domingo, 3 de octubre de 2010

La madre tierra



Se dice que la confianza es madre del descuido, que la ociosidad es madre de todos los vicios, que la ignorancia es madre del miedo, que la necedad es madre de todos los males, que la duda es madre del descubrimiento, que las madres todo lo soportan,… y hasta que la madre tierra es nuestro único hogar.

En el origen siempre hay una madre y una lengua madre para describir los sentimientos del alma. Madre es una expresión que está en la boca de todos los humanos, es lenguaje vivo, porque en el término está el árbol genealógico de una vida. Hay un lenguaje que entienden todas las naciones, la voz de madre, que nos pone en movimiento y nos desborda de ideas.

Cierto. La tierra tiene sabor a madre, pero no conviene abusar de su paciencia. Todo tiene un límite. Ningún ser humano queda fuera, somos interdependientes unos de otros, y todos de la madre. Precisamos su aire para respirar. Sentirnos vivos con ella. Amados por ella. Ser un eslabón más de la belleza. Porque habitar en la estética es la única manera de ser feliz. Sólo lo hermoso es auténtico, nada es verdadero sin hermosura. No trunquemos esa paz que injerta lo bello. Demos a la madre tierra el respeto preciso y la atención necesaria. La madre no conoce de patrias, ni de economías, sólo reconoce sus reinos y el reinado del ser humano.

Observando que cada año se celebra el día internacional de la madre tierra (22 de abril), y que suele pasar sin pena ni gloria, a pesar de ser la festividad de nuestra madre, sería bueno cambiar la tendencia y celebrar la onomástica por todo lo alto. ¿De qué manera? Haciendo familia con la familia humana y cuidando el hogar de esta familia. Somos algo más que meros agentes productivos, somos parte de esa armonía que requiere el planeta. Urge, desde luego, que la madre del descuido no nos gane la batalla, que la madre de todos los vicios tampoco nos enganche como borregos, que la madre de todos los males olvide el mal por mal, que la madre del descubrimiento nos lleve al hallazgo de una vida no vengada… Buscando el bien de nuestra madre tierra, encontramos el nuestro. Es nuestro nido. Una casa donde también somos esperados para poner música al verso.

Por: Víctor Corcoba Herrero

Fuente: El Sol de Cartagena.

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