Sábado 01 de Noviembre de 2008
Existen personas a las cuales generalmente les va mal en lo que emprenden. Sin embargo, están convencidos que de son otros los responsables de sus errores o desgracias. No asumen que sus propias acciones tienen algo que ver con sus fracasos y tienden a poner la culpa fuera de ellos, sin nunca mirarse a sí mismos, recapacitar o cambiar su conducta. Aunque en su desarrollo laboral o personal tropiecen reiteradamente con la misma piedra, actúan como si el control de sus vidas estuviera fuera de ellos, o todo lo adverso se debiera a la mala suerte, o a la acción de terceros malintencionados o estúpidos, o a catástrofes naturales, o a hechos externos absolutamente impredecibles. Así, reinciden una y otra vez en los mismos proyectos, propósitos, atajos, ideas o estilos que los han llevado a fiascos previamente. No aprenden. Presentan el síndrome del fracaso recurrente.
Si usted presenta este síndrome, probablemente ya tenga a toda su familia y amigos cansados con sus reveses. Lo que ellos no saben es que también usted ya se agotó consigo mismo. Ya nadie cree en sus nuevos planes; usted tampoco. Pero no se desanime, porque esta incredulidad ¡es una oportunidad de cambio! Es comprensible su sensación de frustración y derrota, pero finalmente está logrando lo que nunca antes, reconocer que el problema está en usted. De acuerdo, es fuerte, es difícil; posiblemente su autoestima esté muy venida a menos, y no tenga ganas de humillarse dándoles la razón a todos quienes intentaron decírselo por años. Pero lo importante es que tenga ganas de superarse, esté dispuesto a revisar sus dificultades y a hacer transformaciones radicales en la forma de enfrentar su vida. Deberá comprender el origen de sus problemas, aquellos que le han llevado a repetir un patrón inconducente de fracasos y decepciones.
Si usted es una persona inteligente pero falla en la implementación de sus planes, y a pesar de sus capacidades no logra organizarse, acaso presenta un déficit atencional adulto, nunca antes diagnosticado ni tratado. Puede ser que eso lo haya vuelto irritable, ansioso e inseguro. O quizás usted aún no ha crecido emocionalmente y sigue tratando de llevar adelante sus fantasías infantiles, independientemente de que tenga el talento, las habilidades o los medios para hacerlo. O es posible que sea de esos soñadores con buenas ideas, pero sin ningún sentido práctico, que tienden a emprender proyectos que requieren orden, método, pericia para autodirigirse, grandes destrezas gerenciales u otras aptitudes de las cuales usted carece. O quizás es demasiado ambicioso y no ha tenido la paciencia de ir paso a paso. Por llegar antes a la meta se ha embarcado sin ningún realismo en intentos que van más allá de sus posibilidades, su razón o sus fuerzas. O puede ser que algo ande mal en sus relaciones interpersonales y que frecuentemente termine, en distintas situaciones laborales o personales, envuelto en conflictos similares. O quizás tiene heridas no resueltas de la infancia que con el tiempo se transformaron en un guión inconsciente que repite, destructiva e involuntariamente, en los diversos ámbitos de su existencia.
Cada uno tiene sus propias respuestas y usted sabrá mirarse en su espejo interior y descubrir la suyas. Con dolor, con coraje, y, por sobre todo, con mucha humildad, la más escurridiza de las virtudes humanas. No existe otra forma de superar el fracaso recurrente. Dejar la soberbia a un lado y ¡Suerte!
Fuente: El Mercurio
No hay comentarios:
Publicar un comentario