioteca personal contaba con más de 50 mil ejemplares, muchos de inestimable valor. Entre los libros de ideas y luchas ideológico-políticas, que son varios, se destacan A passo di gambero- Guerre calde e populismo mediatico (2006) y uno de los últimos, Número Cero (2015/2015).

Muchas cosas se han dicho y escrito por su muerte, recordando no sólo su sabiduría (palabra bien aplicada para él) sino también su riquísima personalidad, capaz de ser académica, literaria, crítica, política, ideológica, filosófica y varias cualidades más, con una inusual cuota de ironía y humor. Un hombre del renacimiento, se dijo. También un provocador, uno que no eludía la confrontación, si era necesaria. Muchas veces personalidades destacadas y queridas de la vida italiana son despedidas en sus funerales con un encendido, prolongado, sublime aplauso. El gran Umberto Eco por cierto lo merece.



Cortesía: Criterio Digital.

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