martes, 3 de agosto de 2010

ETICA

En la Biblia, Jesús se encolerizó con los prestamistas y los expulsó del templo. Luego, Shakespeare vilipendió al usurero Shylock en El mercader de Venecia. Sin embargo, hoy día, el capital global impulsa préstamos que recaen sobre la población pobre de países pobres como nunca antes, aumentando la brecha entre Sur y Norte, acelerando la crisis de la deuda y precipitando el caos económico y ecológico a gran escala.

Viva ahora, pague después

Dante, en su Divina Comedia, había puesto a los usureros en el mismo círculo que los violentos, o practicantes de vicios contra natura. Al hacerlo, ese autor responde a prohibiciones que, en buena medida, tienen una raíz ecológica (es decir, en la economía de la naturaleza). A su vez toda interdicción responde a una práctica preexistente; la reiteración de la condena a la usura (véase cuadro "Dioses y usura") subraya la tenacidad de la práctica, que ha sobrevivido milenios. Se puede entender que la usura ha sido un tabú sistemáticamente violado que, a partir de la reforma protestante, y especialmente la "aceptación con reservas" que recibió de Juan Calvino en el siglo XVI, conquistó gran parte del mundo. Esta conquista explotó como avasallante imperio de las finanzas y devino una praxis que, en la actualidad, además de alinear a los países del Sur como deudores y a los del Norte como acreedores, alimenta la brecha entre pobres y ricos, acelerando las crisis de pagos que provocan sismos económicos en todo el planeta.

Tabú

El tabú del incesto, por ejemplo, tiene en su base el interés en fomentar la reproducción de la especie y en evitar la confusión genealógica (el tiempo se orienta en sucesiones de hijos, que devienen padres, que devienen abuelos, bisabuelos, etcétera). En la medida en que la sucesión es también una forma de dividir el patrimonio, ambas son formas económicas de absorber el futuro. En cuanto a la usura, a lo largo de los tiempos, se la ha considerado práctica antinatural, y su antiquísima condena (véase el cuadro "Dioses y usura") ha respondido a buscar un beneficio que trascendía el económico. Se entendía que la transacción usuraria -que garantiza a alguien la obtención de algo por nada- constituye una violación de la ley natural y está, por lo tanto, abocada a producir desequilibrio y desintegración.

Usura y caos

Varias razones se han esgrimido para sostener la condena. Acaso la primera objeción de la Iglesia Cristiana fue que se trataba de un ingreso no ganado legítimamente (según la Biblia el pan se debe ganar "con el sudor de la frente"), lo que derivó en la "Doctrina del precio justo", expresada en 1515 en el Concilio de Letrán: se trata de un uso o ganancia obtenido sin trabajo, es decir no fructífero en sí, y a expensas o riesgos del prestamista. En el Medioevo, se establecía que era "vender una hogaza de pan y luego realizar un sobrecargo por su uso" o, como señalara Santo Tomás, "vender una misma cosa dos veces". En la misma línea de razonamiento, un biógrafo hizo decir a John Maynard Keynes -uno de los economistas clave del siglo XX-, que el "amor por el dinero" como fin y no como medio estaba "en la base de todos los problemas económicos del mundo". La usura, en este sentido, sería lo que marca la distinción entre el dinero como mecanismo abstracto para negociar oferta y demanda, y el dinero como fin es sí mismo.

La explotación que hace de los más necesitados fue condenada por varias religiones (tanto las abrahámicas como indias) y es todavía apreciable en esta exégesis jainita (véase el cuadro "Dioses y usura") del siglo XX, que recuerda que los pobres viven para el pago del interés y no del disfrute del bien por el que solicitaron el préstamo: "es la usura -esa despiadada, esa extorsionista- la que come la médula de los huesos de los campesinos y los condena a una vida de penurias y esclavitud". En su Sollicitude Rei Socialis (1989) el papa Juan Pablo II señaló que "el capital necesitado por las naciones deudoras para mejor su estándar de vida termina siendo usado para pagar los intereses de sus deudas". Por otra parte, economistas contemporáneos han considerado que la pérdida en utilidad que padecen los pobres al pagar las utilidades es mucho más grande, incluso, que la ganancia de los ricos. Cada unidad de interés pagado aumenta la pérdida de utilidad marginal, lo que hace que, al operar, reduzca la utilidad en la economía (esto implicaría que, quienes la justifiquen como eficiente instrumento económico deban demostrar -cosa que no han hecho- que la usura funciona para aumentar la utilidad).

Finanzas versus ecología

Otro argumento que se esgrime contra la usura es la práctica de descontar valores futuros, ya que el interés compuesto resulta en la apreciación de un capital monetario invertido, y se tiende a privilegiar un monto específico en el momento actual (valor presente neto) por sobre el mismo monto en el futuro. Se ha señalado que esto podría llevar a la extinción "económicamente racional" de las especies, simplemente a causa de que la tasa de interés prevaleciente es mayor que la tasa de reproducción de las especies explotadas. Por otra parte, el valor presente neto orienta a maximizar las utilidades para las generaciones presentes, a expensas de las futuras. La economía financiera opera en base al interés compuesto, en tanto la naturaleza funciona en concordancia con el interés simple: el dinero depositado en un banco deviene un plus (si un capital de 100 se convierte en 110 en un año, el interés al segundo año se aplicará a este nuevo monto), pero es difícil que un manzano produzca una cosecha con un interés compuesto: se produce una disyunción entre la economía natural y la financiera, cuyo resultado es, o la progresiva destrucción de la naturaleza o la ausencia de justicia social redistributiva, lo cual ha estado en la raíz de los cracks financieros a lo largo de la historia. Al respecto, existe una interpretación socorrida: si Judas Iscariote hubiese invertido sus 30 monedas de plata en una módica tasa de interés compuesto, que fueran pagados en el mismo material al día de hoy, el equivalente en plata sería equivalente al peso total del planeta.

FUENTE: EXTERNA

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