En el 75 aniversario de su muerte, una muestra reúne160 dibujos del autor
La pasión privada e íntima por el dibujo del polifacético Miguel de Unamuno queda reflejada en la exposición inaugurada ayer, que recoge 160 de sus obras en esta disciplina artística, algunas de ellas inéditas y que abarcan épocas y temas muy dispares. Reconocido como un maestro de la papiroflexia, arte en el que se le atribuye incluso la creación de una serie de figuras originales, el que fue rector de la Universidad de Salamanca aparece ahora como un gran dibujante, realista en su contenido y en su temática, informa Efe. Esta idea ha sido resaltada en la presentación de la muestra por la directora de la Casa Museo Unamuno de la Universidad de Salamanca, Ana Chaguaceda, responsable de la exposición. «La afición por el dibujo formó parte de la vida de Unamuno desde joven y no la dejó hasta el final de sus días, como se deduce de la nada desdeñable muestra que se ha podido conservar», destacó Chaguaceda.
Con motivo del 75 aniversario de su muerte, la Universidad recoge ahora en una exposición una de las facetas creativas menos conocidas, pero no por ello menos importante del pensador vasco. Se trata de 160 «garabatos», como él mismo los definió, de los 260 con los que cuenta la universidad, además de vídeos y objetos personales del autor de «San Manuel bueno mártir», que ayudan a contextualizar las obras. La selección de dibujos, sin datar en la mayoría de los casos y realizados en documentos sueltos, cuadernos o insertos en sus libretas filosóficas y de poesía, pone de manifiesto «el esfuerzo realizado en alguno de ellos, ya que no todos tienen la misma precisión de detalles», comentó la directora de la Casa Museo.
Realistas en su contenido, su temática es muy variada y abarca desde retratos de personajes anónimos, amigos y familiares, figuras de animales, como ranas, caballos y toros; hasta los paisajes del campo charro salmantino o elementos arquitectónicos de la universidad o las torres de las catedrales. Para el rector de la Universidad de Salamanca, Daniel Hernández, se trata de unos dibujos «no valorados en su justa medida y quizá eclipsados por la importancia de sus otras creaciones». La responsable de la muestra subrayó que en este aspecto se refleja la personalidad del escritor, a la vez que lamentó que «no diera título a sus dibujos ni identificara a sus personajes».
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