UNA HISTORIA NACIONAL EN UNA PÁGINA
La República Dominicana ocupa dos tercios de la isla que escogió Cristóbal Colón para establecer la primera colonia española en el Nuevo Mundo.
En esta isla, llamada Española por Colón, los europeos adquirieron las primeras experiencias acerca de la naturaleza americana y sus sociedades. Aquí conocieron las primeras comunidades aborígenes y aquí padecieron nuevas enfermedades al tiempo que importaban gérmenes europeos que afectaron devastadoramente las poblaciones amerindias.
Después de un corto período dominado por la minería, los colonos españoles experimentaron con éxito en la producción de azúcar de caña que, junto a la ganadería, constituyó la base de la economía colonial dominicana durante todo el siglo XVI.
Atacada por corsarios y descuidada por España, que concentró sus atenciones en México, Perú y otros territorios más ricos en el continente, la colonia de Santo Domingo empobreció y se despobló paulatinamente.
Aventureros franceses ocuparon la parte occidental de la isla en la segunda mitad del siglo XVII. En el siglo siguiente desarrollaron la colonia de plantaciones más rica de las Antillas: Saint-Domingue. De esta colonia surgió más tarde Haití, la primera república negra en el mundo, luego de una cruenta rebelión de esclavos detonada por la Revolución Francesa.
Santo Domingo, entretanto, continuó debatiéndose entre la pobreza y el contrabando, aunque logró recuperar paulatinamente su población durante el siglo XVIII para caer nuevamente en una profunda crisis demográfica a consecuencias de las guerras y la emigración, a principios del siglo XIX.
Los criollos de Santo Domingo proclamaron su emancipación de España en 1821, coincidiendo con los movimientos independentistas hispanoamericanos, pero no pudieron sostener su autonomía pues los haitianos invadieron inmediatamente la parte española de la isla y la incorporaron a la República de Haití desde 1822 a 1844.
En este último año, los dominicanos proclamaron su separación de Haití y mantuvieron una larga guerra de independencia contra los haitianos hasta que el país fue anexado a España en 1861 buscando evitar una nueva dominación haitiana.
Durante la anexión Santo Domingo fue convertido en una provincia de ultramar como Cuba y Puerto Rico, en donde todavía existía la esclavitud, y el gobierno pasó a ser regido por la norma militar.
Después de cuarenta años de alejamiento de España, la población dominicana se había acostumbrado de tal manera a las formas republicanas que muy pronto empezó a resentir la nueva dominación española pues las nuevas autoridades trataban despectivamente a un pueblo de color acostumbrado a la libertad.
A partir de agosto de 1863 españoles y dominicanos se enfrentaron entonces en una violenta y corta guerra de dos años, llamada Guerra de la Restauración que le costó a España miles de bajas, la mayoría por enfermedades tropicales. España abandonó la isla en julio de 1865 y Santo Domingo volvió a su estatus anterior de República Dominicana.
A partir de entonces, y hasta 1916, la historia política dominicana es una de alternancias entre dictaduras y levantamientos revolucionarios, asonadas, golpes de Estado y pronunciamientos militares.
Sin embargo, en el último cuarto del siglo XIX, una sucesión de gobiernos liberales ofreció incentivos y franquicias fiscales a inversionistas extranjeros que quisieran invertir en empresas agrícolas, particularmente ingenios de azúcar y plantaciones de café, cacao y bananos.
Hasta entonces la economía dominicana había descansado en la producción campesina de tabaco y en las exportaciones de madera, pero entre 1875 y 1930, las masivas inversiones protegidas por el Estado produjeron una profunda revolución económica que convirtió a la dominicana en una economía de plantaciones, como la cubana, la puertorriqueña y las demás economías antillanas.
Entretanto, el Estado dominicano incurrió en un creciente endeudamiento para financiar gastos políticos y para construir importantes obras públicas, como ferrocarriles y puertos. Al no poder pagar a sus acreedores, la República Dominicana confrontó serios problemas con sus acreedores extranjeros.
Para bloquear cualquier intento de intervención europea en Santo Domingo, los Estados Unidos impusieron un protectorado financiero sobre el país en 1905 y, luego de numerosos incidentes, ocuparon militarmente el territorio dominicano en 1916.
Esta ocupación militar concluyó en 1924 y catalizó numerosos cambios en la vida dominicana, entre ellos la pacificación permanente del país por medio del desarme de la población y la creación de un ejército y una gendarmería profesionales.
Después de un corto interregno democrático de seis años, el jefe del ejército se hizo con el poder mediante un golpe de Estado en 1930 e instituyó una de las dictaduras más largas y crueles de América que concluyó con el asesinato del dictador en 1961.
La dictadura de Rafael Trujillo continuó muchas de las reformas iniciadas durante la ocupación militar estadounidense y ejecutó nuevos cambios. Pagó la deuda externa, amplió las vías de comunicación, inició la industrialización de sustitución de importaciones, estimuló la urbanización del país, modernizó la agricultura y la ganadería, y transformó el Estado en una maquinaria de control totalitario.
Muerto Trujillo en 1961, la sociedad dominicana se lanzó a la construcción de una democracia mientras sus gobiernos y empresarios acentuaban la revolución capitalista iniciada en años anteriores.
Un golpe de Estado en 1963, una guerra civil en 1965, una nueva dictadura entre 1966 y 1978, así como numerosos conflictos sociales han sido parte del costo que los dominicanos han pagado para lograr crear un espacio político nuevo en el que, finalmente, el cambio político se realiza mediante elecciones pacíficas y la economía responde libremente a las fuerzas del mercado.
Los cambios experimentados por la sociedad dominicana en los últimos cincuenta años reflejan, en sus costos y beneficios, los resultados de una revolución capitalista que contrasta mucho con la revolución socialista ejecutada en Cuba durante el mismo período.
Durante ese último medio siglo, la República Dominicana ha triplicado su población de tres a diez millones de personas, y ha dejado de ser una sociedad rural para convertirse en una sociedad urbanizada, al tiempo que ha exportado al extranjero más de millón y medio de emigrantes, recibiendo, en cambio alrededor de un millón de inmigrantes, la mayoría de ellos haitianos.
La base económica del país se ha transformado profundamente. Habiendo sido antes una economía exportadora de productos primarios (azúcar, café, cacao, tabaco, bananos y bauxita), ahora es una economía de servicios motorizada por el turismo, las comunicaciones y las finanzas, y estimulada por masivas inversiones públicas.
El crecimiento económico sostenido ha estimulado la aparición de más de medio millón de micro y pequeñas empresas, al tiempo que ha abierto las vías para el desarrollo de grandes corporaciones industriales, financieras y agropecuarias.
En términos absolutos la masa de pobres es cada vez mayor, pero en términos relativos los dominicanos hoy son menos pobres que hace cincuenta años y tienen mayor acceso a los servicios públicos.
La calidad de éstos deja mucho que desear todavía, y ello ha provocado la aparición de un amplio sector de servicios privados que abarca desde escuelas, clínicas y hospitales hasta cuerpos de vigilancia y seguridad, que tienden a compensar las carencias de los servicios estatales.
En este último medio siglo la sociedad dominicana también se ha secularizado y tanto la vida religiosa como la política se han pluralizado. Ya la Iglesia Católica no reina sola, como en el pasado, y ahora compite con numerosos credos y sectas por la atención espiritual de la población.
La vida política también refleja esa pluralización y el electorado se mueve alternativamente entre las distintas opciones partidarias, movido más por los intereses concretos de los ciudadanos que por las ideologías que dominaron la cultura política durante los años de la llamada Guerra Fría.
Fuente: Diario LibreEn esta isla, llamada Española por Colón, los europeos adquirieron las primeras experiencias acerca de la naturaleza americana y sus sociedades. Aquí conocieron las primeras comunidades aborígenes y aquí padecieron nuevas enfermedades al tiempo que importaban gérmenes europeos que afectaron devastadoramente las poblaciones amerindias.
Después de un corto período dominado por la minería, los colonos españoles experimentaron con éxito en la producción de azúcar de caña que, junto a la ganadería, constituyó la base de la economía colonial dominicana durante todo el siglo XVI.
Atacada por corsarios y descuidada por España, que concentró sus atenciones en México, Perú y otros territorios más ricos en el continente, la colonia de Santo Domingo empobreció y se despobló paulatinamente.
Aventureros franceses ocuparon la parte occidental de la isla en la segunda mitad del siglo XVII. En el siglo siguiente desarrollaron la colonia de plantaciones más rica de las Antillas: Saint-Domingue. De esta colonia surgió más tarde Haití, la primera república negra en el mundo, luego de una cruenta rebelión de esclavos detonada por la Revolución Francesa.
Santo Domingo, entretanto, continuó debatiéndose entre la pobreza y el contrabando, aunque logró recuperar paulatinamente su población durante el siglo XVIII para caer nuevamente en una profunda crisis demográfica a consecuencias de las guerras y la emigración, a principios del siglo XIX.
Los criollos de Santo Domingo proclamaron su emancipación de España en 1821, coincidiendo con los movimientos independentistas hispanoamericanos, pero no pudieron sostener su autonomía pues los haitianos invadieron inmediatamente la parte española de la isla y la incorporaron a la República de Haití desde 1822 a 1844.
En este último año, los dominicanos proclamaron su separación de Haití y mantuvieron una larga guerra de independencia contra los haitianos hasta que el país fue anexado a España en 1861 buscando evitar una nueva dominación haitiana.
Durante la anexión Santo Domingo fue convertido en una provincia de ultramar como Cuba y Puerto Rico, en donde todavía existía la esclavitud, y el gobierno pasó a ser regido por la norma militar.
Después de cuarenta años de alejamiento de España, la población dominicana se había acostumbrado de tal manera a las formas republicanas que muy pronto empezó a resentir la nueva dominación española pues las nuevas autoridades trataban despectivamente a un pueblo de color acostumbrado a la libertad.
A partir de agosto de 1863 españoles y dominicanos se enfrentaron entonces en una violenta y corta guerra de dos años, llamada Guerra de la Restauración que le costó a España miles de bajas, la mayoría por enfermedades tropicales. España abandonó la isla en julio de 1865 y Santo Domingo volvió a su estatus anterior de República Dominicana.
A partir de entonces, y hasta 1916, la historia política dominicana es una de alternancias entre dictaduras y levantamientos revolucionarios, asonadas, golpes de Estado y pronunciamientos militares.
Sin embargo, en el último cuarto del siglo XIX, una sucesión de gobiernos liberales ofreció incentivos y franquicias fiscales a inversionistas extranjeros que quisieran invertir en empresas agrícolas, particularmente ingenios de azúcar y plantaciones de café, cacao y bananos.
Hasta entonces la economía dominicana había descansado en la producción campesina de tabaco y en las exportaciones de madera, pero entre 1875 y 1930, las masivas inversiones protegidas por el Estado produjeron una profunda revolución económica que convirtió a la dominicana en una economía de plantaciones, como la cubana, la puertorriqueña y las demás economías antillanas.
Entretanto, el Estado dominicano incurrió en un creciente endeudamiento para financiar gastos políticos y para construir importantes obras públicas, como ferrocarriles y puertos. Al no poder pagar a sus acreedores, la República Dominicana confrontó serios problemas con sus acreedores extranjeros.
Para bloquear cualquier intento de intervención europea en Santo Domingo, los Estados Unidos impusieron un protectorado financiero sobre el país en 1905 y, luego de numerosos incidentes, ocuparon militarmente el territorio dominicano en 1916.
Esta ocupación militar concluyó en 1924 y catalizó numerosos cambios en la vida dominicana, entre ellos la pacificación permanente del país por medio del desarme de la población y la creación de un ejército y una gendarmería profesionales.
Después de un corto interregno democrático de seis años, el jefe del ejército se hizo con el poder mediante un golpe de Estado en 1930 e instituyó una de las dictaduras más largas y crueles de América que concluyó con el asesinato del dictador en 1961.
La dictadura de Rafael Trujillo continuó muchas de las reformas iniciadas durante la ocupación militar estadounidense y ejecutó nuevos cambios. Pagó la deuda externa, amplió las vías de comunicación, inició la industrialización de sustitución de importaciones, estimuló la urbanización del país, modernizó la agricultura y la ganadería, y transformó el Estado en una maquinaria de control totalitario.
Muerto Trujillo en 1961, la sociedad dominicana se lanzó a la construcción de una democracia mientras sus gobiernos y empresarios acentuaban la revolución capitalista iniciada en años anteriores.
Un golpe de Estado en 1963, una guerra civil en 1965, una nueva dictadura entre 1966 y 1978, así como numerosos conflictos sociales han sido parte del costo que los dominicanos han pagado para lograr crear un espacio político nuevo en el que, finalmente, el cambio político se realiza mediante elecciones pacíficas y la economía responde libremente a las fuerzas del mercado.
Los cambios experimentados por la sociedad dominicana en los últimos cincuenta años reflejan, en sus costos y beneficios, los resultados de una revolución capitalista que contrasta mucho con la revolución socialista ejecutada en Cuba durante el mismo período.
Durante ese último medio siglo, la República Dominicana ha triplicado su población de tres a diez millones de personas, y ha dejado de ser una sociedad rural para convertirse en una sociedad urbanizada, al tiempo que ha exportado al extranjero más de millón y medio de emigrantes, recibiendo, en cambio alrededor de un millón de inmigrantes, la mayoría de ellos haitianos.
La base económica del país se ha transformado profundamente. Habiendo sido antes una economía exportadora de productos primarios (azúcar, café, cacao, tabaco, bananos y bauxita), ahora es una economía de servicios motorizada por el turismo, las comunicaciones y las finanzas, y estimulada por masivas inversiones públicas.
El crecimiento económico sostenido ha estimulado la aparición de más de medio millón de micro y pequeñas empresas, al tiempo que ha abierto las vías para el desarrollo de grandes corporaciones industriales, financieras y agropecuarias.
En términos absolutos la masa de pobres es cada vez mayor, pero en términos relativos los dominicanos hoy son menos pobres que hace cincuenta años y tienen mayor acceso a los servicios públicos.
La calidad de éstos deja mucho que desear todavía, y ello ha provocado la aparición de un amplio sector de servicios privados que abarca desde escuelas, clínicas y hospitales hasta cuerpos de vigilancia y seguridad, que tienden a compensar las carencias de los servicios estatales.
En este último medio siglo la sociedad dominicana también se ha secularizado y tanto la vida religiosa como la política se han pluralizado. Ya la Iglesia Católica no reina sola, como en el pasado, y ahora compite con numerosos credos y sectas por la atención espiritual de la población.
La vida política también refleja esa pluralización y el electorado se mueve alternativamente entre las distintas opciones partidarias, movido más por los intereses concretos de los ciudadanos que por las ideologías que dominaron la cultura política durante los años de la llamada Guerra Fría.
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