domingo, 14 de junio de 2009

INTERESANTE:



Marrero Aristy: Over, over, and over



José Miguel Soto Jiménez -





MURIÓ DÍAS DESPUÉS DEL ÉXITO DE LAS OPERACIONES MILITARES DEL 14 DE JUNIO

¿Batata, tu y yo aquí? El gran sibarita e intelectual de fuste, fingiendo asombro, mirando con atención algo en su diestra, le había hecho la pregunta al bocadillo que acababa de morder, hablándole al canapé, como si interrogara a una persona conocida.
El ilustre escritor dominicano Ramón Marrero Aristy, se encontraba en una recepción en Paris, y rodeado de un circulo de cautivos embrujados por la magia de su talento de buen conversador, articulaba una sabia ironía que hablaba del origen criollo y humilde del tubérculo que había trascendido al “gran mundo”, tal y como él lo había hecho también, en base a sus virtudes exquisitas, pero viniendo muy de abajo en un trecho cuesta arriba, donde había tenido que sudar tinta, audacia y talento.
En un rapto de buen humor, propio de una personalidad atractiva y fascinante, Marrero le dejó al tubérculo todo lo demás, cuando a seguidas, citó de memoria la definición al respecto del diccionario Larousse y que de seguro conocía no como escritor, sino por su experiencia como antiguo Secretario de Agricultura: “Batata: Planta de tallo rastrero, cultivada por sus tubérculos comestibles”.- Mírenlo ahí, y eso, que los yanquis le llaman “sweet potato”, que suena más poético, pero no más elegante.
Las carcajadas premiaron la ocurrencia del periodista, novelista, historiador y político, una de las inteligencias favoritas del déspota Rafael Leónidas Trujillo Molina, no solo porque había puesto lo más valioso de sus talentos al servicio del dictador, sino porque había sido desde el principio de su régimen, una de las plumas involucradas a erigir los fastos inmensos de sus dominios y a defender su gobierno con una inteligencia poco común.
Además, Marrero le simpatizaba por su forma elegante y desenfadada de ser, amaba su espontaneidad, sus repentismos, sus salidas brillantes, su gran figura de oso gigante de circo, compartía con él sus vivencias en los ingenios azucareros, y cierto desprecio relativo por las clases dominantes, que a criterio de los dos, había que someterlas con la fuerza y la inteligencia, dándole duro hasta doblarle la cérviz y humillarlas, como para hacerles pagar a los “empericotados”, todo ese trozo de existencia dura que habían tenido que sortear en su niñez y juventud.
Quizás, lo que más unía a Trujillo con Marrero era precisamente su origen humilde y la audaz odisea de haber llegado arriba, a la cumbre más elevada del poder y de sus veleidades. Paradójicamente ambos a su nivel, amaban la buena vida y sabían disfrutar de las excelencias de la vida sin reparar en los detalles nimios.
La relación entre el autócrata de San Cristóbal y el intelectual de San Rafael del Yuma, siempre estuvo normada empero por la eficiencia de Marrero y sus notables habilidades y el pago según dicen pródigo del dictador por esos servicios, muchos de ellos inestimables a la dictadura. No obstante su vida de gran señor, de escritor prolífero, su tendencia al derroche y al despilfarro, ya sea como anfitrión, propietario, huésped elegante o viajero diletante, eran las claves también de esta alianza de conveniencia, recostada en un indudable afecto mutuo, que era la envidia de esa fastuosa corte tropical, donde se rumoraba que Marrero “le había cogido los huesos al jefe”.
Secretario de Agricultura, legislador en varias ocasiones, enlace confiable con ciertos políticos, intelectuales y periodistas extranjeros, que recibían los favores del generalísimo a cambio de trabajos puntuales confidenciales, lobista apreciable y finalmente Secretario del Trabajo, donde laboró en el famoso Código Trujillo del Trabajo, uno de los puntos indiscutiblemente luminosos del trujillato.
Marrero después de su obra, La República Dominicana, voluminosa apología del régimen en varios tomos, siempre funcionó exitoso en un espacio de tolerancia conveniente del déspota, frente a ciertos desvaríos ideológicos de su servidor y unos destellos de preocupación social que el mismo novelista creía que Trujillo compartía.
El autor de Over llegó a sobrestimar peligrosamente la confianza que se derivaba de esos sentimientos y parece que violentó en una época de deterioro, decadencia y crisis, la única regla que el dictador no perdonaba: la de la indiscreción como espécimen de la deslealtad.
Ese asunto de vivir con el tigre, pasarle la mano, darle la comida, no quiere decir que se le meta la mano o la cabeza en las fauces del tigre. El jefe, en varias ocasiones, le había llamado la atención a Marrero por reunirse a hablar “pendejadas” con enemigos del régimen que vivían en el exilio.
Eran esas juntas a escondidas, en las que los intelectuales ausentes llenos de nostalgias suelen gastar horas entre tragos y cigarrillos, hablando “plumas de burro”. Pero el secretario de trabajo, favorito del benefactor, tenía enemigos poderosos velando sus pasos, tales como el jefe del servicio de inteligencia militar, el coronel Johnny Abbes García, quien lo odiaba profundamente.
Entre los arreboles de las dificultades internacionales, llegó así, en 1959 el año trágico para Marrero, justo después de la invasión del 14 de junio, en medio de la turbulencia de la Revolución Cubana que agitaba las aguas del Caribe y las pesquisas del escándalo del caso Galíndez. El doce de julio, un artículo escrito por Tad Szulc, aparecido en el New York Time acusa al régimen de Trujillo de corrupción. Abbes que ha informado a Trujillo que Marrero estuvo reunido con el periodista americano, en uno de sus viajes a los Estados Unidos, encuentra la oportunidad para perderlo.
Tiempo después, Tad Szulc, nacido en Polonia y muy amigo de Marrero, reconocerá que por su artículo, el escritor había sido asesinado. ñYo maté sin querer a ese hombre que era mi amigo, le confesará a sus íntimos apesadumbrado. Y en realidad fue así, ya que en una cena intima en Washington, entre tragos y en franca camaradería, Marrero le hizo confidencias que jamás pensó que Tad publicaría.
Mucho se ha especulado sobre las circunstancias de la muerte del autor de “Perfiles Agrestes”, “Balsié” y “Over” cuya pluma se deslizaba con maestría por el cuento, la novela y el ensayo. Mi amigo el distinguido historiador e intelectual fallecido Don Ramón Font Bernard, siempre me dijo que vio su amigo el día de su última visita al palacio y que lo sintió preocupado y apesadumbrado, afirmando que a Marrero lo mataron fuera del Palacio, fingiendo después su accidente.
Dos testimonios muy importantes de testigos presenciales de la escena, uno del edecán militar del generalísimo ese día y otro del gobernador de palacio, en estricta confidencialidad me dijeron en vida lo contrario, incluso admitiendo en el secreto, culpabilidades circunstanciales.
El edecán para entonces coronel, oficial bastante joven para la fecha, graduado en la Argentina, y que por ser oficial de la rama de inteligencia, amigo de guardar silencio, no escribir y llevarse muchas cosas a la tumba, me relató que Marrero fue citado al despacho del Jefe por lo del artículo, y que cuando este entró a la temida oficina, sin aire acondicionado ya que Trujillo nunca lo usaba, el edecán, situado al lado del jefe, dos o tres pasos detrás de uno de sus hombros, pudo ver a Marrero con su corpulenta humanidad “enfluzada”, soportar los insultos acusatorios del dictador quien estaba sentado en su escritorio montado en cólera, pero que cuando el jefe se puso de pie y avanzó sobre el escritor como para agredir a Marrero, ya para ese momento sudoroso y hecho un manojo de nervios, Marrero retrocedió algunos pasos e hizo el ademán para meterse la mano en el bolsillo izquierdo del pantalón, por lo que el edecán sin perder tiempo, creyendo que cumplía con su deber de guardaespaldas, desenfundó su pistola 45 de reglamento y disparó una sola vez sobre Marrero, creyendo que este iba a sacar un arma.
Trujillo se incomodó sobre manera cuando se verificó que el escritor abatido, su gran amigo herido de muerte, solo quería sacar un pañuelo para secarse el sudor de la tensa situación.
El gobernador de Palacio, un ciudadano civil, amigo de la familia Trujillo y luego comerciante exitoso, me dijo por separado, que fue llamado al despacho, para que con su personal de más confianza, envolviera el cadáver en la alfombra manchada de sangre, para entregar tan macabro paquete a las gentes del SIM en el parqueo interior de la casa de gobierno.
Las versiones más socorridas hablan al respecto de que los calieses lo acomodaron en su carro como si estuviera vivo, lo pasearon por Constanza dando varias vueltas por el parque y luego lo precipitaron con todo carro y chofer por uno de los precipicios de Cazabito.
El presidente Joaquín Balaguer en su libro la “Palabra Encadenada” narra que estando despachando con Trujillo un día después del accidente, comentando la noticia del periódico de la muerte de Marrero el jefe le dijo: Que cosa más rara. ¿ y qué andaría buscando Marrero por Constanza?
De todas maneras, Marrero que había nacido en 1913, murió el 17 de julio de 1959 supuestamente en Constanza, algunos días después de haberse concluido exitosamente las operaciones militares contra la expedición del 14 de junio. El mismo había nacido un 14 de junio 46 años antes.
Consulta: Listin Diario
1/19/2008

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