Bonó:
Precursor de la Historia Social Dominicana
José
Guillermo Guerrero Sánchez.
Pedro Francisco Bonó y Mejía
es quizás el pensador más original de la República Dominicana. Nació en
Santiago de los Caballeros el 18 de octubre de 1828, falleció en San Francisco de
Macorís el 15 de septiembre de 1906 y sus restos descansan en el Panteón
Nacional desde 1988. Escribió la primera novela dominicana El Montero en 1848, la
cual se publicó en El Correo de Ultramar, periódico español editado en París,
en 1856. Este medio de prensa se leía mucho en Santo Domingo después de la
Independencia –lo mencionó El Dominicano– y en 1878 Juan Pablo Alix le dedicó
varias décimas.
Aunque Bonó no es el autor
más prolijo del país, lo que escribió marcó pautas, dejó huellas y aún hoy son
muchas las lecturas posibles y los temas pendientes de aclaración sobre su
obra. Cada escuela de pensamiento lo lee a su manera. Los marxistas lo
encuentran marxista, los religiosos religioso.
Bonó no es nada de eso, su
pensamiento no se puede reducir a lecturas actualizadas fuera de contexto. Debo
expresar un juicio personal al respecto: la primera vez que lo leí me fascinó;
la segunda no me gustó y la tercera, ni una cosa ni otra. La cuarta lectura
habrá de indicar un pensamiento en ciernes, complejo y hasta contradictorio y
de múltiples lecturas. Sólo lecturas simples, superficiales y mitificadoras
puede señalarle como pensador de una línea o paradigma. Al contrario, es autor
difícil, no apto para recetas, incómodo para estereotipos y de los pocos que en
el país enseña a pensar crítica y éticamente.
Las fuentes y el proceso
de producción de sus conocimientos todavía no están explicados. Era soltero,
solitario, autodidacta, masón, alejado de ambientes sociales y correrías
políticas.
Su gran biblioteca se
quemó en dos ocasiones. La clave que descifra el pensamiento y obra de Bonó
está en su vida. No es el intelecto que moldea su vida, sino a la inversa. Al
contrario de los intelectuales de su época, es comerciante urbano que se
ruraliza. Rechazó la candidatura a la presidencia en cuatro ocasiones. Para
Pedro de San Miguel “su relativo retraimiento del poder y de la lucha por conquistarlo
le permitieron asumir una postura crítica frente a sucesos, personajes y
procesos”. Él mismo decía:
“estoy colocado en un medio
tan excelente para observar, que no lo cambiaré por todo el oro del mundo,
porque creo que él solo es quien me inspira”.
El presidente Ulises
Heureaux decía cuando lo visitaba. “Don Pedro, présteme su mecedora, para
sentarme un rato en ella, para ver el país como usted lo ve”.
Se preguntó:
“Yo en la presidencia,
¿Qué me espera? …mucho dinero, lisonjas, la primera posición social, cañonazos,
repiques de campana y festejos oficiales. Y mientras tanto imposibilitado de
continuar la prédica que desvanece muchos errores”.
El observatorio desde el
cual analizaba la sociedad dominicana no era un escritorio ni una biblioteca.
Era la subjetividad autónoma auto construida, una relación orgánica entre vida,
obra y pensamiento. Ahí está la fuente de su originalidad: se aleja de la sociedad
para verla en su conjunto con mayor autonomía y criticidad. Expresó:
“Veo lo que muchos no
ven…todas las partes que constituyen la sociedad…las causas verdaderas que justifican
los hechos por inconexos y extraños que aparezcan. En esta esfera quiero
colocarme”.
Continuará…
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