“Huyó todo el que pudo” tras invasión haitiana de 1822. 2/3.
Por Emilia Pereyra
Miseria de la época.
El país que empezó a regir Boyer, luego de la muerte de su
protector Alexandre Pétion, estaba sumergido en la miseria.
En vano, el gobernante hizo esfuerzos en las décadas siguientes
por reactivar el sistema productivo haitiano y creó el “Código Rural”, que
tenía como principio obligar a los haitianos a trabajar la tierra, pero con el
cual no se obtuvo el resultado deseado, pese a que se le ha considerado una
legislación avanzada para la época.
Hastiada de la esclavitud de la que se había liberado por fin,
la mayoría del pueblo haitiano prefería tener un bajo nivel de vida a gozar de
una prosperidad generada por el trabajo obligatorio y se fue sumiendo en la
pobreza.
Necesidades y viejas ambiciones:
Desde 1820 circulaban rumores acerca de las pretensiones de
Boyer de ocupar la parte oriental de la isla y a pesar de que se produjeron
indicios sobre su objetivo el entonces gobernador del Santo Domingo, el español
Sebastián Kindelán, no organizó medios de defensa.
En relación a este aspecto, Moya Pons ha escrito que por lo
menos desde principios de noviembre de 1820 Boyer estaba trabajando en el Sur
de Santo Domingo, a través de sus agentes, para provocar una situación que
permitiera a las fuerzas armadas haitianas ocupar la parte oriental.
El historiador haitiano Jean Price-Mars cita una carta del 8 de
enero de 1821 de José Justo de Silva, donde se confirman las sospechas del
gobernador Kindelán en el sentido de que Boyer usaba el pretexto de una posible
invasión francesa para amedrentar a los dominicanos y a Silva, exsoldado de las
milicias españolas refugiado en Haití tras ser acusado de robo, para que
propalara rumores en la frontera del norte.
El gobierno de Boyer tenía la necesidad de proteger las
fronteras naturales, para defender a la joven república haitiana de las
amenazas de una eventual invasión francesa.
También debía consolidarse en vista de que estaba amenazado por
la descontenta élite militar del recién derrocado régimen de Henri Christophe.
Ocupar el Este le daba a Boyer la oportunidad de repartir posiciones políticas,
tierras e inmuebles y de apaciguar a quienes pretendían derrocarlo.
En la parte española, internamente actuaba un grupo de criollos
que procuraba dar un golpe de Estado al gobierno español, para sumar a Santo
Domingo a la Gran Colombia. Las previsiones de Kindelán y la falta de respuesta
de Simón Bolívar, a quien los gestores del movimiento escribieron pidiéndole
apoyo, afectaron el proyecto.
Indudablemente, había alcanzado importancia el movimiento
encabezado por José Núñez de Cáceres y respaldado por miembros de la élite
política y militar, que buscaban la liberación dominicana con el propósito de
crear un estado libre que establecería una alianza con la confederación de la
Gran Colombia. Por otro lado, también actuaba el partido pro haitiano, que
abogaba por la unificación de la isla.
El movimiento pro haitiano, dirigido por el comandante Andrés
Amarantes, se expresó el 8 de noviembre de 1821 y comunicó al comandante de
Cabo Haitiano, Esteban Magny, su decisión de colocarse bajo las leyes de Haití.
El 30 de noviembre de 1821 fue declarado el Estado Independiente
del Haití Español. Poco después, llegaron los agentes de Boyer a Santo Domingo,
para determinar si estaban dadas las condiciones para que él irrumpiera con su
ejército y se posesionara en el territorio oriental.
En diciembre de 1821 el partido pro haitiano consiguió que
Santiago y Puerto Plata se pronunciaran a favor de la unificación con Haití, y
en enero de 1822 hicieron igual petición residentes en Cotuí, La Vega, Azua,
San Juan y Neiba, según Price-Mars.
Actuando con rapidez y sagacidad, Boyer preparó a la opinión
pública haitiana, a través del Senado, para justificar la ocupación del Este.
En una carta, el presidente haitiano le explicó a Núñez de
Cáceres la imposibilidad de mantener dos gobiernos separados e independientes
en la isla y las razones que motivaron que la unión no se produjera antes.
“...Yo voy a hacer la visita de toda la parte Este con fuerzas
imponentes, no como conquistador (no quiera Dios que este título se me acerque
jamás a mi pensamiento) sino como pacificador y conciliador de todos los
intereses en armonía con las leyes del Estado”, dijo Boyer, citado por Moya
Pons.
El 19 de enero de 1844, Núñez de Cáceres le expresó a Boyer, en
una comunicación, que había leído su mensaje a los jefes militares y a la
municipalidad y que habían acordado todos, unánimemente, colocarse al amparo de
las leyes de la República de Haití.
Las estratagemas políticas y militares, urdidas durante varios
meses por Boyer, habían logrado preparar el ambiente para que favoreciera la
llegada de la invasión haitiana a la parte Este sin confrontaciones.
En relación a este aspecto, Manuel Arturo Peña Batlle arguye:
“Hablar de llamamientos espontáneos y de sometimiento de buen grado es
confundir la realidad de un momento histórico con la audacia de un mandatario
ambicioso”.
Antecedentes de la invasión
Entre los antecedentes lejanos de la dominación haitiana figuran
las muy estudiadas devastaciones del gobernador Antonio de Osorio, efectuadas
para eliminar el contrabando en La Española, pero que dejaron la banda noroeste
despoblada, espacio ocupado luego en gran parte por bucaneros y filibusteros
franceses, que se habían refugiado en la Isla de La Tortuga, de donde partieron
los orígenes de la colonia Saint Domingue (hoy Haití).
En el curso de la revolución haitiana, la franja oriental fue
invadida por el general François Dominique Toussaint-Louverture, en el año
1801, como consecuencia del Tratado de Basilea, suscrito el 22 de julio de
1795, por el cual España cedió a Francia la colonia de Santo Domingo.
Posteriormente, el 16 de febrero de 1805, tratando de hacer
valer el mencionado acuerdo, los ejércitos haitianos, bajo las órdenes de Jean
Jacques Dessalines, entraron a la porción de habla española, con el propósito
de hacerla una e indivisible.
A la sazón, la franja de los dominicanos, se encontraba invadida
por Francia, que mantenía un ejército de miles de soldados. La meta de
Dessalines era expulsar a los franceses y reinar en toda la isla.
Los ocupantes haitianos aplicaron la política de tierra
arrasada. Quemaron y destruyeron bienes y medios productivos que pudieran ser
útiles a sus enemigos, incluyendo víveres, ganado y enseres.
El ejército de Dessalines estaba formado por más de veinte mil
soldados, dotados con las mejores armas de guerra del momento, que los
haitianos habían despojado a las huestes de Napoleón Bonaparte, derrotadas en
la colonia de Saint-Domingue.
El recuerdo del masivo degüello de pobladores de la porción
española, el incendio y destrucción de propiedades, el secuestro de personas y
la desolación en que quedó la gente dejó una percepción muy negativa sobre los
haitianos, que avivó la llegada de Boyer a la parte Este con sus tropas.
Cortsía: DiarioLibre
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