La crisis económica se cierne sobre el medio ambiente
El acuerdo que debe sustituir al Protocolo de Kyoto se discutirá en 2009, pero los países, golpeados por la crisis económica, comienzan a regatear los objetivos establecidos
La crisis económica también incide en el medio ambiente. La primera impresión es que la repercusión a corto plazo puede ser positiva: aumenta la propensión de los ciudadanos a reciclar, a consumir menos energía y combustibles, y a prolongar la vida útil de los objetos de consumo. Sin embargo, las organizaciones ecologistas no ocultan su temor ante un cambio de tendencia en la concienciación de los organismos públicos sobre la sostenibilidad. Temen que, ante la crisis, se decanten por iniciativas que persigan la reactivación económica a costa del medio ambiente.
Según datos del Observatorio del petróleo, de WWF-Adena, durante el primer semestre de 2008 se ha registrado una reducción significativa de las emisiones de CO2 en España, debido al menor consumo de gasóleo y gasolina. Este descenso en las emisiones se ha apreciado también a nivel mundial. Las razones para justificar esta tímida reducción apuntan al desarrollo de la crisis económica y al alto precio del crudo durante esos meses.
Sin embargo, la reducción en las emisiones podría durar poco tiempo. Si tras el verano el petróleo llegó a alcanzar los 150 dólares el barril, el menor consumo ha motivado que su precio se reduzca a la mitad en sólo tres meses. Este hecho y el interés por estimular la economía pueden contribuir a que se registren los niveles anteriores de consumo de combustible. A ello se suma el hecho de que si el petróleo se abarata, el interés y la premura por el desarrollo de las energías renovables decaerá. Por eso, el británico Nicholas Stern, autor del informe Stern sobre el impacto económico del cambio climático, proponía hace unas semanas que los países aplicaran un nuevo impuesto para reducir el uso del petróleo y potenciar las energías renovables. Aunque aún es pronto para saber si la propuesta será aceptada, desde el Observatorio del Petróleo WWF-Adena alertan de que muy pocas personas están convencidas de ello porque, en plena crisis, es muy difícil defender esa iniciativa.
El riesgo de relajar los objetivos
Otra víctima de esta crisis podría ser el Protocolo de Kyoto, vigente hasta el 2012, así como el nuevo acuerdo que debe sucederle. Sus contenidos se discutirán el próximo año, en Copenhage, aunque las bases se establecerán a lo largo de este mismo mes de diciembre, en Polonia. El foco de discusión principal girará en torno al temor a una recesión económica que pueda estrangular el esfuerzo realizado hasta ahora.
En el encuentro, varios países ya han cuestionado la conveniencia de mantener los compromisos que la UE asumió hace un año y medio y han solicitado rebajas en las exigencias, que fijan una reducción de un 20% las emisiones de CO2 antes del 2020, que las fuentes renovables alcancen el 20% del total de la energía y que se logre una mejora del 20% en la eficiencia energética. Italia y Polonia ya han manifestado su oposición al plan e incluso amenazan con vetarlo. Para Italia, esta decisión puede dañar desde el punto de vista económico a sus empresas, sobre todo, a las de automóviles. Polonia y un grupo de países europeos del antiguo bloque comunista se quejan de que esos recortes en las emisiones pasan por sustituir un gran número de centrales termoeléctricas basadas en carbón, lo que supone aceptar unos costes imposibles de asumir en las actuales circunstancias.
Más cuotas de emisión
Reino Unido, por su parte, ha manifestado su incapacidad para alcanzar el compromiso de llegar al 15% de energías renovables. Y Alemania, modelo en aceptar compromisos ambientales, argumenta que las grandes firmas automovilísticas afectadas por la disminución de sus ventas de manera brusca pueden verse dañadas si se les exige una reducción demasiado estricta en las emisiones de carbono en un momento de recesión económica como el actual. Ante este panorama, las consecuencias se concretan en nuevas deslocalizaciones a países menos restrictivos desde una perspectiva medioambiental y un aumento del paro. Por eso, entre las alternativas que solicita Alemania se halla la de conceder más cuotas de emisión de CO2 gratuitas a todos los sectores industriales afectados a los que el cumplimiento les exige un sobrecoste.
Ahora bien, aprobar más concesiones y permisos para emitir CO2 de manera gratuita desencadenaría un efecto en cascada. De un lado, debilitaría el liderazgo de la UE y de los países desarrollados en la lucha contra el cambio climático. Si la UE no se compromete, se preguntan los expertos, ¿cómo lo van a hacer las economías emergentes como China o la India? Por otro lado, también podría debilitar a los llamados Mecanismos de Desarrollo Limpio, una de las herramientas más valiosas del Protocolo de Kyoto; entre las distintas posibilidades que se contemplan de reducir emisiones o comprar derechos de emisión de CO2 destaca la financiación de tecnologías limpias en países en desarrollo.
Así se están implantando centrales eólicas o hidroeléctricas en países pobres con la aportación económica de los países desarrollados. De esta forma se espera fomentar el desarrollo sin aumentar las emisiones.
160.000 millones de euros más al año
¿Cómo se negociará en estas condiciones el futuro acuerdo por el cambio climático? El riesgo se centra en que si se está abierto a dar solución a todas esas demandas, el acuerdo final puede no alcanzar la suficiente fuerza como para luchar contra el cambio climático.
Otros expertos advierten de que si Alemania solicita demasiadas concesiones, el resto de países también las pedirán. Países como Polonia y los del antiguo bloque comunista no discuten la necesidad de recortar las emisiones, sino que reclaman facilidades para abordar el coste económico que les supone recortarlas.
Un informe reciente de la ONU sobre el cambio climático indicaba que los fondos destinados en estos momentos son insuficientes y que se necesita aumentar la inversión actual en unos 200.000 millones de dólares más al año. Una minucia, si se compara con la suma de cifras destinadas al rescate financiero: 360.000 millones de euros en Francia; 62.000 millones de euros en el Reino Unido o 50.000 millones de euros en España, entre otros.
El reto no es fácil, pero la oportunidad, se indica desde la UE, está en no abandonar los objetivos marcados y aprovechar los mercados nuevos, como el de los coches ecológicos o las tecnologías limpias.
Ayudas ecológicas para la industria del automóvil
Una de las primeras decisiones que se ha tomado desde la Comisión Europea ante la crisis ha sido destinar ayudas a los fabricantes de automóviles para que desarrollen vehículos más ecológicos. Las subvenciones forman parte de una estrategia que pretende reducir reglamentos, mejorar el acceso a los mercados mundiales, potenciar la innovación y la investigación, así como aumentar la seguridad del transporte. Los fabricantes han solicitado a la UE un préstamo de 40.000 millones de euros para desarrollar vehículos más ecológicos, idea que goza de apoyo en Europa tras la aprobación por Estados unidos de préstamos a interés reducido para este fin.
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