Hay una razón que justifica por sí sola ver Che. El argentino, y se llama Benicio del Toro. Él no interpreta al Che; ES el Che. Más allá de su asombroso parecido físico, son los gestos, la manera de fumar el habano, la expresión de la mirada, y en último término, el enorme magnetismo personal que comparten. Seguramente no haya mejor actor para encarnar al mayor icono del siglo XX (junto a Gael G. Bernal como el joven Ernesto de Diarios de motocicleta). Lástima que, sin embargo, la película sea un tanto irregular. Habrá que esperar a la segunda parte, Guerrilla, para ver el conjunto con más perspectiva. Por supuesto, es técnicamente intachable y se percibe en el guión un arduo trabajo de documentación, así como voluntad de retratar con fidelidad la figura de Guevara como un hombre de principios, honesto, entregado al ideal de terminar con la injusticia y la miseria, pero que no dudaba en ejecutar a los que consideraba traidores a la revolución (aunque la mirada es más benévola que crítica).
El montaje es uno de los elementos más estimulantes, con saltos adelante y atrás en el tiempo y el uso de texturas y tonalidades distintas –al igual que en Traffic–, alternando tres momentos en la vida del Che: su decisivo encuentro con los Castro en México, su intervención ante la Asamblea de la ONU en 1964 y el desarrollo de la revolución cubana, culminando con la toma de Santa Clara y la victoria final, que constituye el meollo de la película. Pero el desarrollo de la historia está lastrado por la innecesaria recreación en detalles (las narraciones de las batallas pueden llegar a agotar la paciencia) y personajes poco relevantes. Éste es uno de los errores más llamativos en una cinta de esta envergadura: Soderbergh se detiene en secundarios de nula influencia en la trama, mientras que figuras fundamentales aparecen desdibujadas, como es el caso de Fidel Castro. Son también inexplicables las pifias de casting, especialmente el irritante Demián Bichir y su Fidel de caricatura, que no desentonaría en Muchachada Nui. Jorge Perugorría, un buen actor en horas bajas, es relegado a la categoría de convidado de piedra. Elvira Mínguez y Unax Ugalde simplemente pasaban por allí. Cosas de las coproducciones...
FICHA TECNICAEl montaje es uno de los elementos más estimulantes, con saltos adelante y atrás en el tiempo y el uso de texturas y tonalidades distintas –al igual que en Traffic–, alternando tres momentos en la vida del Che: su decisivo encuentro con los Castro en México, su intervención ante la Asamblea de la ONU en 1964 y el desarrollo de la revolución cubana, culminando con la toma de Santa Clara y la victoria final, que constituye el meollo de la película. Pero el desarrollo de la historia está lastrado por la innecesaria recreación en detalles (las narraciones de las batallas pueden llegar a agotar la paciencia) y personajes poco relevantes. Éste es uno de los errores más llamativos en una cinta de esta envergadura: Soderbergh se detiene en secundarios de nula influencia en la trama, mientras que figuras fundamentales aparecen desdibujadas, como es el caso de Fidel Castro. Son también inexplicables las pifias de casting, especialmente el irritante Demián Bichir y su Fidel de caricatura, que no desentonaría en Muchachada Nui. Jorge Perugorría, un buen actor en horas bajas, es relegado a la categoría de convidado de piedra. Elvira Mínguez y Unax Ugalde simplemente pasaban por allí. Cosas de las coproducciones...
Título: Che. El argentino
Director: Steven Soderbergh
Género: Biopic
Reparto: Benicio del Toro, Demián Bichir, Santiago Cabrera, Rodrigo Santoro, Jorge Perugorría, Catalina Sandino Moreno, Unax Ugalde, Elvira Mínguez
Guión: Peter Buchman (inspirada en El diario boliviano, de Ernesto Che Guevara)
Asesor: Jon Lee Anderson
Música: Alberto Iglesias
Producción: Benicio del Toro y Laura Bickford
Consulta: NoToDo
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