lunes, 26 de febrero de 2018















Cuando los Trinitarios usaron el teatro contra la dominación haitiana.

La afición artística contribuyó a despertar la conciencia libertaria.

Por: Emilia Pereyra

SANTO DOMINGO. En su lucha contra la dominación haitiana, que perduró 22 años en la parte Este de la isla de Santo Domingo, los jóvenes libertadores usaron el teatro como recurso para concienciar a la población de la necesidad de liberar al Santo Domingo español.

En el contexto, las sociedades La Filantrópica y La Dramática fueron creadas por el libertador Juan Pablo Duarte para que fungieran como activos centros de cultura y fomentaran, desde el punto de vista ideológico, una toma de conciencia de parte de la población, que la motivara a actuar contra el sometimiento.

Los jóvenes trinitarios seguían una práctica arraigada en América, donde se utilizaban las artes escénicas para difundir ideas.

Sobre este aspecto, el intelectual Max Henríquez Ureña recordó que en La Española el teatro era uno de los entretenimientos favoritos de los habitantes desde tiempos coloniales y que las obras representadas no solo eran importadas de España, sino también escritas por los lugareños, aunque no han quedado amplios registros de la producción local de la época.

Sin embargo, en 1588 Cristóbal de Llerena escribió la farsa “Octava de Corpus Christi”, sobre la invasión del corsario inglés Francis Drake, ocurrida dos años antes.

En una carta enviada al arzobispo Fernando Arturo de Meriño el 29 de abril de 1883, el independentista José María Serra explicó: “La Trinitaria y La Filantrópica fueron dos sociedades distintas: la primera era exclusivamente revolucionaria; la otra no”...

Repeliendo el teatro francés.

Las sociedades estaban enfocadas a contrarrestar el efecto de las acciones de corte cultural desarrolladas por el gobierno haitiano, como fue el montaje de obras de teatro en francés, con textos de los dramaturgos Jean Racine y Pierre Cornielle.

La Dramática estaba formada por aficionados y, bajo el pretexto de ofrecer funciones artísticas, proporcionaba a los socios la posibilidad de reunirse sin despertar sospechas. El gobierno acordó darles el permiso a los participantes, no sin antes hacer comparecer a un coronel jefe del Parque de Artillería, nombrado Santillana, quien aseguró al régimen haitiano que eso (el montaje de las obras) era una cosa de muchachos y que era útil que los jóvenes haitianos imitaran a los dominicanos.

Esa opinión favoreció los proyectos de los patriotas, y los dominicanos lograron estremecer al público al presentar obras como “Bruto” o “Roma Libre”, tragedia en cinco actos de Antonio Saviñón, y “Día del año 23 en Cádiz”, del escritor español Eugenio de Ochoa.

Además, presentaron el drama “La viuda de Padilla”, de Francisco Martínez de la Rosa, cuya puesta en escena fue todo un acontecimiento. La elección de la pieza fue muy acertada, ya que su tono oratorio y los diálogos, que expresan la defensa de los derechos de los protagonistas, sintonizaban con los sentimientos del pueblo avasallado.

En esta representación sobresalió de manera especial la actuación de Juan Isidro Pérez, porque hacía particular énfasis en ciertos pasajes que podían aplicarse a los dictadores haitianos o a las circunstancias del momento.

Varios trinitarios se convirtieron en actores para dar vida a los personajes de las obras, elegidas cuidadosamente para que contribuyeran a concienciar sobre los efectos de la dominación haitiana.

Enrique Patín Veloz contó que don Manuel Guerrero, fervoroso partidario de Duarte, convirtió el edificio de la antigua cárcel en un teatro de buen tamaño.

Testimonio de Rosa Duarte.

Rosa Duarte señaló en sus conocidos “Apuntes...” que La Dramática, cuyo tesorero era su hermano Juan Pablo, fue fundada para crear “espíritu público”. Igualmente, explicó que las piezas iban ilustrando al pueblo que cada día comprendía más y más sus deberes para con la patria.

Además, relató: “Llegó su entusiasmo por la libertad al extremo que representando a “Bruto” se oyó gritar en el patio y en algunos palcos: ¡Haití como Roma!”.

Serra también se refirió a la experiencia que tuvieron los trinitarios utilizando el teatro para enfrentar a los tiranos extranjeros: “Este se llenaba de bote en bote en ciertas representaciones escogidas de intento, y la exaltación del espíritu público era tal, en ocasiones, que llegó a llamar la atención del gobernador, quien una noche hizo subir al escenario a un ayudante suyo, para pedir la pieza que se representaba y ver si en ella era cierto que estaban escritas estas palabras: ‘Me quiere llevar el diablo cada vez que me piden pan y me lo piden en francés’. Esa invectiva contra los franceses no era supuesta: estaba en efecto escrita en la comedia, y el general Carrié se dio por satisfecho”.

El trinitario expresó que en el teatro español abundaban “piezas en que el espíritu de nacionalidad, excitado por la guerra que le llevó el genio invasor de Napoleón”, no omitía ocasión de “zaherir y ridiculizar en la escena a los franceses”.

Es reconocido que el trabajo de Duarte tuvo diversas facetas como fueron el activismo político, la alfabetización de adultos, las cátedras de humanidades, el adiestramiento en el manejo de las armas (práctica y enseñanza de esgrima), la celebración de reuniones, veladas, representaciones dramáticas y la creación de sociedades culturales y filantrópicas, lo cual elevó el nivel intelectual y moral del pueblo y fomentó las esperanzas.

Prohibiendo peleas de gallos.

El gobernante haitiano Jean Pierre Boyer tomó una serie de medidas para propiciar un cambio de las costumbres de la población de habla española, y prohibió las peleas de gallos los días laborables. Sin embargo, el gobierno no pudo suprimir la arraigada práctica y dos décadas después el francés Jean Baptiste Lemonnier-Delafosse daba cuenta de que las principales diversiones de los adultos eran las peleas de gallo, las fiestas de los toros y la danza.

El hábito de apostar a las peleas de gallos ha permanecido hasta estos días en campos y ciudades dominicanas. Este hecho es una clara evidencia de que ni las disposiciones de Boyer ni el paso de los siglos han impedido que esta costumbre persista en la cultura criolla.

Anteriormente, el 24 de agosto de 1826 Boyer limitó la celebración de las fiestas religiosas tradicionales con la circular del “Grand juge”, dirigida a los comisarios del gobierno de Santiago y Santo Domingo, relativa a los festejos.

El dictador justificaba la medida con el argumento de que en las diferentes parroquias de la parte Este de la República se perdía un tiempo considerable y precioso para el trabajo a causa de las numerosas fiestas.

En la obra “Juan Isidro Pérez, ilustre loco”, Rodríguez Demorizi relató un episodio que alteró su ánimo. “Un día, en el barrio del Carmen, él sólo (Pérez) se defendió de la patrulla haitiana que trataba de impedir el juego de San Andrés a que estaba entregada la juventud del vecindario”.

Aunque se ha ido perdiendo esta tradición en la cultura dominicana, este juego se practicaba antes cada 30 de noviembre, día de San Andrés, y consistía en que la gente se lanzaba almidón, polvo blanco o agua a la cara en las calles y espacios abiertos.

De acuerdo a Carlos Esteban Deive, la fiesta de San Andrés tuvo sus antecedentes en las cabalgatas de los oidores el siglo XV, cuando tiraban naranjas a las personas que hacían lo mismo desde las ventanas. Luego “de los naranjazos en el siglo XVIII se pasó a los cascarones de huevo rellenos de agua”, escribió el narrador e historiador.

Para saber más...
“Los dominicanos vistos por extranjeros”. Carlos Esteban Deive.

“Apuntes de Rosa Duarte”.

“Juan Isidro Pérez, el ilustre loco”. Emilio Rodríguez Demorizi.

“Biografía de Juan Pablo Duarte”. Orlando Inoa.

“Diario de la Independencia”. Adriano Miguel Tejada.

“La dominación haitiana”. Frank Moya Pons.



Cortesía: DiarioLibre.






No hay comentarios: