jueves, 31 de enero de 2008

SEPARATA










PAULO AYRES MATTOS

“¿Quién se importa hoy día con Martin Luther King?
¿Quién se interesa actualmente por Martin Luther King?”

Ésta fue la pregunta planteada hace casi dos décadas por Don L. Davis, Director del Instituto de Pastoral Urbana vinculado a la Universidad de Virginia, en Estados Unidos, en un excelente ensayo sobre la relevancia del pensamiento y la obra de Martin Luther King, veinte años después de su muerte, cuando el tercer martes del mes de enero se convirtió en feriado nacional norteamericano, para celebrar la fecha de su nacimiento, el 15 del mismo mes .
El argumento central del ensayo de Davis está relacionado con la dura constatación de que la mejor manera de vernos libres del legado de la vida del gran activista social norteamericano en pro de los derechos civiles de la población negra ha sido la creciente veneración de que es objeto por parte de la elite norteamericana, y me atrevería a decir de todo el mundo, en la misma medida en que los principios, valores y estrategias que orientaron su práctica revolucionaria son negados en el cotidiano de las relaciones sociales. El Dr. Davis decía en aquel entonces, al citar uno de los biógrafos de King:
“Los mismos congreso y presidente que aprobaron el día del nacimiento de Martin King como feriado nacional se negaron a firmar una nueva ley de derechos civiles en los años 80… ¿El presidente Reagan se habrá dado cuenta de que la mejor forma de no confrontarse con King es a través de su veneración? ¿De honrarlo por medio de un feriado que, si estuviera vivo, nunca habría aceptado? ¡Es mucho más fácil honrar a un héroe muerto que reconocer y seguir a un profeta vivo! La mejor manera de escapar de cualquier desafío es exaltar y adorar la fuente concreta de la cual se originó tal desafío”.
Nos reunimos aquí en este espacio del Memorial de América Latina, construido para celebrar y comprometernos con nuestro destino latinoamericano común, para más una vez honrar la memoria y la lucha de uno de los mayores seres humanos que el siglo XX tuvo la oportunidad de ofrecer a todas las generaciones – Martin Luther King Jr. Pero, ¿qué nos trajo aquí? ¿Realmente nos importamos con su vida y obra? ¿Realmente habrá algún interés de nuestra parte al comprometernos, por lo menos de una vaga manera, con los mismos valores y principios que lo convirtieron en un ardoroso luchador por la erradicación de las injusticias no sólo en su país, sino en otros rincones del mundo? ¿Qué nos motiva a realizar esta III Semana Martin Luther King?
En esta sesión de apertura de esta importante realización del Palas Athenas me propongo a presentar una reflexión sobre la trayectoria de un hombre que siempre tuvo la seguridad de que su obra era anterior a sí mismo y que no estaría terminada en el momento de su muerte. El día anterior a su asesinato, en la conclusión del discurso pronunciado frente a los huelguistas de los servicios de alcantarillado de la ciudad de Memphis, en el Estado de Tennessee, utilizando la alegoría bíblica que dice que Moisés había visto de lejos, desde la cumbre de la montaña, la tierra prometida en que su muerte no podría entrar, King afirmó:

¿Qué me harían algunos de nuestros enfermos hermanos blancos?
Bien, no sé qué me pasará ahora. Tenemos arduos días frente a nosotros. Pero esto no me importa ahora. Porque he estado en la cumbre de la montaña. Y no me importo. Como cualquiera, me gustaría vivir una larga vida. Longevidad es algo bueno. Pero no estoy preocupado con ella ahora. Lo único que deseo es cumplir con la voluntad de Dios. Y Dios me ha permitido llegar a la cumbre de la montaña. Y yo la he contemplado – la tierra prometida. Tal vez no ingrese a ella acompañándolos a ustedes. Pero esta noche quiero que sepan que, como un pueblo, vamos a entrar en la tierra prometida. Y por esto me siento feliz esta noche. No temo nada. Ningún hombre me hace sentir miedo. Mis ojos vieron la gloria del Señor.
Esta profunda convicción de que su obra era mucho mayor que él mismo convirtió a Martin Luther King en un símbolo para todas las personas que en cualquier parte luchan por la superación de todas las formas de exclusión y discriminación. La obra de su corta vida murió antes de que cumpliera cuarenta años de edad, pero es y siempre será una referencia mayor en todas las partes en que hombres y mujeres estén comprometidos con la construcción de una sociedad más justa y fraterna.
¿Pero quién fue este Martin Luther King? Permítanme presentarles algunos trazos que considero importantes en su trayectoria desde Atlanta, donde nació, hasta su martirio en Memphis. King nació el 15 de enero de 1929. Como su padre, se convirtió en pastor bautista y fue ordenado cuando tenía solamente 19 años de edad, cuando también se graduó en sociología en la renombrada facultad negra Morehouse Collage. En esta época King por primera vez entró en contacto con la vida y obra de Mahatma Ghandi, y desde entonces pasó a estudiar con seriedad sus enseñanzas sobre la no violencia como estrategia para radicales cambios sociales.
Su carrera académica se desarrolló primero en el Seminario Teológico Crozer, en Pennsylvania, donde se graduó en teología, y luego en la Facultad de Teología de la Universidad de Boston, donde recibió el título de doctor en filosofía en el área de teología sistemática. En Boston, bajo la orientación del teólogo metodista Harold De Wolf, fue introducido a la filosofía del personalismo, una escuela filosófica norteamericana que afirma el valor fundamental de cada ser humano como tal.
La formación religiosa de King ocurrió dentro de un hogar y una iglesia fuertemente arraigados en la vibrante tradición evangélica negra norteamericana. A lo largo del tiempo las iglesias negras, sobre todo las bautistas y metodistas, se convirtieron en espacios de resistencia y lucha contra el racismo y la segregación racial en Estados Unidos. Ellas se nutrieron con la aplicación de las enseñanzas bíblicas a la sufrida vida cotidiana de la población afroamericana, tanto antes como después de su emancipación, lo que se expresa tan bien en los cánticos de los Negro Spirituals. Esta formación religiosa fue fundamental para el desarrollo, no sólo de su teología, sino sobre todo de una fuerte espiritualidad que se manifestó de modo particular en su práctica social. King se inserta en una tradición religiosa afroamericana extremadamente amplia y rica, en la que resistencia y lucha por la libertad se conjugan a través de la interconexión en el imaginario religioso de los recuerdos de madre África con el mensaje en la Biblia del Dios del Éxodo, el liberador de los pobres esclavos en Egipto. Seguramente cánticos como Go down, Moses, tell the Pharoh y War no more! inspiraron a varias generaciones de afroamericanos en su lucha, primero en contra de su propia esclavitud y después en contra de la discriminación y la segregación raciales.
Y ello fue lo que sucedió con Martin Luther King. En este sentido, la mística y la espiritualidad de King siempre se caracterizaron por la firme convicción de que el Dios de la Biblia, en el medio de las luchas de cada día, siempre está del, en el y al lado de los pobres, los marginados, los discriminados y los excluidos de la sociedad. Otro aspecto de la religiosidad afroamericana que afectó profundamente a King fue el estilo oratorio peculiar a los predicadores negros norteamericanos. Como predicador, conferenciante o activista social, King nunca dejó de lado la retórica propia de las iglesias negras norteamericanas.
Por otra parte, las más recientes investigaciones sobre el pensamiento de King muestran que su formación teológica tanto en el Crozer como en Boston lo llevaron a profundizar su resistencia y creciente oposición a cualquier forma intimista o individualista de la fe religiosa. En este sentido, King asumió cada vez más la agenda teológica del liberalismo norteamericano, especialmente del Evangelio Social (Social Gospel). La fuerte piedad y espiritualidad místicas de King, insertadas en la cultura religiosa afroamericana, a lo largo de su corta existencia fueron cada vez más determinadas por su creciente y radical compromiso social en la lucha en pro de la justicia y la paz. Los estudiosos que en las últimas dos décadas se han dedicado al rescate del pensamiento teológico y social de King afirman con gran vehemencia la importancia de su formación teológica y filosófica en su práctica política, en particular la influencia de la filosofía de la no violencia como fue enseñada y practicada por Mahatma Ghandi.
Sin embargo, a pesar de la importancia tanto de su formación religiosa en la casa de sus padres y en la iglesia bautista negra, como de su formación académica en el Seminario Crozer y la Universidad de Boston, la verdad es que su vida sufre un cambio radical con su designación para la Iglesia Bautista de la Avenida Dexter en Montgomery, Alabama, en el corazón racista del llamado Deep South, la tierra de la más abominable discriminación y segregación raciales. Un año después de su llegada a Montgomery, King no pudo escapar al desafío planteado por la inusitada y radical decisión de Rosa Parks, una mujer negra de 42 años de edad, que se negó a ceder su asiento a un blanco en uno de los autobuses de la ciudad. Rosa, que falleció recientemente, en función de su aparentemente desatinado gesto del 1 de diciembre de 1955, prendió la llama de una hoguera que pronto incendiaría la vida de miles y miles de mujeres y hombres negros en todo el sur de Estados Unidos, incluso la de Martin Luther King. Cuatro días más tarde, ocurrieron de forma simultánea el boicot en contra de las compañías de autobuses, el juicio de Rosa Parks y la elección de King, por unanimidad, para presidente de la Asociación para el Progreso [de Personas de Color] de Montgomery. Ese mismo día ocurrió el gran cambio en la vida de King. Aquel día King daba vuelta de forma irreversible a la página de su vida. La tranquilidad de la época escolar, académica y ministerial, del éxito personal, daría lugar a una vida tempestuosa de grandes victorias y terribles derrotas. Él y el mundo ya no serían los mismos. El doctor en teología muy pronto daría lugar al audaz pastor-activista. En menos de dos meses, King probó el gusto amargo y al mismo tiempo desafiante de las cárceles de una sociedad racista. A partir de ese momento y hasta el final de su vida King nunca se avergonzó de un minuto pasado en un penal; al contrario, ya que según sus propias palabras, se avergonzaba de la sociedad que había construido cárceles para los que luchaban a favor de la justicia y la igualdad entre todas las personas, blancas o negras. A partir de ese momento King y sus familiares pasaron a correr riesgo de muerte y sufrieron una infinita serie de intentos de asesinato, atentados a bomba contra su casa, acusaciones infames contra su integridad moral, intelectual, política y espiritual, incluso de plagio de su tesis de doctorado y de adulterio, pero muchas de esas acusaciones fueron forjadas por los propios organismos de seguridad del gobierno norteamericano.
Es verdad que la lucha en Montgomery sobre la segregación en los autobuses fue exitosa, y se eliminó por acto de la Suprema Corte Americana cualquier discriminación; un año después del valiente acto de Rosa Parks el sistema de transporte público en el Estado de Alabama fue integrado. Sin embargo, la lucha contra el racismo norteamericano estaba solamente en su inicio. Todavía había mucho que hacer, primero al sur de Estados Unidos y después al norte del país, y también más allá de sus fronteras.
1958 hubo muchas complicaciones que culminaron en septiembre con el atentado que King sufrió en el Harlem, en Nueva York. En plena recuperación, King resuelve al inicio del año siguiente pasar con su esposa Coretta un mes en India, para estudiar con más profundidad las técnicas de las marchas no violentas de Gandhi, por invitación de Jawaharal Nehru, primer ministro de aquel país. Al inicio de 1960, otro hecho importante dará proyección a las actividades de King: su traslado a Atlanta a fin de asumir son su padre las tareas de pastor en la histórica Iglesia Bautista Ebenezer. Durante los años siguientes King pasará a articular políticamente la lucha contra el racismo, tanto a nivel local como nacional. Manifestaciones sit-in, marchas, piquetes, vigilias de oración, todo ello es motivo para arrestos, juicios y atentados, no sólo contra King sino contra otros activistas de los derechos civiles, lo que culminó con el asesinato de Medgar Evers, líder del Naacp en Mississipi. Por otra parte se fueron creando las condiciones para aumentar las movilizaciones y la organización a los niveles local, regional y nacional del movimiento de los derechos civiles, y por ello en el verano de 1963 fue posible organizar la primera gran manifestación a escala nacional, que se realizó el 28 de agosto, cuando King pronunció su famoso discurso “I Have a Dream” . En esta oportunidad, King y otros líderes del movimiento se encuentran una vez más con el presidente norteamericano John Kennedy. Los meses siguientes ocurrieron dramáticos acontecimientos: en septiembre cuatro niñas negras son muertas en un atentado a bomba a una iglesia negra en la ciudad de Birmingham, Alabama, y en noviembre el Presidente Kennedy es asesinado. En 1964 King está implicado en diversas protestas en todo el sur de Estados Unidos, son asesinados dos estudiantes blancos y uno negro que hacían campaña para el registro electoral de negros en Mississipi, se firma la primera parte de la Ley de los Derechos Civiles y se concede el Premio Nobel de la Paz a King.
Al inicio de 1965 Malcolm X, ex líder del movimiento musulmán negro, es asesinado por antiguos compañeros musulmanes. A pesar de sus profundas divergencias ideológicas con Malcolm, debido al tema del uso estratégico de la no violencia, King expresa su profundo pesar por la muerte del otro líder negro norteamericano más importante de aquella década. Este mismo año la ciudad de Selma, en Alabama, se convierte en el principal foco de las acciones del movimiento de los derechos civiles.
Pero sólo en 1966 King tomará la decisión que traerá graves consecuencias durante los tres años finales de su vida: decide desplazar su acción en el movimiento de los derechos civiles hacia las ciudades del norte de Estados Unidos. Ello provocará problemas prácticamente insuperables tanto con los blancos liberales, que lo apoyaban mientras su lucha se llevaba a cabo en la región sur del país, como con los sectores negros del norte, que se exasperaban cada vez más con el poco progreso de su situación socioeconómica en un contexto en que había poca segregación, pero todavía era profundamente racista. Los disturbios urbanos, sobre todo en el norte del país, ejemplificaban en gran parte el desencanto con la estrategia no violenta ardorosamente defendida por King. La más vehemente manifestación de esa desilusión es la proclamación del Black Power por dos de los principales líderes del Movimiento Estudiantil No Violento .
Al alquilar un apartamento en el gueto negro de Chicago, King pasa a convivir con el cotidiano de la vida de los negros en una gran metrópolis del país y de un gran centro del liberalismo norteamericano. Este mismo año King pasa a involucrarse en el movimiento en contra de la guerra de Vietnam. El año siguiente, en marzo de 1967, en el Coliseo de Chicago, durante una gran manifestación contra la guerra, King lanza un fuerte ataque a la política militarista norteamericana no sólo en Vietnam, sino también en otras partes del mundo. Menos de un mes más tarde, pronuncia otro famoso discurso – Más allá de Vietnam – Tiempo de romper el silencio, en el que explicita de forma clara su percepción de la íntima conexión entre el racismo, pobreza y militarismo. En lo que queda del año la situación social se agrava y se hace cada vez más tensa y conflictiva, con disturbios urbanos que explotan en lejanas partes del norte del país, con un gran número de muertos y heridos. Frente a tal cuadro, King articula cada vez más su lucha no violenta contra el racismo con las luchas contra la guerra y la pobreza, explicitando cada vez más claramente la naturaleza estructural-económica de sus causas.
En febrero de 1968 se deflagra la huelga de los trabajadores de los servicios de agua y alcantarillado de Memphis, en el estado de Tennessee. King decide apoyar el movimiento y, durante una marcha de protesta, la violencia irrumpe y deja el saldo de un muerto y cerca de cincuenta heridos. El 3 de abril, en la asamblea de los huelguistas, King pronuncia su discurso “Estuve en la cumbre de la montaña”. El día siguiente es asesinado.
Permítanme, después de esta exposición de la caminata de Martin Luther King, hacer algunas observaciones sobre su legado.
El legado de King no permite la construcción de ninguna mitología alrededor de su persona y obra. Como ya se dijo, la mejor forma de no tener en cuenta la vida y la obra de King es transformarlo en un mito a reverenciar. Seguramente ello le repugnaría. Sin embargo, esto es lo que sucede actualmente con la figura de King, algo similar a lo que ocurre con otras figuras como el propio Gandhi y, entre nosotros, Don Helder Câmara y Ernesto Che Guevara, ideológicamente tan distantes, humanamente tan cercanos.
Una de las dimensiones más prejudiciales a la figura histórica de King es su presentación como líder solitario en la lucha por los derechos civiles. En gran parte, los medios han sido responsables por esa distorsión histórica. Tal mito se aleja de la realidad histórica de la que emergió la mayúscula figura de King, al poner demasiado énfasis en sus extraordinarias calidades de líder y al no considerar debidamente los factores coyunturales que posibilitaron y contribuyeron para su aparición y actuación en un momento tan singular de la lucha contra el racismo en Estados Unidos. En realidad, el liderazgo nacional de King emergió como fruto de una red de extraordinarios líderes locales y regionales que, junto a sus comunidades, creaban las condiciones de movilización y organización para que acciones más amplias, promovidas y apoyadas por los liderazgos nacionales, pudieran tener éxito.
Otra dimensión de esa distorsión mítica de la figura de King es el énfasis en su capacidad oratoria. Es evidente que King, como ya se dijo, era un extraordinario predicador bautista negro, que sabia utilizar de forma magistral la retórica peculiar de los predicadores negros que, bajo la influencia de la forma de diálogo de las narrativas africanas, crean durante los servicios religiosos una especie de danza y contradanza entre el que predica y el que oye el sermón, lo que resulta en una involucración comunitaria de alta densidad emocional. Por ello – y abramos un paréntesis – la predicación pentecostal es tan exitosa en contextos africanos, tanto en África como entre la diáspora africana en otros países como Brasil, Cuba e incluso Estados Unidos. Tal énfasis en su retórica muchas veces parece insinuar una cierta manipulación emocional y religiosa de parte de Luther King respecto de sus oyentes, lo que en realidad representaría una grave distorsión de su mensaje, ya que a menudo, en sus sermones y discursos, King avanzaba contra la corriente conservadora teológica y política que predominaba entre blancos y negros protestantes norteamericanos. Al lado de la distorsión de sus poderes oratorios, hay un determinado énfasis en su carisma como líder que llevaba las masas a realizar lo que le parecía más adecuado a una determinada coyuntura. Los más recientes estudios muestran que, al contrario de manipulaciones carismáticas y emocionales, los activistas sociales consideraban las acciones lideradas por King como la mayor expresión de muchos otros líderes, especialmente a nivel local. Estudios recientes muestran que una gran parte de los logros de la lucha por los derechos civiles bajo el liderazgo de King resultó de un gran movimiento de masa cuya base eran las comunidades locales.
Claro que King tenía una clara conciencia de su carisma, ya que era un hombre profundamente religioso. Pero también reconocía que, frente al racismo predominante en la sociedad americana, el carisma no sería suficiente para crear la base e impulsar la lucha que se proponía trabar junto con muchos otros líderes. King siempre demostró una profunda conciencia de sus propias limitaciones, incluso con dudas profundas sobre los caminos a seguir en determinados momentos más conflictivos. Una de sus mayores angustias fue exactamente el fracaso en su predicación de la no violencia, mensaje que nunca logró obtener el apoyo de las grandes masas de afroamericanos, sobre todo entre los más jóvenes. Otra gran frustración de King fue su incapacidad en ayudar a muchos de sus colegas pastores, negros como él, a superar sus ideologías y teologías conservadoras que, en su opinión, constituían un gran obstáculo para el avance de la causa de los derechos civiles.
Otra gran angustia de King fue su constatación de que, al mover su actuación hacia el norte de Estados Unidos, los liberales blancos que estaban dispuestos a apoyarlo mientras luchaba solamente en el sur del país, gradualmente retiraron su respaldo a la lucha por los derechos civiles, especialmente cuando empezó a expresar con vehemencia sus opiniones contrarias a la guerra en Vietnam y a vincular racismo, pobreza y militarismo y comenzó a predicar, más que reformas políticas, la reestructuración del sistema económico-militar que producía tanto el racismo como la pobreza, en el país y el mundo. Lo que pasó a defender tenía mucho más que ver con revolución que con reforma, aunque la suya era una revolución no violenta.
Si es verdad que su formación religiosa y académica fue importante para la formación de su estrategia de cambios sociales, es mucho más verdad que la propia realidad del racismo, la pobreza y el militarismo se encargó de cambiar su percepción de la realidad sociopolítica de su país y del mundo y, por encima de todo, de sus causas. La decisión aparentemente desatinada de Rosa Parks fue lo que lo arrojó a King en el torbellino de los derechos civiles. Chicago lo hizo darse cuenta de que las causas de la pobreza eran mucho más intrincadas que la segregación en los autobuses y escuelas del sur de Estados Unidos, y que ellas estaban profundamente interrelaccionadas con la pobreza de los guetos negros de las grandes ciudades del país. La implicación de su país en el conflicto en Vietnam lo llevó a darse cuenta del carácter internacional de la explotación económica sustentada por el aparato capitalista-militar norteamericano. Cuando por fin se dio cuenta de todas esas interconexiones, el académico pastor de Montgomery se volvió peligroso para el sistema. A medida que su idealismo liberal fue dando lugar a un realismo radical no violento, el liberal New York Times, después del discurso contra la acción del gobierno de su país en Vietnam, lo llamó de demagogo populista. A medida que King va más allá de su amor nacionalista por su país y se afianza, en nombre de su fidelidad a la fe que abraza, su compromiso internacional con los pobres, marginados y excluidos de todo el mundo, en Perú, Sudáfrica o en el mundo dominado por el comunismo soviético, King se convierte en una gran amenaza, tal vez más peligrosa que los militantes del Black Power. A medida que es capaz, en su calidoscopio, de percibir que pobreza, racismo y militarismo están intrínsecamente relacionados con el poder económico, King sobrepasa los límites liberales de lo permisible. Por ello, su asesinato es su destino inevitable. Para esto él estaba preparado. Por ello termina su discurso a los huelguistas de Memphis, la noche anterior a su asesinato, diciendo:
Como cualquiera, me gustaría vivir una larga vida. Longevidad es algo bueno. Pero no estoy preocupado con ella ahora. Lo único que deseo es cumplir con la voluntad de Dios. Y Dios me ha permitido llegar a la cumbre de la montaña. Y yo la he contemplado – la tierra prometida. Tal vez no ingrese a ella acompañándolos a ustedes. Pero esta noche quiero que sepan que, como un pueblo, vamos a entrar en la tierra prometida. Y por esto me siento feliz esta noche. No temo nada. Ningún hombre me hace sentir miedo. Mis ojos vieron la gloria del Señor.
Frente a los desafíos de un mundo globalizado debajo del pensamiento único y la dictadura del poderoso capitalismo financiero internacional, la percepción de Martin Luther King Jr. de la interconexión entre pobreza, racismo y militarismo y la misma lucha que trabó contra los poderes que producen tal mundo siguen exigiendo un compromiso impostergable de todas las personas que creen que un mundo diferente es posible.

Paulo Ayres Mattos es professor de Teologia de la Universidad Metodista de São Paulo (Unesp)















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