sábado, 2 de agosto de 2008

SEPARATA












Fray Ramón, Pané

Las deslumbrantes nuevas propaladas por Colón al regreso del primer viaje inflamaron la imaginación de los habitantes del Viejo Mundo.

Tras el triunfal recibimiento que los Reyes le dispensaron en Barcelona, Inmediatamente comenzaron los preparativos de una poderosa expedición de más de mil doscientos hombres y diez y siete navíos para zarpar rumbo a la recién descubierta Tierra de Promisión. Se enrola de nuevo el piloto Juan de la Cosa, cuya mirada escrutadora habrá de trazar los todavía imprecisos contornos de las costas caribeñas sobre el primer mapa importante del Nuevo Mundo. Se incorpora en calidad de físico de la armada el Dr. Diego Alvarez Chanca, quien anotará, en memorable carta al Cabildo de Sevilla, sus perspicaces observaciones sobre la naturaleza de las islas y las costumbres de sus habitantes.

Se une al visionario almirante su joven compatriota Michele de Cuneo.> cuya carta a Girolamo Annari de Savona es uno de los testimonios más desenfadados y alegres de lo ocurrido en ese segundo viaje. Y embarca también una abigarrada muchedumbre de artesanos y labradores, marineros y soldados, caballeros, funcionarios y sacerdotes.

Con aquel extraño contingente sube a bordo de una de las naves un humilde ermitaño de quien, hasta hace poco no sabíamos a ciencia cierta ni siquiera su verdadero nombre: ¿Román o Ramón? ¿Pan, Pane o tal vez Pané?

Hoy sabemos que este oscuro acompañante de Colón se llamó Ramón Pané, que era catalán de nación, y desembarcó en la Española *

El dos de enero de 1494. Y que fue el propio Almirante, impulsado por incipientes inquietudes renacentistas, quien le encomendé que fuera a vivir entre los naturales de la isla, aprendiera la lengua de ellos e indagara sus creencias y sus ritos .

La tarea no fue fácil. Fray Ramón vivió primero en la provincia de Macorix, donde se hablaba una lengua distinta de la general. En la primavera de 1495 pasó al cacicazgo de Guarionex, acompañado de un fiel converso que sabía ambas lenguas y le sirvió de traductor y maestro. Con su ayuda, y lo que iba aprendiendo de la lengua taína, logró averiguar los informes que pedía el Almirante. Y a medida que los iba obteniendo los anotó, de la manera que mejor pudo, en el escaso material de escritura que tenía a su disposición.

Pané entregó el manuscrito a Colón hacia 1498. Este lo llevó a España, y en España lo vieron y aprovecharon Pedro Mártir de Anglena y fray Bartolomé de Las Casas. Pasó luego a manos de su hijo Fernando, quien lo incluyó en la biografía de su padre. Y se publicó junto con dicha obra, en traducción italiana, en 1571. Después no ha vuelto a saberse más del manuscrito de Pané ni de los originales de Fernando.

Las extrañas circunstancias en que desaparecieron dichos documentos han hecho que los relatos recogidos por Pané se viesen envueltos en la espesa penumbra dc cuestiones colombinas que parecían no tener fin. Para mayor mal, la traducción, muy defectuosa de por sí, circulé después en ediciones aún más estragadas y maltrechas. Y a tanto llegaron la incuria y el desdén en torno a la singular relación que hasta llegó a dudarse de su autenticidad.

CONTINUA...




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