Los desastres naturles son tan dañinos como una recesión
“Los eventos naturales adversos han demostrado suficientemente que pueden acabar con décadas de desarrollo en cuestión de segundos”, advierte el Banco Mundial.
Por: Felipe Jaramillo*
La crisis del euro, la lenta recuperación estadounidense, la
desaceleración de Brasil y las dudas sobre el crecimiento en China dominan los titulares y generan incertidumbre. Pero más allá de las primeras páginas, para Centroamérica y sus líderes, que se reúnen en El Salvador, las crecientes amenazas naturales se han convertido en un enemigo cada vez más temible y certero.
Los eventos naturales adversos han demostrado suficientemente que pueden acabar con décadas de desarrollo en cuestión de segundos. Es más, las pérdidas económicas que provocan son mucho mayores, como porcentaje del producto interno bruto, en los países en desarrollo que en los países industrializados.
En Centroamérica los desastres naturales causaron más de 29,000 muertes y US$16.500 millones en daños entre 1980 y 2010. Y eso no incluye los estragos de la Depresión Tropical 12-E, que causó la pérdida de 117 vidas, afectó a más de 2.5 millones de personas y provocó daños y pérdidas por casi US$2,000 millones. Y el problema es que esto no acaba aquí. De hecho, proyecciones recientes indican que los daños causados por desastres naturales serán cada vez peores. Según estudios de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés) los daños podrían duplicarse cada década a no ser que se implementen amplias medidas de reducción de riesgos.
Si una crisis económica global puede anular las ganancias económicas y sociales que tanto nos han costado, un huracán o un terremoto pueden tener el mismo efecto.
Tampoco hay que olvidar que hay cada vez más evidencia empírica que vincula a estos desastres con el cambio climático. Estamos entonces ante una injusticia global de enorme magnitud. De una parte, América Central contribuye menos del 0.5 por ciento de las emisiones globales que causan el cambio climático. Sin embargo, es una de las regiones más impactadas por fenómenos naturales debido a su vulnerable ubicación geográfica.
En ese sentido, algunos pensarían que es poco o nada lo que Centroamérica puede hacer. Que al igual que las crisis económicas recientes, Centroamérica es la víctima de las acciones del mundo industrializado.
Pero la cumbre presidencial en San Salvador esta semana es una prueba más de que la región no está dispuesta a aceptar su destino en forma pasiva. Más aun, para países pequeños como los centroamericanos –con problemas similares- tiene plena lógica unir fuerzas y esfuerzos.
La reducción del riesgo ante desastres naturales es un elemento crítico para el desarrollo sostenible a largo plazo. En la década reciente, los países centroamericanos han desarrollado programas integrales de gestión de riesgo.
El Banco Mundial ha sido un aliado en este esfuerzo y lo seguirá siendo. A la fecha, el aporte del Banco Mundial a proyectos de adaptación al cambio climático y de gestión de riesgo por desastres en Centroamérica supera los US$772 millones en recursos financieros y un monto adicional de US$10.7 millones en asistencia técnica permanente. Esto ha incluido apoyo para fomentar inversiones en gestión de riesgos con antelación a los desastres, la preparación de evaluaciones de necesidades luego de desastres, la provisión de líneas contingentes de crédito y la preparación de proyectos de inversión para la planificación, el diseño y la rehabilitación de infraestructura resistente a los desastres.
Los países han ido cambiando el viejo paradigma de ocuparse de las tragedias solo después de que ocurren y han adoptado un enfoque proactivo para manejar y reducir el riesgo.
Pero se puede –y se debe- hacer mucho más. El cambio climático amenaza con exacerbar aún más el impacto que los desastres naturales representan para los países de Centroamérica.
Será importante entonces redoblar esfuerzos, fortalecer las estrategias de gestión de riesgo a nivel nacional y regional, generar mayor conciencia por medio de la educación y mejorar la planeación en el uso de tierras, construcción de infraestructura y manejo de recursos hídricos. El Banco Mundial continuará apoyando a los países centroamericanos con su experiencia global y aumentará su asistencia técnica. Este apoyo, junto al liderazgo que han mostrado los países al trabajar en conjunto para prepararse ante fenómenos naturales adversos, serán bases sólidas para continuar en la senda del desarrollo sostenible para Centroamérica.
* Felipe Jaramillo es Director del Banco Mundial para Centroamérica
“Los eventos naturales adversos han demostrado suficientemente que pueden acabar con décadas de desarrollo en cuestión de segundos”, advierte el Banco Mundial.
Por: Felipe Jaramillo*
La crisis del euro, la lenta recuperación estadounidense, la
desaceleración de Brasil y las dudas sobre el crecimiento en China dominan los titulares y generan incertidumbre. Pero más allá de las primeras páginas, para Centroamérica y sus líderes, que se reúnen en El Salvador, las crecientes amenazas naturales se han convertido en un enemigo cada vez más temible y certero.
Los eventos naturales adversos han demostrado suficientemente que pueden acabar con décadas de desarrollo en cuestión de segundos. Es más, las pérdidas económicas que provocan son mucho mayores, como porcentaje del producto interno bruto, en los países en desarrollo que en los países industrializados.
En Centroamérica los desastres naturales causaron más de 29,000 muertes y US$16.500 millones en daños entre 1980 y 2010. Y eso no incluye los estragos de la Depresión Tropical 12-E, que causó la pérdida de 117 vidas, afectó a más de 2.5 millones de personas y provocó daños y pérdidas por casi US$2,000 millones. Y el problema es que esto no acaba aquí. De hecho, proyecciones recientes indican que los daños causados por desastres naturales serán cada vez peores. Según estudios de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés) los daños podrían duplicarse cada década a no ser que se implementen amplias medidas de reducción de riesgos.
Si una crisis económica global puede anular las ganancias económicas y sociales que tanto nos han costado, un huracán o un terremoto pueden tener el mismo efecto.
Tampoco hay que olvidar que hay cada vez más evidencia empírica que vincula a estos desastres con el cambio climático. Estamos entonces ante una injusticia global de enorme magnitud. De una parte, América Central contribuye menos del 0.5 por ciento de las emisiones globales que causan el cambio climático. Sin embargo, es una de las regiones más impactadas por fenómenos naturales debido a su vulnerable ubicación geográfica.
En ese sentido, algunos pensarían que es poco o nada lo que Centroamérica puede hacer. Que al igual que las crisis económicas recientes, Centroamérica es la víctima de las acciones del mundo industrializado.
Pero la cumbre presidencial en San Salvador esta semana es una prueba más de que la región no está dispuesta a aceptar su destino en forma pasiva. Más aun, para países pequeños como los centroamericanos –con problemas similares- tiene plena lógica unir fuerzas y esfuerzos.
La reducción del riesgo ante desastres naturales es un elemento crítico para el desarrollo sostenible a largo plazo. En la década reciente, los países centroamericanos han desarrollado programas integrales de gestión de riesgo.
El Banco Mundial ha sido un aliado en este esfuerzo y lo seguirá siendo. A la fecha, el aporte del Banco Mundial a proyectos de adaptación al cambio climático y de gestión de riesgo por desastres en Centroamérica supera los US$772 millones en recursos financieros y un monto adicional de US$10.7 millones en asistencia técnica permanente. Esto ha incluido apoyo para fomentar inversiones en gestión de riesgos con antelación a los desastres, la preparación de evaluaciones de necesidades luego de desastres, la provisión de líneas contingentes de crédito y la preparación de proyectos de inversión para la planificación, el diseño y la rehabilitación de infraestructura resistente a los desastres.
Los países han ido cambiando el viejo paradigma de ocuparse de las tragedias solo después de que ocurren y han adoptado un enfoque proactivo para manejar y reducir el riesgo.
Pero se puede –y se debe- hacer mucho más. El cambio climático amenaza con exacerbar aún más el impacto que los desastres naturales representan para los países de Centroamérica.
Será importante entonces redoblar esfuerzos, fortalecer las estrategias de gestión de riesgo a nivel nacional y regional, generar mayor conciencia por medio de la educación y mejorar la planeación en el uso de tierras, construcción de infraestructura y manejo de recursos hídricos. El Banco Mundial continuará apoyando a los países centroamericanos con su experiencia global y aumentará su asistencia técnica. Este apoyo, junto al liderazgo que han mostrado los países al trabajar en conjunto para prepararse ante fenómenos naturales adversos, serán bases sólidas para continuar en la senda del desarrollo sostenible para Centroamérica.
* Felipe Jaramillo es Director del Banco Mundial para Centroamérica
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