Cuando
la educación estaba en las nieblas de un naufragio
El gobierno haitiano pretendió imponer
el uso del francés en el Santo Domingo español.
Por: Patricia Pereyra.
SANTO DOMINGO. La dominación haitiana fue un período estéril
para la educación, situación que causó desasosiego en la sociedad de la época,
en vista de que se rompió una tradición que existía en materia de enseñanza que
empezó poco después del 1502, cuando los primeros maestros, frailes de la Orden
de San Francisco, iniciaron la docencia en su convento de Santo Domingo.
En la colonia española, había sido creado primero el Real
Colegio Francisco Javier y luego la Universidad Santiago de la Paz y Gorjón.
Posteriormente fue fundada por bula papal, el 28 de octubre de 1538, la
Universidad de Santo Tomás de Aquino, a la que concurrían incluso estudiantes
de otros países. De esta última academia se originó posteriormente la
Universidad de Santo Domingo.
De modo que cuando Boyer se impuso con su fuerza militar en la
parte Este había universidad en Santo Domingo. Pero el 3 de diciembre de 1823,
el mandatario dirigió una circular a los comandantes de los departamentos, en
la que dispuso el ingreso al cuerpo militar de los jóvenes de 16 a 25 años.
Entonces los alumnos de la universidad pasaron a los cuarteles y la academia
fue cerrada.
La decisión de Boyer causó el cese de la casa de estudios,
situación que él no intentó revertir en los años siguientes.
El historiador Emilio Rodríguez Demorizi escribió que tras la
ocupación militar, el gobernante manifestó su interés de reunirse en claustro
con profesores y estudiantes de las diversas facultades y que en dicho
encuentro expresó que tenía “sumo interés en conservar ese núcleo de saber
humano” y que incluso prometió enviar jóvenes haitianos para que establecieran
lazos de perpetua unión.
“Pero no bien dio la espalda a la ciudad absorta, cuando el
general Borgellá mandó cumplir las inflexibles órdenes del presidente... Era
una luz apagada violentamente entre las nieblas de un naufragio”, agregó.
Al respecto el autor Ricardo Pattee arguye que el contraste era
enorme entre el desierto cultural que fue la parte francesa y el florecimiento
de una cultura religiosa y profana en la franja española. Recuerda que España
fundó colegios y universidad en su primera posesión en ultramar, mientras que
Francia no lo hizo en Saint Domingue.
El ensayista resalta una diferencia esencial entre el sistema de
gobierno español, que tendía a crear una conciencia y una personalidad en su
colonia y el de Francia, que explotaba su posesión en ultramar en nombre de la
prosperidad de la metrópoli.
Sin embargo, muchos mulatos de Saint Domingue se educaron en
Francia, pero casi siempre después de culminar sus estudios optaban por
permanecer en el exterior.
Entre 1822 y 1843, la educación estuvo relegada en Haití. Por
eso, no ha de extrañarse que Boyer mantuviese la misma política en el lado
Este. Tras la revolución de 1843, que lo depuso, fue nombrado el primer
ministro de instrucción pública y se fundaron las primeras escuelas en la parte
occidental.
El testimonio de Serra
El trinitario José María Serra dio testimonio sobre el impacto
que causó el cese de la docencia en Santo Domingo.
“Cerrada la universidad con el dominio de los haitianos, el
espíritu filantrópico del Dr. D. Juan Vicente Moscoso (pasado rector de la
academia) sufría al contemplar la juventud dominicana sin más alimento
intelectual que el escasísimo que le proporcionaban las escuelas de
particulares, limitadas a enseñar a leer y escribir (formar bonita letra) y a
repartir rutinariamente las primeras reglas del arte de contar. En la escuela
pública se enseñaba lo mismo, pero en francés, que era el idioma oficial. El
Dr. Moscoso abrió, pues, una clase en su casa, y allí concurrieron unos tantos
jóvenes ávidos de instrucción”, escribió el patriota.
Los grupos de mayor conciencia social e intelectual no cruzaron
los brazos ante el cierre de los planteles y mantuvieron abiertas varias aulas
en casas particulares y en otros espacios donde impartían docencia y
discretamente se discutían ideas.
Por un período el sacerdote D. José Ma. Sigarán abrió en el
convento Santa Clara un curso de latín. Otro docente voluntario fue el doctor
Manuel María Valverde, quien dedicaba el poco tiempo que les dejaban sus
atenciones a los enfermos a la educación de sus hijos y sumaba algunos alumnos
que quisieran recibir ese beneficio, como fueron los Duarte y otros.
Tras su llegada a la parte Este, en 1838, el sacerdote Gaspar
Hernández se convirtió en el mentor de los revolucionarios congregados en la
sociedad secreta La Trinitaria.
Hernández impartía sus clases durante cuatro horas en la mañana,
con “marcado placer”, en la sacristía del convento Regina Angelorum, donde se
debatían también ideas políticas y se hablaba sobre la situación política
imperante, en un ambiente de intimidad, según contó Serra.
Defensa de la tradición.
El filólogo Germán de Granda valoró esa “transcendental tarea
cumplida” (la enseñanza), que buscaba “contrarrestar los efectos de la política
lingüística haitiana en el ámbito educativo, por un buen número de profesores
privados dominicanos que, al impartir deliberadamente sus clases en lengua
española, aseguró, durante el período de la anexión al país vecino, la
continuidad de la tradición hispánica...”.
En el convento también enseñaban latín, teología y otras materias.
Se racionalizaba la historia universal comparándola con el estado del país: el
contraste repugnante que presentaba la fuerza romana y la inteligencia de
Grecia con la abyección de la antigua Española, bosquejado hábilmente por aquel
profesor (Hernández) liberal y patriota, despertaba en los alumnos el
sentimiento de su abatimiento revelándoles el secreto de una fuerza latente que
antes no habían podido descubrir, agregó Félix María del Monte.
El historiador señaló que se hablaba libremente en el retiro de
los claustros del convento Regina Angelorum sobre los derechos imprescriptibles
del hombre, el origen del poder en las sociedades, las formas de gobierno, la
índole de las constituciones, el sufragio de los pueblos, el principio legítimo
de la autoridad y la soberanía de la razón.
En sus “Apuntes”, Rosa Duarte, hermana del prócer Juan Pablo
Duarte, aseguró que la clase de filosofía que impartía el sacerdote Hernández
era más una junta revolucionaria que una sesión de estudios filosóficos.
Lo cierto es que Hernández, de profundos sentimientos hispanos,
se vinculó con jóvenes distinguidos como los Duarte, Billini, Bobea, Mella,
Llavería, Sánchez, Barriento y otros pertenecientes al bando antihaitiano,
sobre los que ejerció influencia.
Los críticos del religioso han argumentado que Hernández era un
pertinaz enemigo de los haitianos y que trabajaba para que la parte Este
retornara al dominio de España, país por el que sentía un patriotismo profundo.
La fracasada imposición del francés.
La fracasada imposición del francés
De acuerdo a Rodríguez Demorizi dos días después de ocupar el
territorio español, el 11 de febrero de 1822, Boyer envió una instrucción a los
comandantes militares de la parte Este en el que expresaba “...el interés de la
República” en que la parte oriental cambiara a la brevedad posible “de hábitos
y costumbres” ... “a fin de que la unión sea perfecta y las antiguas
diferencias desaparezcan sin más”.
El gobierno haitiano decidió imponer el uso del francés en los
documentos oficiales del Estado y con ese propósito emitió la primera orden,
cuando había un ambiente de aparente tranquilidad y resignación de parte de un
conglomerado que inicialmente no opuso resistencia a la dominación.
No obstante, apenas funcionaba una escuela que enseñaba francés,
lo que explica en parte que las autoridades no fueran capaces de poner en
práctica medidas eficaces que patrocinaran el aprendizaje de este idioma ni su
promoción mediante una política cultural que incentivara la lectura y la
creación en este código lingüístico en los escasos miembros de las élites
intelectuales que se quedaron viviendo en Santo Domingo.
Aunque la Comission d’ Instruction Publique de Haití recomendó
al gobierno que enviara al Este varios maestros para que enseñaran francés en
las escuelas, solo funcionó un plantel que enseñaba el idioma extranjero en
Santo Domingo. De 1822 al 1837, fungieron como sus directores el haitiano
Napoleón Guy Chevremont d Albigny y el dominicano Manuel María Valencia.
Años después, en 1843, Boyer elaboró un proyecto destinado a
ampliar la limitada estructura educativa, que consistiría en la instalación de
un liceo secundario y de seis escuelas primarias en la zona occidental y de una
en la oriental. No obstante, esos propósitos fueron arruinados por el caos
provocado por el terremoto del 7 de mayo del año anterior.
Tampoco prosperó el proyecto presentado en 1843 a la Asamblea
Nacional por el diputado de Puerto Plata, Federico Peralta Rodríguez, quien
proponía la creación de varias escuelas en Santo Domingo y la reapertura de la
universidad.
Aunque los intentos oficiales por abrir más centros educativos
fracasaron, sí funcionaron en Santo Domingo algunos planteles privados
dedicados a la enseñanza del francés, como fueron los dirigidos por Mr. Bruat,
con quien estudió Juan Pablo Duarte, y madame Martel.
En 1838 y 1841, en Puerto Plata y en Samaná educadores
metodistas, llevados por el gobierno haitiano, fundaron escuelas que se
empleaban en la enseñanza de las lenguas inglesa y francesa.
La realidad mostró que las pretensiones de Boyer, de imponer el
francés en la administración pública, eran imposibles. La medida, que provocó
el disgusto de los dominicanos, no pudo ser aplicada de manera estricta salvo
en la esfera militar.
Para saber más...
“Un caso de planeamiento lingüístico frustrado en el Caribe
hispánico: Santo Domingo, 1822- 1844”. German de Granda.
“Panorama histórico de la literatura dominicana”. Max Henríquez
Ureña.
“La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo. Pedro
Henríquez Ureña”.
“Los días alcionios”. Manuel Núñez.
“La República de Haití y la República Dominicana. Diversos
aspectos de un problema histórico”. Jean Price-Mars.
“Invasiones haitianas de 1801, 1805 y 1822”. Emilio Rodríguez
Demorizi.
“La dominación haitiana”. Frank Moya Pons.
“Haití pueblo afroantillano”. Ricardo Patte.
Cortesía: DiarioLibre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario