Charles Darwin cumplió 200 años el 12 de febrero 2009. Además, el 150mo aniversario de su obra El origen de las Especies por Vía de la Selección Natural cae también antes de finalizar el año. Su obra, que lo llevó a desafiar las convenciones de su época y a concebir su propia visión de la «transmutación» (llamada hoy «evolución»), se mantiene convincente ya que las pruebas que acumuló y analizó, así como las ideas que concibió para explicar el mecanismo de la evolución, siguen siendo el centro de la ciencia evolucionista.
Desde la época de Darwin, la ciencia ha evidentemente progresado. Se han dado pasos gigantescos en genética, biología del desarrollo, paleontología y antropología, que han reforzado y profundizado considerablemente la causa de la evolución. Todavía , la esencia de la teoría de Darwin –que todas las especies vivas de la Tierra están relacionadas por la ascendencia y la descendencia, y que los cambios que observamos en la vida a través del tiempo son moldeados, en gran parte, por la «selección natural»– sigue siendo tan acertada como cuando Darwin publicó su Origen de las especies en 1859.
Los años de formación de Darwin
¿Cómo un joven ávido de aventuras en espacios abiertos pero sin verdaderas aptitudes para los estudios convencionales se convirtió en el gran pensador cuyas ideas cuestionarían las respuestas a eternas preguntas como: «quién soy», «de dónde vengo», «cómo encuentro mi lugar en el mundo que me rodea»? Aunque Darwin no fue evidentemente el primero en imaginar que la vida había evolucionado, fue ciertamente el primero en asentar esta idea sobre una sólida base científica. Es así como su teoría de la evolución por la selección natural, se ubica en la historia de la humanidad entre los grandes adelantos del pensamiento.
El abuelo de Darwin, el médico Erasmus Darwin (1731–1802) fue, durante los últimos decenios del siglo XVIII en Inglaterra, el más célebre partidario de la idea de la transmutación, a saber el tránsito de una especie a otra. Se dice incluso que el gran zoólogo francés Jean-Baptiste Pierre Antoine de Monet, Caballero de la Marck (1744–1829, llamado Lamarck), encontró parte de su inspiración en las obras de Erasmus Darwin. Lamarck sigue siendo para nosotros la persona que tuvo, antes que Charles Darwin, las ideas más convincentes sobre la evolución. Ahora bien, Lamarck imaginaba un mundo en el que las especies pasaban gradualmente de unas a las otras en el transcurso del tiempo e incluso de lo que hoy llamamos la biota. Tenía el presentimiento de que disponiendo de informaciones más amplias habríamos podido ver todas las diferentes especies de pájaros, que observamos desde nuestra ventana por ejemplo, transformarse en otras «especies» que viven en otros lugares. Por otra parte, Lamarck no tuvo argumentos convincentes para explicar como la evolución podría ocurrir.
Pero Lamarck tuvo también sus seguidores, entre ellos muchos profesores de Darwin cuando este inició a mediados de los años 1820 su breve incursión en la escuela de medicina de Edimburgo, a la edad de 16 años. Robert Jameson impartía allí un curso de historia natural que comprendía conferencias sobre «el origen de las especies animales». Este profesor fundó el Edinburg New Philosophical Journal que, en 1826, publicó un artículo anónimo que exaltaba las virtudes de las ideas de Lamarck. Es probable que la experiencia que mayor influencia tuvo en la formación de Darwin en Edimburgo haya sido los trabajos que realizó con Robert Grant (1793–1874), zoólogo formado en París (Francia), admirador confeso de Lamarck. Grant y Darwin recolectaron diversos animales primitivos como esponjas, especies emparentadas con los corales y "animales del musgo" en los márgenes del Firth of Forth. Grant sorprendió a Darwin al menos en una ocasión (quien lo relató mas tarde), elogiando las ideas de Lamarck. Grant estaba a la búsqueda de las relaciones evolutivas entre los diversos grupos de animales e incluso entre plantas y animales. Darwin no solo compartía el secreto de estos trabajos, sino que también participaba en ellos realizando observaciones de novato con un microscopio óptico.
Pero Darwin no tenía ni corazón ni estómago para la medicina, cuando fue a inscribirse en Cambridge tenía una vaga idea de consagrarse un día al sacerdocio. Allí continuó con su pasión por la vida en espacios abiertos y la recolección de los escarabajos (orden coleópteros). Se le asignó al Reverendo John Stevens Henslow, a cuyo curso de botánica Darwin asistió tres veces. Henslow era un creacionista convencido, que negaba la evolución y creía, por el contrario, que todas las especies habían sido creadas por Dios una por una. Pero este sabía que las especies vegetales presentaban variaciones y entrenó a Darwin en como colectar especímenes y en tomar notas muy cuidadosas para poder documentar lo mejor posible estas variaciones entre las especies.
Darwin tuvo durante el verano de 1831, una formación breve pero determinante que le enseñó a cartografiar los estratos geológicos, durante una excursión al terreno con el Reverendo Adam Sedgwick, uno de los geólogos más reconocidos de Inglaterra.
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