sábado, 26 de noviembre de 2011















Proponen el exterminio de los camellos en Australia para evitar que sus flatulencias contribuyan al efecto invernadero.

Sydney (Australia) (EFE).- Erradicar a toda la población de alrededor de 1,2 millones de dromedarios que campan a sus anchas por Australia sería igual a sacar de circulación hasta 300.000 coches con un recorrido de 20.000 kilómetros anuales.


Una empresa australiana ha presentado una novedosa propuesta contra las emisiones contaminantes: matar a la población entera de camellos salvajes en el país porque sus flatulencias contribuyen al efecto invernadero.
Cada uno de estos animales emite al año unos 45 kilos de gas metano, que equivalen a una tonelada de dióxido de carbono.


Aunque es considerada como una misión imposible, erradicar a toda la población de alrededor de 1,2 millones de dromedarios que campan a sus anchas por el territorio de Australia sería igual a sacar de circulación hasta 300.000 coches con un recorrido de 20.000 kilómetros anuales.
Por ello la compañía australiana Northwest Carbon propone matar a los mamíferos y luego procesar su carne para elaborar alimentos para animales de granja o domésticos.


Esta propuesta está siendo evaluada por el Gobierno de Camberra como parte de su proyecto nacional para la reducción de gases contaminantes en el sector agrícola, explica el secretario legislativo sobre Cambio Climático, Mark Dreyfus.
Los camellos salvajes no son sólo uno de los mayores emisores de dióxido de carbono en Australia, sino que además causan destrozos anuales a las cosechas valorados en más de diez millones de dólares australianos (unos 7,5 millones de euros).


Sin embargo, esa cifra "no incluye el costo al medio ambiente" y el daño producido por ellos es mayor "en períodos secos cuando se juntan en hordas", señaló a Efe Jan Ferguson, directora de Ninti One, organismo responsable del Proyecto para el Control de Camellos Salvajes en Australia.
Los dromedarios dañan los sistemas de aire acondicionado y las cañerías en su búsqueda de agua para aplacar la sed, y en algunos casos han contaminado las únicas fuentes de agua para los aborígenes al ahogarse en ellas.


También han arrasado plantas endémicas y lugares patrimoniales, así como molinos, cercos, tanques y otro tipo de infraestructuras. Además, disputan el alimento al ganado y a veces provocan accidentes mortales en las carreteras.
Los fornidos camellos, cuya población se duplica cada nueve años, tienen un instinto de supervivencia tan desarrollado que pueden beber hasta 200 litros de agua en tres minutos y recorrer setenta kilómetros al día.


Por ello, el proyecto de Ninti One ha presentado la iniciativa CamelScan, que permite a la población comunicar avistamientos en Google Maps y analizar sus movimientos y comportamientos según la estación del año.


CamelScan, lanzado al inicio de la temporada de apareamiento, entre mayo y octubre, se suma a otras ideas como la vigilancia aérea y por satélite y la exterminación desde helicópteros o capturar a los camellos y aprovechar así su carne para el consumo humano o animal, igual que los cocodrilos de granja.
Pero "aún con la tecnología actual, la erradicación de la población total salvaje se considera imposible", señaló Ferguson.


Hasta 1840 no se conocían los camellos en Australia. El primer ejemplar llegó procedente de las Islas Canarias españolas, y posteriormente los colonos británicos empezaron a traerlos de India y Pakistán.
Inicialmente fueron utilizados para explorar la vasta región desértica del centro del país, ya que las bestias pueden aguantar hasta unos 800 kilos de carga.


Sin embargo, a mediados del siglo XX, los camellos fueron sustituidos por trenes y vehículos de tracción mecánica. Ello se tradujo en la suelta de miles de ejemplares que, desde entonces, se reproducen sin control.



Fuente: EFE.

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