sábado, 9 de agosto de 2008

Para que no se olvide jamás


Memoria de la guerra de Vietnam (1965-1975)










JAVIER CAMPOS

Es escritor, poeta. Académico en una universidad jesuita de EE.UU.

En el diario New York Times del18 de junio pasado, la escritora norteamericana Danielle Trussoni publicó una breve columna sobre la guerra de Vietnam que ocurrió hace 42 años. Ella comenzó relatando un viaje que hizo a ese país en 1999 cuando acompañó a su padre. En esa fecha ella terminaba sus estudios sub-graduados y tendría 22 años. Danielle Trussoni escribió:

Viajé como la hija de un veterano de Vietnam, un hombre que había pasado todo el resto de la vida en conflicto con su experiencia en aquella guerra. Para mí ese viaje realmente fue un viaje de turismo y no un viaje después de terminar mis estudios donde en este último se supone pasarlo bien en una playa, ponerse bronceador y caminar debajo de las palmeras.

Viajar a Vietnam fue importante para mí, pero aún no puedo decir porqué” Ella luego cuenta que con su padre viajó a lugares donde él estuvo en combate. A él le impresionó cómo había cambiado el paisaje allí. Hoy había una hermosa campiña cubierta de árboles verdes. Inimaginable durante la guerra, en ese mismo lugar hace 42 años, cuando EE.UU. lanzó 19.5 millones de químicos (el llamado “Agent Orange”) y otros tóxicos sobre la selva de Vietnam. A pesar de que Danielle y su padre veían un follaje hermosamente verde, limpiado con mucho esfuerzo aquel medio ambiente contaminado, era difícil para ellos creer que esa selva hubiera sido tocada por esos millones de químicos lanzados por aviones norteamericanos.

El padre de Danielle Trussoni le contaba sus recuerdos: “Aviones de EE.UU. descendían bajos y lentos sobre ese follaje esparciendo algo blanco como talco para bebé.

Ese polvo quemaba la garganta al respirarlo, y al sonarse uno las narices un extraño color salía de allí. También muchos pájaros muertos flotaban en las aguas”. Sólo hace cinco años –contaba Danielle- su padre luchaba contra un cáncer a la garganta. Los doctores concluyeron que las causas de ese cáncer fueron porque estuvo expuesto al dióxido del “Agent Orange”. Su padre

murió el año pasado a los 61 años de edad (o sea que fue enviado a la guerra de Vietnam a los 21). Trussoni cuenta que en Vietnam hay un museo permanente para recordar lo que los vietnamitas llaman “The American War” (“La guerra de EE.UU.”). Allí se muestran todos los efectos en el ser humano del “Agent Orange”. Hay estadísticas y gráficos, fotos de niños nacidos de padres expuestos al “Agent Orange”. Muestran sus deformidades que gráficamente son inhumanas y bestiales.

Luego ella conectó toda esa experiencia personal a lo que en esos días estaba ocurriendo con un juicio que se llevaba en Manhattan. La Corte de Apelaciones estuvo escuchando testimonios contra las compañías “Dow”, “Monsanto” y otras 35 más que produjeron el “Agent Orange” y otros tóxicos químicos usados en Vietnam. Junto a eso, hay 16 apelaciones hechas por veteranos

norteamericanos y otras apelaciones que representan a víctimas vietnamitas afectadas por el “Agent Orange”.

Todos ellos piden a la Corte de Apelaciones que se reconozca que el “Agent Orange” dañó la vida de miles de soldados de EE.UU. Y en el caso de la población vietnamita, fueron más de 3 millones afectados por esos tóxicos (sin contar los 1.5 millones de vietnamitas que murieron en esa guerra).

Danielle Trussoni relata la historia de una mujer vietnamita –Dang Hong Nhut- que vivió en ese lugar donde el padre de Danielle estuvo combatiendo. Dang Hong luego de perder numerosos hijos que nacieron deformes, envió una biopsia al extranjero para su análisis. El resultado mostró que, años después de la guerra, su cuerpo aún contenía restos del dióxido del “Agent Orange”. Dang Hong Nhut dijo como conclusión “No me importa si las compañías norteamericanas que hicieron el ‘Agent Orange’ no admiten sus crímenes. Lo que realmente importa es que la gente vea y sepa que un crimen contra la humanidad tuvo lugar en Vietnam”. Lo curioso es que si bien se pueden dar estos juicios y apelaciones en EE.UU., sin embargo en el país no existe ningún museo que muestre las atrocidades que ha cometido EE.UU. contra otros pueblos del planeta. Hay que ir a Vietnam, por ejemplo, para ver las atrocidades cometidas allí.

Es contradictorio por tanto que exista uno de los grandes museos permanentes (en Washington D.C.) mostrando gráficamente otra de las grandes tragedias contra el ser humano: “El Museo del Holocausto”, el genocidio al pueblo judío hecho por el fascismo alemán, pero no exista un museo de la tragedia humana que provocó EE.UU. en Vietnam. Lo que sí existe es un memorial en Washington mismo dedicado a los 60.000 soldados norteamericanos muertos en aquella guerra con sus nombres grabados en aquel mural.

¿De qué manera pues las generaciones de jóvenes norteamericanas se enteran de su pasado histórico y lo que ha hecho su gobierno por el mundo?

Y hablando del presente, tampoco existe información en estos momentos sobre qué están realmente haciendo las fuerzas militares norteamericanas en Irak aparte de “exterminar el terrorismo” allí. La televisión en EE.UU., en el caso de Irak, muestra únicamente a los soldados norteamericanos heridos junto a un despliegue impresionante de la mejor tecnología médica para atenderlos.

Como se dijo hace poco en un reportaje del programa “60 minutos” de la cadena CBS (y lo dijeron los mismos médicos norteamericanos) en Irak un sólo soldado norteamericano herido de mucha gravedad, atendido hasta por casi cinco especialistas en distintos campos, puede él solito gastar un millón de dólares en tan alto cuidado médico.

El relato y las conexiones que hicieron Danielle Trussoni (y el testimonio de Dang Hong Nhut) al hablar ahora de la guerra de Vietnam es que la memoria histórica importa repetirla constantemente. Las atrocidades cometidas por países e imperios, por sociedades capitalistas, colonialistas, fascistas, militaristas, comunistas, etc., deben conocerse y debemos dejar legados físicos (que se vean) para que no las olvidemos nunca. Es importante la responsabilidad de una memoria crítica (y autocrítica) universal. Estemos en el país que estemos.

Cortesía: Diario Latino.com


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