Bonó: Precursor de la
Historia Social Dominicana, y 6)
José Guillermo Guerrero
Sánchez.
En verdad, estas afirmaciones
constituyen apenas aproximaciones al pensamiento, vida y obra de Bonó. La complejidad
de las relaciones entre su vida y su pensamiento son reacias a clasificaciones
simples. Decir que era sociólogo, en su sentido académico strictu senso, más
que sumar le resta valor a sus contribuciones. La ponderación de su sociología –excepto
si es vista como Marx, Durkheim y Weber analiza lo social como una totalidad–
hace olvidar sus facetas de comerciante, estadígrafo, abogado, político,
geógrafo, literato, masón, etnógrafo de la vida cotidiana, médico
naturalistaboticario y alambiquero.
Bonó no fue ningún
comunista o santo como muchos quieren verlo. Defendió la teoría del liberalismo
con su separación de poderes, el desarrollo de la riqueza, la libertad
de comercio y libre competencia del capital y del trabajo, y en ningún
momento habló a favor, ni siquiera mencionó, la palabra revolución y cuando lo
hizo –al igual que Luperón– fue para referirse de manera despectiva a la lucha
armada, anarquizante y fratricida, cáncer que consideró necesario extirpar.
Luperón fue más explícito en su rechazo al socialismo considerándolo sinónimo
de anarquismo y terrorismo. Además, Bonó fue crítico de la educación moderna y racionalista
introducida por Eugenio María de Hostos a partir de 1875, aunque no llegó al
colmo de considerarla como el padre Billini la causa de la delincuencia de la
época.
No obstante, Hostos le tributó
grandes elogios y con éste compartió en 1884 la crítica más importante a la
ideología del progreso del capitalismo que entraba al país en los rieles del ferrocarril
y la industria azucarera. Se opuso a la construcción del ferrocarril, a la
creación de una banda de música y hasta al ornato de calles y parques. Criticó
la educación universitaria que, separada del trabajo, producía parásitos
inútiles que sólo sabían engrosar el presupuesto de las instituciones. Su
visión liberal y patriótica hasta tuvo sus manchas: no sólo apareció su nombre
en la lista en pro de la Anexión a los Estados Unidos durante el gobierno de Báez,
sino también en la cesión o arrendamiento de la Bahía de Samaná. Raymundo
González –en su conferencia sobre el tema– rechazó como ilógico y anacrónico el
primer punto, pero no así el segundo.
De todas maneras, ¿cómo es
que siendo Luperón enemigo tan consecuente de la anexión del país y de la
cesión, venta o arrendamiento de alguna parte de su geografía nunca le escribió
una carta criticándole su actitud y le propuso a Bonó en 1884 la Presidencia de
la República? Algunos historiadores lo consideran poco crítico con la dictadura
de Lilís y hasta connivente al aceptarle una imprenta. ¿Y qué? ¿No fue Lilís hijo
político de Luperón? Gracias a Bonó, Lilís evitó que Luperón muriese de cáncer en
la garganta en una isla del Caribe. Quizás se puedan encontrar insumos
adicionales para entender la relación entre esos tres personajes en el libro
que Juan Francisco Almánzar contempla publicar próximamente.
Después de todo, la pregunta
básica es ¿Qué es lo que impresiona y aporta una vigencia extraordinaria al
pensamiento de Bonó?
A nuestro entender son tres aspectos básicos:
1)
Su crítica implacable a la práctica
política clientelista y extorsionadora del pueblo; 2) Su postura ética de
renunciar a los beneficios de ésta, incluyendo la de ser candidato y seguro presidente
del país; y 3) Su estilo de vida y su relación crítica con la vida cotidiana y
la cultura popular del país.
2)
El pensamiento de Bonó es fundamental
para estudiar la transición de la sociedad dominicana hacia la modernidad nunca
acabada o completada. Sin dudas fue la máxima inspiración de la obra de Harry
Hoetink El pueblo dominicano, 1850-1900.
Apuntes para su sociología
historica, publicada en 1971, sin dudas, un libro clave y pionero en la
interpretación social de la historia dominicana y la vida cotidiana. En ella
tres son los autores más citados: Lilís, Hostos y Bonó. El primero por ser el político
cuyo gobierno tuvo el mayor impacto en la modernidad del país a finales del
siglo XIX; el segundo por introducir el sistema educativo más innovador hasta
el momento; y el tercero, por ser el intelectual o pensador más original y
crítico de la sociedad y del Estado de esa época.
Si bien se ha reivindicado
al Bonó sociólogo y politólogo, todavía falta descubrir el Bonó antropólogo e
historiador de la vida cotidiana, aunque en la actualidad no se justifica
la separación de estas disciplinas. Es que él las manejó indistintamente.
Es muy reveladora la carta que envió a su padre José Bonó, cuando pisó por
primera vez a Europa en abril de 1875:
“Ando tanto que un juanete
se me ha hinchado de tanto andar”.
Allí visitó los museos,
bibliotecas, edificios y parques, pero también realizó una investigación
minuciosa de gran interés para su vida y ocupación tardía. Se trató de la
compra de dos alambiques para producir alcohol: uno para el pueblo y el otro
para su consumo propio. Bonó es ejemplo de integridad ética, intelectual
auténtico
y original, un ser humano
sin igual. He ahí la clave de su actualidad.
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Cortesía: Revista Clío.
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