debemos rendir homenaje a las Sufragistas
Por Ylonka Nacidit-Perdomo
Cortesia El Caribe.com
La historia del movimiento feminista en la República Dominicana se conoce de primera mano a través de cinco publicaciones fundamentales que revelan el pensamiento.
La ideología, la acción, las estrategias y el proyecto de lucha impulsado por Las Sufragistas, ya que fueron escritos por algunas de sus protagonistas fundamentales, que además tienen el honor histórico de haber sido testigos principales de todos los afanes de las mujeres de principios del siglo XX para alcanzar la conquista del derecho al voto, el sufragio, y, por ende, la construcción y el fortalecimiento de la ciudadanía política de la mujer.
Estas publicaciones son: la revista Fémina, el órgano “portavoz y vocero de las nobles causas que el feminismo bien entendido sustenta”, fundada en 1922 en la ciudad de San Pedro de Macorís, la Sultana del Este, por Petronila Angélica Gómez, quien además era su directora y editora general; el Ideario Feminista de Abigaíl Mejía, publicado en la ciudad de Santo Domingo por la renombrada intelectual en 1932 en las páginas dominicales del Listín Diario, de enero a julio de ese año, en los albores de la campaña nacional de la Acción Feminista Dominicana (AFD), lanzada a las “mujeres de todas las provincias” para, unidas, “formar un solo cuerpo batallador” como expresa Mejía en su Primer Manifiesto Feminista; la Historia del Feminismo en la República Dominicana, escrito en 1945 y editado en 1946 por la periodista vegana Carmen Lara Fernández; Contribución para la Historia del Feminismo Dominicano, publicado en 1952, de la autoría de Petronila Angélica Gómez, cuya compilación y selección de artículos estuvo a cargo de Delia Weber, luego de que P. A. Gómez perdiera la visión, e Historia del Feminismo en la República Dominicana, de la pluma de la maestra normal Delia Weber, dado a la publicidad en 1977, quien tuvo a su cargo como amiga y compañera dar continuidad al legado tanto de Abigaíl Mejía como de Petronila Angélica Gómez, para que sus hazañas no fueran imperecederas ni murieran a causa del fuego que las pasiones y las barbaries humanas despiertan en todos tiempos y épocas de la humanidad.
El movimiento feminista en la República Dominicana de inicios del siglo XX tuvo, indudablemente, dos momentos: el feminismo liderado por P. A. Gómez desde el año de 1922 cuando empieza a editar la revista Fémina desde la provincia del Este San Pedro de Macorís, antorcha que al decir de la misma P. A. Gómez -con el retorno definitivo al país de Abigaíl Mejía, en 1925- “había brotado en terreno ya abonado”, en una carta que le dirigiera el 23 de mayo de 1931 a la intelectual y escritora, en la cual reconocía el propósito de Mejía de extender el feminismo a todas las provincias del país.
Petronila Angélica Gómez transfirió a Abigaíl Mejía la antorcha del feminismo triunfante. Gómez hizo suya la proclama de Mejía de “Sembrar ideas” y el tema de la Constitución blanca, y de crear una “limpia y sosegada conciencia” en las mujeres; llamó a las “mujeres sensatas” a trabajar por la justicia y el bien social, aún cuando se dijera en 1932 desde las esferas gubernamentales que la revista Fémina, que surgió bajo el lema de “Unión, fraternidad y libertad”, era la “cuna del feminismo radical dominicano”.
Ese primer momento del feminismo dominicano que surgió en San Pedro de Macorís se extendió a Santiago, liderado por la maestra Ercilia Pepín, ciudad en la cual encontró resistencia entre las propias mujeres de la época, por lo cual P. A. Gómez buscó la incorporación de su causa al feminismo internacional, y en especial a la “Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas”, creada en 1922, entidad que no había laborado por el sufragio. Partiendo de esta adhesión se crea en Santo Domingo un “Comité Central Feminista Dominicano”, que se establece en la calle Duarte No. 10, bajo la presidencia de P. A. Gómez, quien procura colocar el feminismo en marcha en 1925 para propiciar una “reconstrucción colectiva en aras de la humanidad” y que la mujer no se quede “rezagada en el hogar” arrastrada por la inercia y “entre frivolidades”.
Es así como P. A. Gómez, Ercilla Pepín, Abigaíl Mejía y Delia Weber, juntas, actuaron como las ideólogas del feminismo dominicano de vanguardia de 1920 a 1940, convocando a reuniones plebiscitarias de mujeres, abogando con pensamiento propio por la emancipación de la mujer, impulsando un nuevo constitucionalismo, pidiendo leyes al Congreso, exponiendo doctrinas feministas, intercambiando correspondencia y mensajes con intelectuales de otras naciones para que las “aletargadas voluntades” de sus congéneres despertaran y desplegaran “las alas de su espíritu”.
De 1927 a 1934 las dominicanas de escasos o ningún recurso económico de los barrios, las pobres de la caridad pública, las operarias en las fábricas, las mujeres rurales, las obreras, las domésticas, en fin, las mujeres adultas, fueron alfabetizadas por un “ejército” a nivel nacional de maestras normales, profesionales y prestantes damas de la élite social, que integraban la Acción Feminista Dominicana, que ofrecieron su esfuerzo para en horas de la noche dar el pan de la enseñanza y el conocimiento a las más desvalidas, utilizando sus propias casas como recinto que acogía estas jornadas para la instrucción de un gran número de mujeres, desplazándose a caballo, en burros, en carro o a pie, para extender la causa de la emancipación de la mujer.
Para el 31 de diciembre de 1931, la Acción Feminista Dominicana contaba con 1,005 mujeres inscritas en toda la República. Sus Juntas Provinciales se encontraban establecidas en Santo Domingo, La Vega, San Pedro de Macorís, Puerto Plata, San Francisco de Macorís, El Seybo, Barahona, Montecristi y Moca.
La hora inminente de la Acción Feminista Dominicana (AFD), la hora esperada, estaba marcada en el reloj para el 1934, año en el cual las mujeres dominicanas, sin importar su clase social, demostrarían su capacidad intelectual y discernimiento propio, para ejercer el sufragio y evitar, por consiguiente, la continuación y permanencia de un tirano despótico en el gobierno que dirigiera con desatino los destinos del pueblo, a través de la reelección ilimitada.
En 1934 las sufragistas de la AFD lograron organizar el “voto de ensayo” para que las mujeres participaran en las elecciones de mayo de ese año.
El total de votos de las mujeres en todo el país fue de 96,247 (Fémina, año XII, No. 166, Santo Domingo, junio de 1934, s/p).
La población dominicana en 1934 era de 1 millón 479.417 habitantes, de los cuales 750,704 eran varones, y 728,713 mujeres. No obstante, Rafael Leonidas Trujillo Molina logró reelegirse en estas elecciones en la que la candidatura única era la del Partido Dominicano, haciéndose acompañar como candidato a la vicepresidencia por Jacinto Bienvenido Peynado.
Los resultados de las votaciones generales fueron los siguientes: sufragantes inscritos: 286,937 votantes, votos en contra: 0. Aunque las mujeres votaron a manera de ensayo, sus votos no se tomaron en cuenta.
Esta cifra de 96,247 votos constituyó el primer triunfo político de resonancia nacional de la mujer dominicana en el siglo XX que, por primera vez, concurrió aunque a modo de ensayo a manifestar su deseo de que sea reformada la Constitución del Estado en aquellos artículos que la desfavorecían, propiciando que el sufragio femenino avanzara hasta hacerse realidad en 1942.
Petronila Angélica Gómez, Abigaíl Mejía, Ercilia Pepín y Delia Weber emprendieron desposeídas de ambición personal, egoísmo y vanidad la lucha por la emancipación y la ilustración de sus iguales, y, a través de distintas campañas de comunicación, hicieron visible a la mujer.
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