Ennio Morricone y el film la mision
Durante los años cincuenta fue contratado por la RAI como principal asesor musical y, entre otros encargos, asumió las orquestaciones del cancionero de Gianni Morandi, estrella transalpina del momento. Su codo a codo con Leone en el spagetti western empezó en 1961 con Il federale. Fue su bautizo cinematográfico. Hoy está considerado como el sumo pontífice de la música de cine y sus partituras siguen calando hondo a generación tras generación: El grupo Metallica, sin ir más lejos, preambula sus conciertos con la pieza "The Ecstasy of Gold", de El bueno, el feo y el malo.
“Es el típico italiano elegante, excéntrico y maniático -atestigua Mike Taylor (Incantation)- pero me dejó de piedra cuando se interesó por las percusiones que Tony y yo íbamos a interpretar para las grabaciones de La Misión… Probó la sonoridad de algunos bombos; me miró y ambos nos pusimos a tocar hasta que acabé con sangre en las manos… Tiene una fuerza musical incontenible.”
Hay una música absoluta y otra aplicada. Así reza el credo de Morricone. La música de cine es música aplicada, al servicio de la obra de otro autor (guionista o director). “En la música absoluta el músico es libre”, explica el maestro, “pero en la condicionada deberá aprender que no es él quien manda”.
La música absoluta tiene, según Morricone, un discurso científico; sigue un proceso investigador. “Sin embargo, en toda composición el autor debe siempre cuestionarse íntimamente el porqué de cada nota en la partitura diseñada.” Añade que ese porqué no conduce a un significado (como el oyente cree percibir), sino a un propósito artístico. “La música es abstracta, no tiene significado (por más que se busque).”
Morricone se define partidario de una música tonal, con progresiones armónicas que revisa siempre una y otra vez. “No se puede ser músico y prepotente; la música exige la humildad de consultar con otros músicos o instrumentistas sobre la idoneidad de la pieza compuesta… Nunca doy una composición por terminada sin un diálogo a ese propósito.”
La BSO consta de cuatro temas que son ejes de toda la progresión musical del disco ("Falls", "Penance", "Gabriel’s Oboe" y "Guaraní"). "Falls", el tema de las cataratas, refleja la profundidad de campo en que transcurre la acción; es la banda sonora de una naturaleza inquebrantable, poseedora de un poder sin estridencias y que todo lo envuelve, como la misma selva, como un vapor. Morricone, que es muy dado a revisar temas anteriores en sus temas nuevos, autotributa en este fragmento su música para El desierto de los tártaros.
"Penance" es el tema de la constricción, de la culpa con que Mendoza (Robert de Niro) carga en su particular descenso (aunque en realidad sea una ascensión) a los infiernos. En este caso, la música autotributada corresponde a Novecento. Convertido en misionero, Mendoza es reconocido por uno de los indígenas a los que persiguió y éste le interroga: “¿Por qué apareces vestido de misionero?” El ex traficante le responde: “Mi nuevo hábito protege a gente como tu de individuos como yo”…
"Gabriel’s Oboe", tenida por tema principal de La Misión, tiene una falsa apariencia barroca. Morricone decide aparcar la belleza lírica de un Adagio de Marcello y recurrir al folklore mestizo de los temas religiosos con los que los misioneros desembarcaron en Iberoamérica y que los sincopados sonidos indígenas acabaron por reconquistar. La aportación de Hinnigan y Taylor (Incantation) se hace notar, aunque no tanto como en "Guaraní".
Rebosante de sonoridades étnicas, "Guaraní" marca el compás rítmico de la BSO a modo de estrofa e imprime velocidad en secuencias de acción, como la persecución del río o las emboscadas selváticas. En otra escena, un hermano jesuita subraya cómo el padre Gabriel se sirve de la música para someter a los indígenas. “Si en vez de un oboe tuviera una orquesta, hubiera podido someter a todo el continente”, responde el interfecto.
Toda la banda sonora se alimenta de estos cuatro temas, a excepción de "Brothers" (tema intimista al estilo de Cinema Paradiso) y "Carlotta" (mujer, traición, celos evocados por una guitarra española con acordes de conspiración).
La musicalidad de esta película arranca con timidez en la secuencia inicial: un grupo de indígenas ata un misionero a una cruz y lo lanza al río para acabar despeñado en las cataratas, al tiempo que el cardenal Altamirano da a conocer su ambiguo punto de vista sobre lo acaecido con tono melancólico y un grupo de jesuitas se encarama hasta las cataratas para homenajear al mártir… Entonces Morricone destapa su particular tarro de esencias con "On Earth As It Is In Heaven" y enciende la London Philarmonic Orchestra y los coros de London Voices y la Barnett School’s Choir.
Para el maestro romano no fue un trabajo nada fácil. Tuvo que trasladarse hasta Londres (es sabido que Morricone es poco amigo de viajar) para grabar la música de la película en los estudios CTS de Wembley. Allí se sirvió de tres fantásticos colaboradores: Tony Hinnigan y Mike Taylor, del grupo Incantation, y el director de orquesta David Bedford.
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