HISTORIA
DEL VERDE
EN SANTO
DOMINGO
“Nuestras plazas, nuestros grandes parques, nuestras
áreas verdes han sido y están disfrutados por la ciudadanía
que busca en el las una recreación física y espiritual , como un escape
y una necesidad de preservar su integridad humana. ”
Manuel Valverde
Sobre la historia del arbolado urbano de la ciudad de Santo Domingo se dispone de muy pocas documentaciones, debido en gran medida a la discontinuidad en la planificación del mismo.
En este sentido para poder elaborar este documento ha sido indispensable el aporte de muchas personas, entre ellos, arquitectos, paisajistas y botánicos, quienes fueron los actores principales en el desarrollo de los proyectos más significativos en el ámbito del verde urbano.
Se tiene la noción de que Los primeros españoles que llegaron al la embocadura del Río Osama encontraron manglares y un bosque húmedo subtropical, con magníficos ejemplares de Caoba, Roble criollo, Grigri, Penda, Guacima, Uva de Playa y Ceiba entre otros. Su reacción antes el deslumbrante trópico fue el asombro: “Digo que en general los Árboles de esta isla son tantos, que es cosa para no poderse explicar por su multitud, diferencias y desemejanzas los unos de los otros, así en la grandesa troncos y ramas; como en goma, flores y frutos; que ni los indios naturales las conocieron todos por su multitud, ni les supieron dar nombres a todos, ni los Españoles mucho menos (…), ay algunos de buen olor, y de lindas flores, otros de diversas frutas salvajes amarguisimas; otros espinosos y armados de tantas púas que no se dejan tocar; otros de mala bista y salvajes; otros cargados de Yedras y bejucos (…)”
Es partir del segundo viaje de Colón cuando los españoles empezaron a traer a la isla árboles a los cuales estaban acostumbrados en su tierra natal: limones, limas, naranjos agrios y dulces, sidras, higüeros, granados, palmas dátiles, cañafístulas y algarrobos. Cabe resaltar entre las plantas introducidas:
Los guineos, quienes reciben este nombre por su país de origen, la Guinea, fueron traídos por Fray Tomás Berlanga en 1515. Según Luís Joseph Peguero la Palma de Coco fue traída por el Capitán Juan Ponce de la isla de Puerto Rico. La Cañafístula, apreciada por sus propiedades medicinales, fue traída por el Almirante Cristóbal Colón en su segundo viaje, a si mismo: La Palma Dátil fue traída por Diego Colón. El Mango llegó al Caribe desde las islas Filipinas en el siglo XVII y en la Hispaniola al final del 1700. El Árbol del Pan fue traído a las Antillas por William Bligh (capitán del famoso Bounty) al final del siglo XVIII, con el fin de proveer alimento para los esclavos.
Peguero, L. J., Historia de la Conquista de la Isla Española de Santo Domingo
Gonzalo Fernández de Oviedo, cronista oficial de Las Indias, quien llega a la joven Santo Domingo en el 1522, nos cuenta: “Es aquesta ciudad tan llana como una mesa, e al luengo della, de norte e sur pasa el río Ocama, que es navegable, hondo e muy hermoso a causa de las heredades e jardines e labranzas, que en sus costas hay, con muchos naranjos e cañafístolas e arboleda de fruta de muchas maneras.”
En el siglo XVII, marcado por los huracanes, los terremotos y la pobreza, el campo invade la ciudad. Según el historiador Fray Cipriano de Utrera para el 16 8 el espacio entre las murallas edificados fue llenado por conucos, estancias, chiqueros de cabras, y los animales entraban libremente en las casas.
Ya al final del siglo XVIII el publicista francés Moreau de Sain- Mery describe así Santo Domingo: “… el terreno situado entre esta ciudad y Jaina es plano, bien regado, cubierto de árboles frondosos o de risueñas praderas. Estos bosques y praderas se extienden casi hasta los pies de las murallas de la capital, donde no se ven como en otras partes, ni jardines, ni huertos, sino en los monasterios, en los que han comenzado a plantar.”
Los viajeros extranjeros que visitaban la ciudad en los inicios del siglo XIX dan una imagen poco favorable, en particular tal C. C. Robin (citado por el historiador José del Castillo) describe los jardines locales como abandonados y cubiertos por la malahierba alta de seis a siete pies. No obstante al final del siglo XIX se inicia un movimiento por parte de los ciudadanos que constituyen varios grupos, denominados “sociedades” con el fin de rescatar y embellecer las plazas de la capital. Plantaron flores y árboles, colocaron bancos, faroles, arriates en las plazas Colón, Duarte (1891), San Miguel (1893), Abreu (1893) y Enriquillo. En el 1884 se delinea la plaza Independencia, que hasta esta fecha era solo una sabana con pozo publico, llamada el “Placer del Conde”. Sobre la Plaza Colón citamos aquí una historia del 1892, narrada por Manuel Jesús Troncoso de la Concha: “Don Manuel Jesús García era Presidente del Ayuntamiento. Vivía en frente del parque Colón. El ponía mucho cuidado en todo lo que tenía en su cargo. El parque Colón empezaba entonces a formarse. Antes de eso había sido únicamente la “Placeta de la Catedral”. (…) Se empezó a sembrar flores allí, a formar jardincillos. Don Manuel de Jesús García ponía mucho esmero en que el parque estuviera lleno de flores. Había, sin embargo, personas que se acercaban a las reatas y se llevaban las flores y aun tronchaban las plantas para llevar a su casa espigas. Don Manuel, viendo que la Policía Municipal, a la cual nadie respetaba, no podía poner remedia al mal, recurrió al presidente Heureaux. Este le dijo: “Bueno, Ud. sabe como arreglo mis cosas. De hoy en adelante no habrá quien le coja a Ud. las flores del parque.” Llamó al comandante Zacarías, y le habló:
“Comandante, déles orden a los serenos de que a todo al que se vea cogiendo una flor en el parque, le hagan un disparo (…) De ahí en adelante gozaron de tranquilidad las flores”
Una de las primeras iniciativas de planificación del arbolado en la ciudad parte al iniciar el siglo XX, precisamente el 22 de marzo de 1908, cuando Francisco Javier Amiama Gómez, Inspector de Higiene y Sanidad, funda la Sociedad del Árbol con el propósito de sembrar 300 Almendros en la Alameda (desde la Fuerte Gil hasta a la hacienda de Rafael E. Galván).7 Los mismos planos de construcción del Paseo o Malecón Presidente Billini (entre la prolongación de la calle 19 de Marzo y la prolongación de la calle Espaillat) ya preveían una calzada dotada de bancos y espacio para árboles. La construcción se realiza en 1914, bajo el gobierno del General Ramón Cáceres. Según el ingeniero Báez López-Penha las dos vías paralelas, separadas por una isleta sembrada por Almendros y amueblada con bancos, pronto se convirtieron en el lugar de esparcimiento favorito de los ciudadanos.
Durante la Primera Ocupación Norte Americana (1916-1924) se introducen varias especies en el país. Según el ingeniero agrónomo José Enrique Báez probablemente alrededor de 1916 se introduce al país la Casuarina, que está presente en la Florida desde el inicio del siglo XX. Años después la moda de sembrar Casuarina o Pino Australiano y Cycas, matas de follaje verde oscuro, preocupará mucho a los amantes de los jardines con “sabor colonial”, plantados con los colorados y perfumados Limones, Naranjos, Claveles, Geranios y Jazmines.
En 1929 el acta no. 557 del Senado de la República reguló la urbanización de los ensanches, precisando que en todas las calles más anchas de 15 metros se debe reservar un área entre la acera y el encintado para la siembra de árboles y césped.
Se encuentran muy pocas informaciones sobre las arboladas de este periodo, sin embargo, según las memorias del ingeniero Báez López-Penha, la Avenida Independencia para aquella época estaba plantada de Roble criollo.
En los años ’30, después de la destrucción causada por el ciclón San Zenón, se inició un extenso desarrollo urbanístico. Tres de los proyectos de arborización más importantes realizados en
Santo Domingo, Elogio y Memoria de la Ciudad, L. Mateo Andrés: Santo
Domingo en la literatura
Alemar, L. E., La Ciudad de Santo Domingo
HISTORIA DEL VERDE EN SANTO DOMINGO
Liogier, H. A., Las plantas introducidas en las Antillas después deldescubrimiento
y su impacto en la ecologia Alemar, L. E., La Ciudad de Santo Domingo
Montás, E. P.: Ciudad de Osama
esta década representan hasta hoy unas de las imágenes más marcadas de la ciudad: la hilera de Palma Cana del Malecón, la arbolada de Robles rosados de la Avenida Simón Bolívar y la hilera de Laureles de la Avenida Independencia.
Estas intervenciones forman parte del sistema de avenidas construidas en la época de la dictadura que tenían como característica común las amplias franjas verdes destinadas
a la arborización. Las especies plantadas en este periodo fueron, entre otras, Almendro, Roble rosado, Roble blanco, Caoba, Árbol de Salchicha (llamado el “árbol de la dicha”,
por su presunta capacidad de traer fortuna), Palma Cana, Casuarina y Laurel. En el litoral fueron plantados Uva de Playa, Almendro, Palma de Coco, Cajuil y Mango. La Palma Real fue una especie favorita por la dictadura, su imagen fue elegida como símbolo del partido.
En este periodo la arborización de las calles y avenidas adquiere un perfil sistemático. Se instituye la Comisión para el Desarrollo y Embellecimiento de Ciudad Trujillo que entre otros ordenó la siembra de una hilera de Caoba en la isleta de la Avenida Duarte, Roble Blanco en la calle Arzobispo Portes, la siembra de árboles de sombra en las plazoletas de Regina y de Los Curas, Cipreses italianos y Palmas Reales entorno al cementerio. El vivero del Ayuntamiento se dedicó a reproducir plantas “ornamentales, industriales y sanitarias”. Las palmas y los árboles fueron sembrados pequeños, y protegidos por unas jaulas de madera.
El Parque Eugenio María de Hostos (al entonces Parque Ram- fis), obra del arquitecto Guillermo González, fue inaugurado el 26 de diciembre del 1937. Reputado como el mejor parque de las Antillas, era un diseño dotado de una biblioteca infantil, piscina, acuario, pajarera, terraza para patinar, pista para bicicleta, pabellones para conciertos, salón para cine y variados juegos infantiles. Fue plantado sobre todo con Almendros y Robles rosados.
La ponencia, todavía actual, de Virgilio Álvarez Sánchez al Primer Congreso de Municipios nos ilustra la situación general de la política del verde en la época: “Las grandes urbanistas modernos entienden que nada contribuye tanto al hermoseamiento y salubridad de las ciudades como la creación de bosques, parques y jardines. (…) Siendo la Republica Dominicana un país tropical, es cuestión de necesidad para la vida, la existencia de cantidades elevadísimas de árboles. Es notoria la escasez de estos elementos en las distintas plazas y avenidas de nuestras ciudades. También es precaria la contribución que en este sentido prestan los propietarios de residencias y fincas urbanas y rurales. El jardín, en sentido estético es la expresión más pura de la belleza; en sentido de la higiene constituye una fuente permanente de salubridad. La construcción de jardines en las residencias de los barrios elegantes debe ser un requisito de ley; debe formar parte del plano general de la construcción.
Es hora ya de que las oficinas técnicas (...) ayuden de manera decisiva a perfilar un plan de embellecimiento cabal y científico.” El articulo denuncia la escasa conocimiento de
la flora nacional y la falta de producción de plantas nativas en viveros: “...hemos tenido forzosamente que utilizar especies exóticas para sembrarlas en sitios públicos.”
El mismo autor nos asegura que en Santo Domingo se han llevado a cabo plantaciones en todas las calles y avenidas construidas en la época de Trujillo, de acuerdo con un plan
elaborado por las oficinas competentes. Se dispuso también por el ajardinamiento de los monumentos históricos de la Ciudad Colonial.
Al inicio del año 1943 el Ingeniero Ramón A. Caso denunció la falta de interés por parte de la población acerca de sembrar árboles en las calles. En particular se lamentó por la costumbre de eliminar las arboladas en las calles comerciales: “Aún en pequeñas poblaciones se han destruido (los árboles) con la excusa de que no son prácticos en las calles comerciales lo cual les roba apariencia y comodidad.”
El 16 de agosto de 1943 se organizó la primera Exposición de Floricultura y Jardinería en el parque Eugenio María de Hostos (antiguo Parque Ramfis), como ensayo preliminar a la Gran Exposición prevista para el Primer Centenario de la Independencia.
La urbanización del área del Gazcue se acelera después del paso del ciclón San Zenón, dividiéndose las grandes estancias y trazándose nuevas calles. Gazcue se desarrolló según el modelo “ciudad jardín”, barrio residencial con aceras ornadas por árboles y casas completas de jardín frontal. Marcelle O. Pérez Brown, en su libro “Gazcue, Jardín urbano”, indica entre las especies más preferidas el Almendro, el Roble rosado y blanco, la Amapola, la Javilla, el Saman, el Flamboyán, el Laurel, la Casuarina, el Alelí, la Almira, la Palma Real, y la Cana.
En el año 1956 el arquitecto Ramón Vargas Mera, con la colaboración
del urbanista norteamericano A. Solow, elaboró el primer Plan Regulador de Santo Domingo con el fin de reglamentar la rápida urbanización de los terrenos. El plan contemplaba salvaguardar grandes áreas verdes en el tejido de la ciudad.
Según el arquitecto Eugenio Pérez Montás “el plan prestó especial atención a las sucesivas terrazas y farallones de la ciudad, las márgenes de los ríos y cañadas, y especialmente a la creación de áreas verdes recreacionales y culturales a nivel general sectorial y vecinal. En realidad se empezó a reestructurar la ciudad en función de sus elementos y recursos naturales, rompiendo así la vieja práctica de la simple expansión en base a la prolongación de la cuadricula colonial, aplanando previamente el terreno y destruyendo en consecuencia la capa natural, vegetación etc. con graves problemas de erosión.”9
El plan lamentablemente chocó con los intereses económicos de los terratenientes, entre ellos de la familia de Trujillo, por lo cual nunca fue implementado, permitiendo así la expansión violenta e irregulada en las décadas posteriores.
En los periodos presidenciales del Dr. Joaquín Balaguer, de 1966 a 1978, Santo Domingo se transformó en una ciudad de 400 mil a 1,2 millones de habitantes. El rápido crecimiento demográfico fue acompañado por la expansión y densificación
de los barrios marginados sin tomar en cuenta las medidas necesarias para un buen balance entre lo edificado y las áreas verdes anexas. No obstante los proyectos de urbanización para la clase media y alta promovían un estilo habitacional con menos densidad, inmerso en el verde. Buen ejemplo a esto tipo de edificación son los barrios Los Ríos, y Los Jardines del Norte, donde el sistema de parques públicos ocupaba casi la mitad del área total.
Los ejemplos de Balaguer fueron grandes ciudades como Madrid, Paris, Buenos Aires y New York. En su artículo sobre los espacios abiertos cita Frank Lloyd Wright: “Lo que engrandece a la gran metrópolis es la majestuosidad, la dignidad, y el sentido de la proporción de sus grandes avenidas...”10 . Las importantes avenidas construidas bajo su época (Av. 27 de Febrero, Av. John F. Kennedy, Av. Winston Churchill, Av. Los Próceres, Av. Francisco de Rosario Sánchez y Av. Luperón entre otros), fueron completadas por isletas centrales y aceras anchas, destinadas a la siembra de árboles.
La construcción de la Av. Churchill en los años 1966-1970 significaba la prolongación del eje vial determinado en el 1955 por la Feria de la Paz. Juzgado como un inversión demasiado grande respecto a las necesidades del momento, fue llamada “la suntuosa”. Las aceras de la avenida se sembraron con Palma de Canaria, cuyas semillas fueron traídas desde Uruguay por el propio Joaquín Balaguer. Posteriormente, en los años 80 se sembraron las Caobas.
Entre 1966 y 1978 se predispone también el sistema de los grandes parques urbanos: Parque Mirador del Sur, Parque del Este-Los Tres Ojos, Jardín Botánico, Jardín Zoológico, Centro Montás, E.P.: Ciudad de Osama10 Montás, E.P.: Ciudad de Osama, Apendice AD Olímpico y Parque La Caleta, que hasta hoy son las principales áreas de recreo para la ciudadanía, y refugio de la fauna nativa. Según el arquitecto Manuel Valverde en esta época el promedio de área verde por habitante era alrededor de 3.60 metros cuadrados y para el 1979, luego de la realización de una serie de proyectos, se elevó hasta los 13 metros cuadrados por habitante. El alto nivel de estas intervenciones, al igual que su valor ambiental y social, implica la necesidad de preservar y restaurar sus características estéticas y funcionales que han ido perdiéndose en el transcurso del tiempo.
Al final de los años ’60 fue construido la Plaza Trinitaria y el parque Rosa Duarte a la cabeza del puente Duarte, según el proyecto del arq. Benjamín Paiewonsky, quien introduce por primera vez la hermosa palma Yarey en la ciudad.
El primer grande parque con funciones múltiples fue el Parque Mirador Sur, opera de los arquitectos Manuel Valverde Podestá y Eugenio Pérez Montás, y de los ingenieros Rodolfo Dietch y Christian Martínez, En el área despejada del viejo potrero se sembraron más que 100.000 plantas, algunas de las cuales hoy son consideradas no deseables, como la Casuarina y la Acacia amarilla. Sin embargo varias especies representan la flora nativa: Uva de Playa (Coccoloba uvifera), Yagrumo (Cecropia schreberiana), Guazabara, Copey (Clusia rosea) Palma Cana (Sabal dominguensis), Palma Real (Roystonea hispaniolana), Palma Corozo (Acrocomia quisqueiana), y entre arbustos y herbáceas la Suelda (Callicia repens), el Jasmin (Jasminum azoricum). Para proveer las plantas necesarias se creó la Dirección de Ornato que disponía de dos grandes viveros, donde se producían fundamentalmente Caoba, Palma Real y los hoy prohibidos Casuarina y Javilla extranjera.
El parque del Mirador fue seguido en el 1975 por el Parque Zoológico, que se construyó según los planes de los arquitectos Manuel Valverde Podestá y Eugenio Pérez Montás. En el Zoológico, uno de los más grandes de la América Latina, se pueden observar los animales en su ambiente natural. La próxima intervención fue en 1976 la creación del Parque del Jardín Botánico, en una superficie de dos millones de metros cuadrados, con el proyecto paisajístico del arquitecto Benjamín Paiewonsky.
En el 1978 se abrió al público el Parque Mirador Este con una extensión de dos millones de metros cuadrados. Durante el discurso de inauguración el Arq. Valverde dijo : “…hemos creado una estructura privilegiada en América, que ha hecho de esta ciudad y de este país uno de los pocos que esta preparado para recibir el impacto de la multiplicación demográfica. 11 millones de m² de áreas verdes han sido creados y distribuidos no tan solo con un criterio urbanístico sino con un criterio también cultural y educativo.”11
En los años ‘70 fueron trazados los senderos naturales del Litoral según los proyectos de los arquitectos Manuel Valverde Podestá, Benjamín Paiewonsky y Virgilio Dalmau En 1979 fueron destruidas por el paso del huracán David y por la tormenta tropical Frederick, estos fenómenos naturales afectaron el 40 por ciento del arbolado de la ciudad de Santo Domingo. En algunos parques como en el Mirador Sur la perdida fue un 50 por ciento, en el Litoral ha sido destruido el 60 por ciento de la vegetación. Los daños fueron graves porque la recuperación de los árboles afectados ha sido ineficiente.
Al final de 1979 los parques urbanos de Santo Domingo, excepto el Jardín Botánico Nacional y el Parque Zoológico Nacional, fueron afligidos por un proceso de degradación causado por la falta de mantenimiento y administración continua. Como escribe el arquitecto Valverde en el mismo año: “El Parque Mirador del Este permanece incompleto y sus instalaciones añejándose (…) los parques antiguos, tales como Enriquillo, Eugenio Maria de Hostos, presentan un imagen deplorable en sus instalaciones (…) el único parque infantil de nuestra ciudad es semi destruido y pendiente sobre el una dudosa remodelación (…)”1
En el 1979 inicia el proyecto “Siembra en Domingo”, promovido por la Secretaria de Estado de Agricultura. Con esta iniciativa se plantaron más de medio millón de árboles entre frutales y ornamentales, sobre todo en jardines privados.
En 1982, al inicio de la Sindicatura del Lic. José Francisco Peña Gómez, se implementó una sistemática campaña de arborización de las avenidas y de los barrios en una ciudad
que ansiaba sombra. Se ampliaron los viveros municipales que durante los cuatro años de gestión producieron una ingente cantidad de plantas entre árboles y arbustos ornamentales. La Comisión de Arborización para el Distrito Nacional elaboró el “Anteproyecto de Arborización de la Ciudad de Santo Domingo” y la Dirección Nacional de Parques entregó el “Plan Modelo para la Administración de la Foresta Urbana”.
Sucesivamente se solicitó la colaboración de dos técnicos estadounidenses, los profesores John Giedraitis y James Kielbaso del Michigan State University, para evaluar la situación actual y presentar las recomendaciones para el desarrollo de un Programa de Verde Urbano.
El escenario fue descrito así: “La vegetación es degradada en las zonas urbanas, principalmente por los proyectos de construcción de viviendas que cambian el paisaje, sin aplicar un mínimo de mantenimiento a lo existente; la vegetación en las ciudades solo puede ser controlada a través de cambios radicales en la política de urbanización (…). De igual manera la construcción de obras viales en las ciudades de nuestro país no va acompañada de un plan adecuado de arborización, que garantice un mínimo de cambio en el paisaje y contribuya al embellecimiento de dichas obras. Debe implementarse la ley de protección del ambiente urbano, que seria un paso importante en la política de arborización y control de las mismas, de modo tal que pueda garantizar el cumplimento de las prescripciones de conservación de la flora y faunas.”1
El programa presentado por los expertos preveía, entre otras medidas, una fuerte campaña de educación y concientización de la ciudadanía, capacitación de los técnicos del ADN, selección de las especies nativas y endémicas adecuadas, investigación científica cerca las características de los árboles seleccionados, creación de un vivero municipal para producir las plantas que no están en comercio, elaboración de un inventario del arbolado, elaboración de la Normativa del Arbolado y el estudio de la posibilidad de crear un Cinturón Verde entorno a la ciudad,
Hoy, 20 años después, muchas recomendaciones se pusieron en práctica, pero lamentablemente en los años ’80 se ejecutó solo el programa de arborización. Se plantaron por ejemplo las Caobas de la avenida Winston Churchill y los Flamboyanes de la avenida Máximo Gómez, pero dado la escasez de plantas disponibles, se sembraron principalmente especies exóticas de rápido crecimiento y de vida corta, no adecuadas para el uso en la ciudad, como la Casuarina, la Acacia amarilla la Melina y el Chacha. Como consecuencia hoy día el arbolado de las vías y parques públicos está compuesto mayormente por árboles inadecuados, muchos en el fin de su ciclo vital, que aportan muy pocos beneficios a la ciudadanía.
En 1991 se realizó un proyecto muy importante: el paseo ecológico de la Avenida Cayetano Germosén, según los planes del los arquitectos Manuel Valverde Podestá y Eugenio Pérez Montás, con el propósito de poner fin a las ocupaciones ilegales en el entorno del Parque Mirador Sur. Los trabajos integraron el área del farallón con la del parque, promoviendo la conservación de los recursos naturales excepcionales de la zona. Los años ’90s se caracterizaron por un renovado interés hacia las especies nativas y endémicas, consideradas por muchos como árboles de crecimiento demasiado lento para un uso extensivo.
Finalmente se inició a prestar atención a la importancia de la flora local en la conservación de la biodiversidad y en la protección de la fauna. La Dirección Nacional de Parques 1 Manuscrito de la relación elaborada, facilitado por el Prof. Kielbaso promovía la siembra de plantas nativas en los grandes parques, hasta entonces repletos de árboles introducidos. En 1995 y 1998 son plantados árboles nativos como la Ceiba, el Grigri, el Palo de burro y la Penda en la Ciudad Colonial.
En 1997 los técnicos del Jardín Botánico Nacional publican el libro “Importancia de las plantas nativas y endémicas en la reforestación”.
Un paso de suma importancia en la sostenibilidad ambiental fue cumplido en el 1993, cuando con el Decreto Presidencial No. 183-93 se planteó la preservación de un área natural de aproximadamente 130 kilómetros cuadrados. El conjunto, llamado el Cinturón Verde, pasa desde el Río Haina por las vías fluviales del Río Isabela y Río Ozama, incluyendo los Arroyos Guzmán, Manzano y Cachón, hasta llegar al Litoral entre el kilómetro 15.6 y 16.6 de la Autopista Duarte. El área es una llanura aluvional, que con su sistema de humedales conserva un ecosistema de valor inestimable, indispensable para la preservación de la biodiversidad y para la defensa de los recursos hídricos de la ciudad. Entre las funciones del Cinturón está también la capacidad de contener y dirigir el crecimiento urbano. Lamentablemente los intereses privados resultaban más fuertes y hoy, 14 años después de su creación, esta importante área protegida ha perdido gran parte (según algunos cálculos los dos tercios) de su territorio por el proceso agresivo de construcción de viviendas.
La parte central del Cinturón Verde, el Parque del Mirador Norte (1996), con sus 4.41 millones de metros cuadrados se extiende a lo largo del Rió Isabela. Su área fue declarada de utilidad pública por el Decreto Presidencial No. 312-92. El parque se realizó según el proyecto del ingeniero Rafael Tomás Hernández. El 85 por ciento de su superficie está cubierta de bosques siendo algunas de sus áreas todavía zonas vírgenes, como la ribera del río Isabela. Sin embargo la reserva, como numerosas áreas verdes urbanas, está amenazada por la urbanización formal e informal, que ignora las normas ambientales.
Después del huracán George (1998), que afectó gravemente el arbolado de la ciudad, quedó claramente demostrado que no era posible planificar el verde urbano a largo plazo, utilizando especies adaptadas a ambientes muy diferentes de lo que se encuentra en la costa sur de la Hispaniola. Las plantas recomendadas por el Jardín Botánico para sustituir los árboles inadecuados fueron entre otros: Grigri, Caoba, Almacigo, Juan Primero, Penda, Mamey, Álamo, Mara, Abey, Roblillo, Uva de Playa, Hojaancha, Guayacán y Cotoperi.
El programa de arborización del ayuntamiento, iniciado en el 2003, se concentra en las especies que han demostrado ser resistentes. Como base de la política ambiental municipal, en el 2004 se elaboró la Normativa del Arbolado Urbano del Distrito Nacional. La resolución, realizado por el ADN, el Jardín Botánico y el Consorcio Ambiental Dominicano, establece el marco técnico-normativo de la siembra, poda y tala de ejemplares arbóreos en el espacio público del Distrito Nacional.
Manuel Valverde
Sobre la historia del arbolado urbano de la ciudad de Santo Domingo se dispone de muy pocas documentaciones, debido en gran medida a la discontinuidad en la planificación del mismo.
En este sentido para poder elaborar este documento ha sido indispensable el aporte de muchas personas, entre ellos, arquitectos, paisajistas y botánicos, quienes fueron los actores principales en el desarrollo de los proyectos más significativos en el ámbito del verde urbano.
Se tiene la noción de que Los primeros españoles que llegaron al la embocadura del Río Osama encontraron manglares y un bosque húmedo subtropical, con magníficos ejemplares de Caoba, Roble criollo, Grigri, Penda, Guacima, Uva de Playa y Ceiba entre otros. Su reacción antes el deslumbrante trópico fue el asombro: “Digo que en general los Árboles de esta isla son tantos, que es cosa para no poderse explicar por su multitud, diferencias y desemejanzas los unos de los otros, así en la grandesa troncos y ramas; como en goma, flores y frutos; que ni los indios naturales las conocieron todos por su multitud, ni les supieron dar nombres a todos, ni los Españoles mucho menos (…), ay algunos de buen olor, y de lindas flores, otros de diversas frutas salvajes amarguisimas; otros espinosos y armados de tantas púas que no se dejan tocar; otros de mala bista y salvajes; otros cargados de Yedras y bejucos (…)”
Es partir del segundo viaje de Colón cuando los españoles empezaron a traer a la isla árboles a los cuales estaban acostumbrados en su tierra natal: limones, limas, naranjos agrios y dulces, sidras, higüeros, granados, palmas dátiles, cañafístulas y algarrobos. Cabe resaltar entre las plantas introducidas:
Los guineos, quienes reciben este nombre por su país de origen, la Guinea, fueron traídos por Fray Tomás Berlanga en 1515. Según Luís Joseph Peguero la Palma de Coco fue traída por el Capitán Juan Ponce de la isla de Puerto Rico. La Cañafístula, apreciada por sus propiedades medicinales, fue traída por el Almirante Cristóbal Colón en su segundo viaje, a si mismo: La Palma Dátil fue traída por Diego Colón. El Mango llegó al Caribe desde las islas Filipinas en el siglo XVII y en la Hispaniola al final del 1700. El Árbol del Pan fue traído a las Antillas por William Bligh (capitán del famoso Bounty) al final del siglo XVIII, con el fin de proveer alimento para los esclavos.
Peguero, L. J., Historia de la Conquista de la Isla Española de Santo Domingo
Gonzalo Fernández de Oviedo, cronista oficial de Las Indias, quien llega a la joven Santo Domingo en el 1522, nos cuenta: “Es aquesta ciudad tan llana como una mesa, e al luengo della, de norte e sur pasa el río Ocama, que es navegable, hondo e muy hermoso a causa de las heredades e jardines e labranzas, que en sus costas hay, con muchos naranjos e cañafístolas e arboleda de fruta de muchas maneras.”
En el siglo XVII, marcado por los huracanes, los terremotos y la pobreza, el campo invade la ciudad. Según el historiador Fray Cipriano de Utrera para el 16 8 el espacio entre las murallas edificados fue llenado por conucos, estancias, chiqueros de cabras, y los animales entraban libremente en las casas.
Ya al final del siglo XVIII el publicista francés Moreau de Sain- Mery describe así Santo Domingo: “… el terreno situado entre esta ciudad y Jaina es plano, bien regado, cubierto de árboles frondosos o de risueñas praderas. Estos bosques y praderas se extienden casi hasta los pies de las murallas de la capital, donde no se ven como en otras partes, ni jardines, ni huertos, sino en los monasterios, en los que han comenzado a plantar.”
Los viajeros extranjeros que visitaban la ciudad en los inicios del siglo XIX dan una imagen poco favorable, en particular tal C. C. Robin (citado por el historiador José del Castillo) describe los jardines locales como abandonados y cubiertos por la malahierba alta de seis a siete pies. No obstante al final del siglo XIX se inicia un movimiento por parte de los ciudadanos que constituyen varios grupos, denominados “sociedades” con el fin de rescatar y embellecer las plazas de la capital. Plantaron flores y árboles, colocaron bancos, faroles, arriates en las plazas Colón, Duarte (1891), San Miguel (1893), Abreu (1893) y Enriquillo. En el 1884 se delinea la plaza Independencia, que hasta esta fecha era solo una sabana con pozo publico, llamada el “Placer del Conde”. Sobre la Plaza Colón citamos aquí una historia del 1892, narrada por Manuel Jesús Troncoso de la Concha: “Don Manuel Jesús García era Presidente del Ayuntamiento. Vivía en frente del parque Colón. El ponía mucho cuidado en todo lo que tenía en su cargo. El parque Colón empezaba entonces a formarse. Antes de eso había sido únicamente la “Placeta de la Catedral”. (…) Se empezó a sembrar flores allí, a formar jardincillos. Don Manuel de Jesús García ponía mucho esmero en que el parque estuviera lleno de flores. Había, sin embargo, personas que se acercaban a las reatas y se llevaban las flores y aun tronchaban las plantas para llevar a su casa espigas. Don Manuel, viendo que la Policía Municipal, a la cual nadie respetaba, no podía poner remedia al mal, recurrió al presidente Heureaux. Este le dijo: “Bueno, Ud. sabe como arreglo mis cosas. De hoy en adelante no habrá quien le coja a Ud. las flores del parque.” Llamó al comandante Zacarías, y le habló:
“Comandante, déles orden a los serenos de que a todo al que se vea cogiendo una flor en el parque, le hagan un disparo (…) De ahí en adelante gozaron de tranquilidad las flores”
Una de las primeras iniciativas de planificación del arbolado en la ciudad parte al iniciar el siglo XX, precisamente el 22 de marzo de 1908, cuando Francisco Javier Amiama Gómez, Inspector de Higiene y Sanidad, funda la Sociedad del Árbol con el propósito de sembrar 300 Almendros en la Alameda (desde la Fuerte Gil hasta a la hacienda de Rafael E. Galván).7 Los mismos planos de construcción del Paseo o Malecón Presidente Billini (entre la prolongación de la calle 19 de Marzo y la prolongación de la calle Espaillat) ya preveían una calzada dotada de bancos y espacio para árboles. La construcción se realiza en 1914, bajo el gobierno del General Ramón Cáceres. Según el ingeniero Báez López-Penha las dos vías paralelas, separadas por una isleta sembrada por Almendros y amueblada con bancos, pronto se convirtieron en el lugar de esparcimiento favorito de los ciudadanos.
Durante la Primera Ocupación Norte Americana (1916-1924) se introducen varias especies en el país. Según el ingeniero agrónomo José Enrique Báez probablemente alrededor de 1916 se introduce al país la Casuarina, que está presente en la Florida desde el inicio del siglo XX. Años después la moda de sembrar Casuarina o Pino Australiano y Cycas, matas de follaje verde oscuro, preocupará mucho a los amantes de los jardines con “sabor colonial”, plantados con los colorados y perfumados Limones, Naranjos, Claveles, Geranios y Jazmines.
En 1929 el acta no. 557 del Senado de la República reguló la urbanización de los ensanches, precisando que en todas las calles más anchas de 15 metros se debe reservar un área entre la acera y el encintado para la siembra de árboles y césped.
Se encuentran muy pocas informaciones sobre las arboladas de este periodo, sin embargo, según las memorias del ingeniero Báez López-Penha, la Avenida Independencia para aquella época estaba plantada de Roble criollo.
En los años ’30, después de la destrucción causada por el ciclón San Zenón, se inició un extenso desarrollo urbanístico. Tres de los proyectos de arborización más importantes realizados en
Santo Domingo, Elogio y Memoria de la Ciudad, L. Mateo Andrés: Santo
Domingo en la literatura
Alemar, L. E., La Ciudad de Santo Domingo
HISTORIA DEL VERDE EN SANTO DOMINGO
Liogier, H. A., Las plantas introducidas en las Antillas después deldescubrimiento
y su impacto en la ecologia Alemar, L. E., La Ciudad de Santo Domingo
Montás, E. P.: Ciudad de Osama
esta década representan hasta hoy unas de las imágenes más marcadas de la ciudad: la hilera de Palma Cana del Malecón, la arbolada de Robles rosados de la Avenida Simón Bolívar y la hilera de Laureles de la Avenida Independencia.
Estas intervenciones forman parte del sistema de avenidas construidas en la época de la dictadura que tenían como característica común las amplias franjas verdes destinadas
a la arborización. Las especies plantadas en este periodo fueron, entre otras, Almendro, Roble rosado, Roble blanco, Caoba, Árbol de Salchicha (llamado el “árbol de la dicha”,
por su presunta capacidad de traer fortuna), Palma Cana, Casuarina y Laurel. En el litoral fueron plantados Uva de Playa, Almendro, Palma de Coco, Cajuil y Mango. La Palma Real fue una especie favorita por la dictadura, su imagen fue elegida como símbolo del partido.
En este periodo la arborización de las calles y avenidas adquiere un perfil sistemático. Se instituye la Comisión para el Desarrollo y Embellecimiento de Ciudad Trujillo que entre otros ordenó la siembra de una hilera de Caoba en la isleta de la Avenida Duarte, Roble Blanco en la calle Arzobispo Portes, la siembra de árboles de sombra en las plazoletas de Regina y de Los Curas, Cipreses italianos y Palmas Reales entorno al cementerio. El vivero del Ayuntamiento se dedicó a reproducir plantas “ornamentales, industriales y sanitarias”. Las palmas y los árboles fueron sembrados pequeños, y protegidos por unas jaulas de madera.
El Parque Eugenio María de Hostos (al entonces Parque Ram- fis), obra del arquitecto Guillermo González, fue inaugurado el 26 de diciembre del 1937. Reputado como el mejor parque de las Antillas, era un diseño dotado de una biblioteca infantil, piscina, acuario, pajarera, terraza para patinar, pista para bicicleta, pabellones para conciertos, salón para cine y variados juegos infantiles. Fue plantado sobre todo con Almendros y Robles rosados.
La ponencia, todavía actual, de Virgilio Álvarez Sánchez al Primer Congreso de Municipios nos ilustra la situación general de la política del verde en la época: “Las grandes urbanistas modernos entienden que nada contribuye tanto al hermoseamiento y salubridad de las ciudades como la creación de bosques, parques y jardines. (…) Siendo la Republica Dominicana un país tropical, es cuestión de necesidad para la vida, la existencia de cantidades elevadísimas de árboles. Es notoria la escasez de estos elementos en las distintas plazas y avenidas de nuestras ciudades. También es precaria la contribución que en este sentido prestan los propietarios de residencias y fincas urbanas y rurales. El jardín, en sentido estético es la expresión más pura de la belleza; en sentido de la higiene constituye una fuente permanente de salubridad. La construcción de jardines en las residencias de los barrios elegantes debe ser un requisito de ley; debe formar parte del plano general de la construcción.
Es hora ya de que las oficinas técnicas (...) ayuden de manera decisiva a perfilar un plan de embellecimiento cabal y científico.” El articulo denuncia la escasa conocimiento de
la flora nacional y la falta de producción de plantas nativas en viveros: “...hemos tenido forzosamente que utilizar especies exóticas para sembrarlas en sitios públicos.”
El mismo autor nos asegura que en Santo Domingo se han llevado a cabo plantaciones en todas las calles y avenidas construidas en la época de Trujillo, de acuerdo con un plan
elaborado por las oficinas competentes. Se dispuso también por el ajardinamiento de los monumentos históricos de la Ciudad Colonial.
Al inicio del año 1943 el Ingeniero Ramón A. Caso denunció la falta de interés por parte de la población acerca de sembrar árboles en las calles. En particular se lamentó por la costumbre de eliminar las arboladas en las calles comerciales: “Aún en pequeñas poblaciones se han destruido (los árboles) con la excusa de que no son prácticos en las calles comerciales lo cual les roba apariencia y comodidad.”
El 16 de agosto de 1943 se organizó la primera Exposición de Floricultura y Jardinería en el parque Eugenio María de Hostos (antiguo Parque Ramfis), como ensayo preliminar a la Gran Exposición prevista para el Primer Centenario de la Independencia.
La urbanización del área del Gazcue se acelera después del paso del ciclón San Zenón, dividiéndose las grandes estancias y trazándose nuevas calles. Gazcue se desarrolló según el modelo “ciudad jardín”, barrio residencial con aceras ornadas por árboles y casas completas de jardín frontal. Marcelle O. Pérez Brown, en su libro “Gazcue, Jardín urbano”, indica entre las especies más preferidas el Almendro, el Roble rosado y blanco, la Amapola, la Javilla, el Saman, el Flamboyán, el Laurel, la Casuarina, el Alelí, la Almira, la Palma Real, y la Cana.
En el año 1956 el arquitecto Ramón Vargas Mera, con la colaboración
del urbanista norteamericano A. Solow, elaboró el primer Plan Regulador de Santo Domingo con el fin de reglamentar la rápida urbanización de los terrenos. El plan contemplaba salvaguardar grandes áreas verdes en el tejido de la ciudad.
Según el arquitecto Eugenio Pérez Montás “el plan prestó especial atención a las sucesivas terrazas y farallones de la ciudad, las márgenes de los ríos y cañadas, y especialmente a la creación de áreas verdes recreacionales y culturales a nivel general sectorial y vecinal. En realidad se empezó a reestructurar la ciudad en función de sus elementos y recursos naturales, rompiendo así la vieja práctica de la simple expansión en base a la prolongación de la cuadricula colonial, aplanando previamente el terreno y destruyendo en consecuencia la capa natural, vegetación etc. con graves problemas de erosión.”9
El plan lamentablemente chocó con los intereses económicos de los terratenientes, entre ellos de la familia de Trujillo, por lo cual nunca fue implementado, permitiendo así la expansión violenta e irregulada en las décadas posteriores.
En los periodos presidenciales del Dr. Joaquín Balaguer, de 1966 a 1978, Santo Domingo se transformó en una ciudad de 400 mil a 1,2 millones de habitantes. El rápido crecimiento demográfico fue acompañado por la expansión y densificación
de los barrios marginados sin tomar en cuenta las medidas necesarias para un buen balance entre lo edificado y las áreas verdes anexas. No obstante los proyectos de urbanización para la clase media y alta promovían un estilo habitacional con menos densidad, inmerso en el verde. Buen ejemplo a esto tipo de edificación son los barrios Los Ríos, y Los Jardines del Norte, donde el sistema de parques públicos ocupaba casi la mitad del área total.
Los ejemplos de Balaguer fueron grandes ciudades como Madrid, Paris, Buenos Aires y New York. En su artículo sobre los espacios abiertos cita Frank Lloyd Wright: “Lo que engrandece a la gran metrópolis es la majestuosidad, la dignidad, y el sentido de la proporción de sus grandes avenidas...”10 . Las importantes avenidas construidas bajo su época (Av. 27 de Febrero, Av. John F. Kennedy, Av. Winston Churchill, Av. Los Próceres, Av. Francisco de Rosario Sánchez y Av. Luperón entre otros), fueron completadas por isletas centrales y aceras anchas, destinadas a la siembra de árboles.
La construcción de la Av. Churchill en los años 1966-1970 significaba la prolongación del eje vial determinado en el 1955 por la Feria de la Paz. Juzgado como un inversión demasiado grande respecto a las necesidades del momento, fue llamada “la suntuosa”. Las aceras de la avenida se sembraron con Palma de Canaria, cuyas semillas fueron traídas desde Uruguay por el propio Joaquín Balaguer. Posteriormente, en los años 80 se sembraron las Caobas.
Entre 1966 y 1978 se predispone también el sistema de los grandes parques urbanos: Parque Mirador del Sur, Parque del Este-Los Tres Ojos, Jardín Botánico, Jardín Zoológico, Centro Montás, E.P.: Ciudad de Osama10 Montás, E.P.: Ciudad de Osama, Apendice AD Olímpico y Parque La Caleta, que hasta hoy son las principales áreas de recreo para la ciudadanía, y refugio de la fauna nativa. Según el arquitecto Manuel Valverde en esta época el promedio de área verde por habitante era alrededor de 3.60 metros cuadrados y para el 1979, luego de la realización de una serie de proyectos, se elevó hasta los 13 metros cuadrados por habitante. El alto nivel de estas intervenciones, al igual que su valor ambiental y social, implica la necesidad de preservar y restaurar sus características estéticas y funcionales que han ido perdiéndose en el transcurso del tiempo.
Al final de los años ’60 fue construido la Plaza Trinitaria y el parque Rosa Duarte a la cabeza del puente Duarte, según el proyecto del arq. Benjamín Paiewonsky, quien introduce por primera vez la hermosa palma Yarey en la ciudad.
El primer grande parque con funciones múltiples fue el Parque Mirador Sur, opera de los arquitectos Manuel Valverde Podestá y Eugenio Pérez Montás, y de los ingenieros Rodolfo Dietch y Christian Martínez, En el área despejada del viejo potrero se sembraron más que 100.000 plantas, algunas de las cuales hoy son consideradas no deseables, como la Casuarina y la Acacia amarilla. Sin embargo varias especies representan la flora nativa: Uva de Playa (Coccoloba uvifera), Yagrumo (Cecropia schreberiana), Guazabara, Copey (Clusia rosea) Palma Cana (Sabal dominguensis), Palma Real (Roystonea hispaniolana), Palma Corozo (Acrocomia quisqueiana), y entre arbustos y herbáceas la Suelda (Callicia repens), el Jasmin (Jasminum azoricum). Para proveer las plantas necesarias se creó la Dirección de Ornato que disponía de dos grandes viveros, donde se producían fundamentalmente Caoba, Palma Real y los hoy prohibidos Casuarina y Javilla extranjera.
El parque del Mirador fue seguido en el 1975 por el Parque Zoológico, que se construyó según los planes de los arquitectos Manuel Valverde Podestá y Eugenio Pérez Montás. En el Zoológico, uno de los más grandes de la América Latina, se pueden observar los animales en su ambiente natural. La próxima intervención fue en 1976 la creación del Parque del Jardín Botánico, en una superficie de dos millones de metros cuadrados, con el proyecto paisajístico del arquitecto Benjamín Paiewonsky.
En el 1978 se abrió al público el Parque Mirador Este con una extensión de dos millones de metros cuadrados. Durante el discurso de inauguración el Arq. Valverde dijo : “…hemos creado una estructura privilegiada en América, que ha hecho de esta ciudad y de este país uno de los pocos que esta preparado para recibir el impacto de la multiplicación demográfica. 11 millones de m² de áreas verdes han sido creados y distribuidos no tan solo con un criterio urbanístico sino con un criterio también cultural y educativo.”11
En los años ‘70 fueron trazados los senderos naturales del Litoral según los proyectos de los arquitectos Manuel Valverde Podestá, Benjamín Paiewonsky y Virgilio Dalmau En 1979 fueron destruidas por el paso del huracán David y por la tormenta tropical Frederick, estos fenómenos naturales afectaron el 40 por ciento del arbolado de la ciudad de Santo Domingo. En algunos parques como en el Mirador Sur la perdida fue un 50 por ciento, en el Litoral ha sido destruido el 60 por ciento de la vegetación. Los daños fueron graves porque la recuperación de los árboles afectados ha sido ineficiente.
Al final de 1979 los parques urbanos de Santo Domingo, excepto el Jardín Botánico Nacional y el Parque Zoológico Nacional, fueron afligidos por un proceso de degradación causado por la falta de mantenimiento y administración continua. Como escribe el arquitecto Valverde en el mismo año: “El Parque Mirador del Este permanece incompleto y sus instalaciones añejándose (…) los parques antiguos, tales como Enriquillo, Eugenio Maria de Hostos, presentan un imagen deplorable en sus instalaciones (…) el único parque infantil de nuestra ciudad es semi destruido y pendiente sobre el una dudosa remodelación (…)”1
En el 1979 inicia el proyecto “Siembra en Domingo”, promovido por la Secretaria de Estado de Agricultura. Con esta iniciativa se plantaron más de medio millón de árboles entre frutales y ornamentales, sobre todo en jardines privados.
En 1982, al inicio de la Sindicatura del Lic. José Francisco Peña Gómez, se implementó una sistemática campaña de arborización de las avenidas y de los barrios en una ciudad
que ansiaba sombra. Se ampliaron los viveros municipales que durante los cuatro años de gestión producieron una ingente cantidad de plantas entre árboles y arbustos ornamentales. La Comisión de Arborización para el Distrito Nacional elaboró el “Anteproyecto de Arborización de la Ciudad de Santo Domingo” y la Dirección Nacional de Parques entregó el “Plan Modelo para la Administración de la Foresta Urbana”.
Sucesivamente se solicitó la colaboración de dos técnicos estadounidenses, los profesores John Giedraitis y James Kielbaso del Michigan State University, para evaluar la situación actual y presentar las recomendaciones para el desarrollo de un Programa de Verde Urbano.
El escenario fue descrito así: “La vegetación es degradada en las zonas urbanas, principalmente por los proyectos de construcción de viviendas que cambian el paisaje, sin aplicar un mínimo de mantenimiento a lo existente; la vegetación en las ciudades solo puede ser controlada a través de cambios radicales en la política de urbanización (…). De igual manera la construcción de obras viales en las ciudades de nuestro país no va acompañada de un plan adecuado de arborización, que garantice un mínimo de cambio en el paisaje y contribuya al embellecimiento de dichas obras. Debe implementarse la ley de protección del ambiente urbano, que seria un paso importante en la política de arborización y control de las mismas, de modo tal que pueda garantizar el cumplimento de las prescripciones de conservación de la flora y faunas.”1
El programa presentado por los expertos preveía, entre otras medidas, una fuerte campaña de educación y concientización de la ciudadanía, capacitación de los técnicos del ADN, selección de las especies nativas y endémicas adecuadas, investigación científica cerca las características de los árboles seleccionados, creación de un vivero municipal para producir las plantas que no están en comercio, elaboración de un inventario del arbolado, elaboración de la Normativa del Arbolado y el estudio de la posibilidad de crear un Cinturón Verde entorno a la ciudad,
Hoy, 20 años después, muchas recomendaciones se pusieron en práctica, pero lamentablemente en los años ’80 se ejecutó solo el programa de arborización. Se plantaron por ejemplo las Caobas de la avenida Winston Churchill y los Flamboyanes de la avenida Máximo Gómez, pero dado la escasez de plantas disponibles, se sembraron principalmente especies exóticas de rápido crecimiento y de vida corta, no adecuadas para el uso en la ciudad, como la Casuarina, la Acacia amarilla la Melina y el Chacha. Como consecuencia hoy día el arbolado de las vías y parques públicos está compuesto mayormente por árboles inadecuados, muchos en el fin de su ciclo vital, que aportan muy pocos beneficios a la ciudadanía.
En 1991 se realizó un proyecto muy importante: el paseo ecológico de la Avenida Cayetano Germosén, según los planes del los arquitectos Manuel Valverde Podestá y Eugenio Pérez Montás, con el propósito de poner fin a las ocupaciones ilegales en el entorno del Parque Mirador Sur. Los trabajos integraron el área del farallón con la del parque, promoviendo la conservación de los recursos naturales excepcionales de la zona. Los años ’90s se caracterizaron por un renovado interés hacia las especies nativas y endémicas, consideradas por muchos como árboles de crecimiento demasiado lento para un uso extensivo.
Finalmente se inició a prestar atención a la importancia de la flora local en la conservación de la biodiversidad y en la protección de la fauna. La Dirección Nacional de Parques 1 Manuscrito de la relación elaborada, facilitado por el Prof. Kielbaso promovía la siembra de plantas nativas en los grandes parques, hasta entonces repletos de árboles introducidos. En 1995 y 1998 son plantados árboles nativos como la Ceiba, el Grigri, el Palo de burro y la Penda en la Ciudad Colonial.
En 1997 los técnicos del Jardín Botánico Nacional publican el libro “Importancia de las plantas nativas y endémicas en la reforestación”.
Un paso de suma importancia en la sostenibilidad ambiental fue cumplido en el 1993, cuando con el Decreto Presidencial No. 183-93 se planteó la preservación de un área natural de aproximadamente 130 kilómetros cuadrados. El conjunto, llamado el Cinturón Verde, pasa desde el Río Haina por las vías fluviales del Río Isabela y Río Ozama, incluyendo los Arroyos Guzmán, Manzano y Cachón, hasta llegar al Litoral entre el kilómetro 15.6 y 16.6 de la Autopista Duarte. El área es una llanura aluvional, que con su sistema de humedales conserva un ecosistema de valor inestimable, indispensable para la preservación de la biodiversidad y para la defensa de los recursos hídricos de la ciudad. Entre las funciones del Cinturón está también la capacidad de contener y dirigir el crecimiento urbano. Lamentablemente los intereses privados resultaban más fuertes y hoy, 14 años después de su creación, esta importante área protegida ha perdido gran parte (según algunos cálculos los dos tercios) de su territorio por el proceso agresivo de construcción de viviendas.
La parte central del Cinturón Verde, el Parque del Mirador Norte (1996), con sus 4.41 millones de metros cuadrados se extiende a lo largo del Rió Isabela. Su área fue declarada de utilidad pública por el Decreto Presidencial No. 312-92. El parque se realizó según el proyecto del ingeniero Rafael Tomás Hernández. El 85 por ciento de su superficie está cubierta de bosques siendo algunas de sus áreas todavía zonas vírgenes, como la ribera del río Isabela. Sin embargo la reserva, como numerosas áreas verdes urbanas, está amenazada por la urbanización formal e informal, que ignora las normas ambientales.
Después del huracán George (1998), que afectó gravemente el arbolado de la ciudad, quedó claramente demostrado que no era posible planificar el verde urbano a largo plazo, utilizando especies adaptadas a ambientes muy diferentes de lo que se encuentra en la costa sur de la Hispaniola. Las plantas recomendadas por el Jardín Botánico para sustituir los árboles inadecuados fueron entre otros: Grigri, Caoba, Almacigo, Juan Primero, Penda, Mamey, Álamo, Mara, Abey, Roblillo, Uva de Playa, Hojaancha, Guayacán y Cotoperi.
El programa de arborización del ayuntamiento, iniciado en el 2003, se concentra en las especies que han demostrado ser resistentes. Como base de la política ambiental municipal, en el 2004 se elaboró la Normativa del Arbolado Urbano del Distrito Nacional. La resolución, realizado por el ADN, el Jardín Botánico y el Consorcio Ambiental Dominicano, establece el marco técnico-normativo de la siembra, poda y tala de ejemplares arbóreos en el espacio público del Distrito Nacional.
TOMADO: HISTORIA DEL VERDE EN SANTO DOMINGO
AYUNTAMIENTO DEL DISTRIO NACIONAL
ALCALDE LIC.ROBERTO SALCEDO
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