domingo, 22 de febrero de 2009

Educacion En Valores








Hostos: A QUIEN DEBEMOS IMITAR

A tan sólo unos meses para que se cumpla el primer centenario de su muerte, acaecida en la ciudad de Santo Domingo el 11 de agosto de 1903, Hostos se nos presenta cada día con
mayor luminosidad como maestro de juventudes y orientador de pueblos.

Sus prédicas dejaron de oírse por un tiempo en los países donde hizo su profunda labor educativa debido, en parte, a los azares políticos y a las actitudes escépticas, para luego volver al primer plano como ejemplo inimitable de apóstol y guía. Si bebemos de nuevo en las fuentes de las obras que dejó escritas, podemos refrescar nuestros ideales y calmar la sed de nuestro espíritu, que tantas veces lo llama en medio de esta crisis moral que atormenta a las sociedades de nuestros los hispanoamericanos.

Al evocar a Hostos evocamos también a los grandes educadores que hicieron labor pionera en la lucha por enseñar a nuestros pueblos hispánicos a leer y escribir primero; luego a usar la razón para elevar el nivel de civilización hasta un clima moral que permitiera la práctica cotidiana de la virtud en el desenvolvimiento cívico de estos pueblos dispersos en repúblicas, cuando debieron estar todos unidos en una sola entidad social, económica y política.

Frente a las crisis que sacuden hoy día a Hispanoamérica, uno se pregunta, ¿fracasaron nuestros educadores del pasado en su propósito de vencer la barbarie, de cambiar el alma rústica y pendenciera de nuestros campesinos, de pulir la conducta de los hombres ilustrados, que al llegar a las cercanías del poder se dedican a formar grupos ávidos de riquezas y dispuestos a usar maña y fuerza para imponer sus propósitos malignos?

Cuando se transmiten conocimientos técnicos para que el educando adquiera un oficio, una profesión, una destreza que le permita ganarse la vida, estamos enseñando, pero no educando. Para Hostos, educar era formar almas; formar hombres completos en la más amplia expresión de la palabra; crear espíritus con principios sólidos asentados sobre una base moral que actúa en función de un bien social, sin buscar un propósito utilitario. Por eso decía Hostos:
“sólo un filósofo puede educar”.

Para muchos la obra de Hostos es como una pieza de museo que se saca en ocasiones, se le sacude el polvo, se observa, se admira y se vuelve a guardar en su vitrina de cristal hasta una fecha lejana, en proceso recurrente. Y así, de cuando en cuando, vuelve Hostos a la memoria de contadas personas. Se repite el ritual de ofrendas florales a los pies de las estatuas que se encuentran en los predios de las universidades de la República Dominicana, Puerto Rico y Chile;
se leen los discursos de exaltación de aquella personalidad extraordinaria y luego vuelve el silencio sobre el hombre y su obra.

Siendo un moralista, en todos sus trabajos surge la noción del deber y del derecho; de la verdad y el error; de la ley como pauta que busca la justicia; del bien social como aspiración suprema de
todo individuo; como objetivo consciente de todo intelecto cultivado.

Hostos concibe la sociedad como una familia grande, integrada por la suma de individuos con conciencia de su misión social. Y si los intereses de clase crean conflictos económicos o políticos, estos se pueden corregir apelando al sentido de responsabilidad moral que empuja a cada conciencia a cumplir con su deber; un deber que la obliga a pensar en primer término en el bienestar presente y futuro de la sociedad de la cual forma parte y cuyo bienestar, como organismo colectivo que es, resulta primordial al del individuo.

En relación con los pueblos hispanoamericanos, todos los males sociales que Hostos vislumbra a distancia y los que palpa con experiencia propia, trata de explicarlos por la vía del desarrollo intelectual defectuoso de estos pueblos niños, recién incorporados a la civilización y luchando por crear sociedades estables en medio de un mundo en continua transformación. Hostos tiene la sensación de la urgencia sabeun ideal que alcanzar, tanto a corto como a largo plazo, que es el
bienestar social, el bienestar colectivo del país al que se pertenece.
Y habrá de aspirar más todavía: al bienestar de toda la humanidad, que no es otra cosa que suma de pueblos y naciones.
Se puede escribir sobre Hostos abordando cualquiera de sus múltiples cualidades, presentando, ya sea breve o extensamente, sus enfoques sobre problemas que en su tiempo fueron graves y
apremiantes. Son vistas parciales del hombre Hostos, y como tales, imágenes que hay que agrupar para una visión global.

Hostos fue un hombre completo,cabal, sin limitaciones para afrontar la vida colectiva de la América Hispánica, escenario geográfico y social donde piensa, siente, sufre y trabaja para construir un hombre mejorado, perfeccionado, orientado por medio de la educación hacia los fines de la práctica del bien para todos: desde el individuo hasta la totalidad del género humano.

Y al predicar y practicar el bien, Hostos no quiere disminuir ninguna actividad vital del ser humano. Todo lo contrario. Quiere que la vida sea vivida intensamente, a plenitud; que los niños sean niños y gocen de los atributos de su niñez; que los jóvenes sepan actuar para que disfruten su juventud; que el hombre adulto resuma en su conciencia toda la experiencia racional vivida y la ponga al servicio de su familia, de su patria, de la humanidad. Que el hombre adulto se sienta ser parte del universo, y actúe como parte y como un todo.

Una vida que se dedique a llenar estos fines tan altos es una vida digna de vivirse; sin tiempo para malgastarse, porque los imperativos de tantos ideales lo empujan a una actividadconstante, placentera, con metas distantes que retan su voluntad para conquistar las codiciadas planicies de la grandeza.

Esta vida hostosiana es dinámica, creadora, altruista. Y tiene la satisfacción que da el deber cumplido. Es la labor realizada para beneficio del presente en función de un futuro brillante, que se perfecciona a medida que se avanza, a medida que se realizan las etapas programadas.

Lectura completa:

Hostos para estudiantes

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